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jesús lastra
Miércoles, 20 de abril 2016, 07:12
El jefe de la Policía Local de Camargo, Jesús Salmón, trató de defender ayer en sede judicial su inocencia respecto a la denuncia de un agente en prácticas que le acusa de propinarle diversos empujones en el interior de su despacho, así como de diferentes ... amenazas respecto a su permanencia futura en el Cuerpo. Lo hizo con un relato diametralmente opuesto al de la víctima y que no consiguió convencer al fiscal, para el que los hechos quedaron «acreditados» tras la vista celebrada en el Juzgado de Instrucción nº 2 de Santander y que circunscribió a un «conflicto laboral», mientras que la parte denunciante abundó en la existencia de un delito leve de maltrato de obra, esto es, golpes que no dejan lesión física.
El Ministerio Público avanzó unas conclusiones aquilatadas por el relato de dos de los agentes que estuvieron presentes en las dependencias policiales el 23 de octubre del pasado año, cuando se produjo la refriega después de que el policía denunciante no encontrase la tablet que había dejado cargando en el vestuario y se topase con ella en la mesa de reuniones del despacho de su superior.
La presunta víctima narró cómo el jefe del Cuerpo «me empujó y cerró de un portazo la puerta. Me dijo que quién me creía que era y que iba a acabar conmigo, que no se podían cargar las tablets en comisaría». Esta acalorada discusión acabó cuando otra agente abrió la puerta de la estancia y él salió corriendo del lugar para poco más tarde dar traslado de lo ocurrido a la alcaldesa, Esther Bolado; y al entonces edil del área, Héctor Lavín.
Esta versión de los hechos fue respaldada por dos de los policías llamados a declarar por el magistrado Miguel Ángel Agüero. Ambos, uno con mayor lujo de detalles que el otro, reconocieron un «portazo tremendo», así como un «golpe contra el pladur» y diversos gritos procedentes del interior del despacho, desde «voy a acabar contigo» a «déjame salir, déjame en paz».
Narración opuesta
Salmón, en cambio, alegó que en ningún momento agredió al funcionario en prácticas y que trató de «calmarle» pues, en su opinión, el denunciante entró en su despacho «desencajado y sin pedir permiso. Solo quise calmarle y decirle que no era normal que cargase la tablet en el puesto de trabajo», mantuvo. El jefe policial fue más allá y aseguró que una agente abrió la puerta de su despacho no alarmada por el griterío y los golpes, sino «por razones de trabajo», para llevarle un expediente.
El último tramo de la vista fue el más delicado, pues la mencionada policía dio una versión de los hechos que encajaba con la de Salmón y contradecía la de sus otros dos compañeros y la de la parte denunciante. Admitió oír un portazo, pero inicialmente no quiso identificarlo como procedente de la oficina de su superior, algo que hizo a regañadientes tras la insistencia del juez. En todo caso, el Ministerio Fiscal no otorgó «credibilidad» a este último testimonio.
La defensa, por su parte, solicitó la libre absolución e incidió en el perfil problemático de la víctima, que estuvo once días de baja por ansiedad, así como en el nulo valor de los testigos, ya que ninguno presenció directamente el suceso.
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