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Álvaro San Miguel
Lunes, 8 de septiembre 2014, 12:06
El 69% de los cántabros se sienten «muy orgullosos» de ser españoles, según un estudio recién publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Los murcianos, segundos en la clasificación y a la cabeza de un amplio grupo de regiones sin movimientos nacionalistas propios, se quedan diez puntos por debajo de Cantabria en fervor españolista. Primeros al sentir «una emoción muy fuerte» cuando escuchan el himno nacional, segundos si hay que coger el fusil ante un ataque extranjero y cuartos que más se emocionan ante la bandera rojigualda: Cantabria, con su regionalismo incluido, se consolida como plaza fuerte de la marca España en pleno renacimiento de los nacionalismos vasco y catalán. ¿Por qué?
«Porque el origen de España está en Cantabria. Don Pelayo era de Cosgaya una de tantas teorías y Alfonso I era cántabro. Asturias y Cantabria articularon la Reconquista y eso está en el subconsciente de la gente. ¡Cómo no nos vamos a sentir españoles!», contesta sin titubear Miguel Ángel Revilla, líder del Partido Regionalista Cántabro. El expresidente asegura que el fuerte sentimiento españolista de los cántabros no es un obstáculo para el crecimiento del PRC. «Un regionalista es el que se siente orgulloso de su tierra. Yo me siento orgulloso de ser español porque soy cántabro. Lo he dicho en todas partes: me pone Cantabria y me pone España».
El partido mayoritario en Cantabria, el PP, también se sube al carro de la doble identidad. «Aquí hay un sentimiento regional que compartimos todas las fuerzas políticas y que se refleja en la defensa de la región a nivel administrativo. Sentirse español no entra en conflicto con estar orgulloso de nuestras tradiciones y nuestra cultura», explica el portavoz de los conservadores en el Parlamento, Eduardo Van den Eynde, quien asegura que la principal razón del españolismo cántabro es la ausencia de una propuesta nacionalista, y no tanto la orientación política de la región. «No creo que exista un condicionante ideológico, porque los porcentajes de identidad españolista son similares a los de otras regiones, como puede ser Asturias, donde se sitúan algo más a la izquierda que aquí».
El otro partido con representación parlamentaria, el PSC-PSOE subraya, a la vista del informe, que «a los cántabros dice su secretaria general, Eva Díaz Tezanos no nos van los extremismos y nos sentimos cómodos en nuestra doble condición de cántabros y españoles».
Tan español como cántabro
Los tres partidos que han gobernado la Cámara durante esta legislatura aplauden y defienden la doble identidad de la región el 46,9% de los encuestados se considera tan español como cántabro, pero no terminan de explicar el origen de esa dualidad que ha condicionado su propio posicionamiento político en una tierra donde se aman dos banderas. Hay que remontarse al siglo XIX, en pleno auge del romanticismo europeo, para entender realmente por qué una comunidad con un importante movimiento regionalista como Cantabria el PRC se lleva el 30% de los votos encabeza la clasificación de autonomías proespañolas por delante de Madrid, Andalucía o Asturias, por citar algunas plazas escasamente regionalistas.
La máquina del tiempo la maneja un experto en la materia: el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Cantabria Fidel Gómez Ochoa. «Los estudios que se hicieron en el siglo XIX para resaltar la identidad local vincularon estrechamente las particularidades culturales de los montañeses y la identidad española. En esa época, en cambio, otros territorios fueron construyendo su identidad en contraposición a la española, de donde vienen muchos de los nacionalismos actuales, como el catalán, el vasco o el gallego. Pero, en el caso de Cantabria, esa construcción estuvo en manos de tradicionalistas que no solo querían hacer convivir la cultura montañesa y la española, sino que intentaban contribuir a la mismísima construcción de la españolidad».
Para entender por qué los fabricantes de tradiciones eligieron puntos comunes con España allí donde otros buscaban diferencias hay que entender también que Santander y su entorno vivían entonces, gracias al puerto, un periodo de expansión económica que no daba motivos a la burguesía para sentirse descontenta dentro del Estado español. «Así que la tarea de la construcción de la identidad cántabra cayó en manos de un sector tradicionalista y conservador para el que no podía haber otra nación que la española. Para ellos, España podía estar compuesta de comunidades culturales diferentes, pero todas ellas dentro de la nación». El otro condicionante histórico, mucho más polémico, llegó con la Dictadura: «La fuerte identificación de una gran parte de la población cántabra con el Franquismo contribuyó a reforzar el sentimiento españolista. Y ahí también se sintieron muy cómodos los tradicionalistas y costumbristas montañeses», explica el profesor de la UC.
Dos caminos
Uno de los datos más curiosos que ofrece el informe del CIS es la evolución de las identidades entre 2011 y 2013. En Cantabria ha crecido en ese tiempo un 13% el número de personas que se identifican exclusivamente con España, pero no ha sido el grupo de los cantabristas puros el que ha perdido tirón, sino el del colectivo más amplio, el que se siente cántabro y español por igual. Para Fernando Cuevas, presidente de la Asociación Cultural Santiago defensora de la «incardinación» entre la sociedad civil y las Fuerzas Armadas, el crecimiento de la identidad puramente española en Cantabria se debe a «todo lo que está pasando a nivel político». «Los nacionalismos, los movimientos de independencia y demás, al final hacen que te sientas mucho más español. En el tema de las autonomías hay un cierto desencanto entre la gente de a pie», asegura Cuevas.
Una lectura muy distinta a la de Bernardo Colsa, expresidente de ADIC (Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria) y regionalista empedernido. «El dato más relevante del informe del CIS es que el 12,5% de la población se sienten solamente cántabros. Ese porcentaje, en la mayoría de las encuestas que se han hecho los últimos años, rondaba siempre el 10%. En una comunidad donde no se enseña Cantabria en las escuelas, no está nada mal».
Mientras que Cuevas reconoce una tendencia centrífuga como respuesta a los nacionalismos regionales, Colsa vaticina la victoria progresiva del lábaro: «El españolismo de Cantabria es rancio y casposo. Además es un nacionalismo de los excluyentes, de los de conmigo o contra mí. Pero la gente demanda cada vez más Cantabria, y creo que en un futuro no excesivamente lejano ganaremos terreno a los que solo se sienten españoles».
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