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REDACCIÓN DM
Martes, 3 de febrero 2015, 10:53
«Si dan mucho seguido, cae». Ángel tiene mucha nieve encima. «Es el abuelo», dice uno de sus compañeros desde la cabina de la pala. Son las cuatro de la tarde y en lo alto de Pozazal pueden verse hasta seis quitanieves en diferentes puntos. Listas. «Porque va a caer a trisca», advierte. No falla. Solo cuatro horas después, en seis puertos colocaron el cartel de cerrado, en ocho carreteras el aviso de circulación con dificultad y en hasta tres puntos de la red se pudieron ver largas colas de camiones esperando para pasar embolsados tras las quitanieves. Retenidos. Tanto, que las principales vías de circulación, las arterias para salir y entrar en Cantabria, quedaron restringidas durante la noche para los transportistas y muchos conductores, atrapados. En las mismas autovías (Cabezón, Arenas de Iguña...). Y más. A eso de las ocho, advertían de nieve en Unquera, Reocín o Los Corrales de Buelna y de los copos que empezaban a caer en San Vicente de la Barquera o en Comillas. «No me esperes levantada, que me he quedado atrapado en la carretera». Llamada repetida. O sea, que el temporal se cebó anoche, que desbordó las previsiones y que llegó a nevar hasta en la costa.
En Reocín de los Molinos, las únicas huellas que había sobre la nieve eran las de los perros. El pueblo estaba cubierto y el rastro humano solo era palpable por el humo que salía de dos o tres chimeneas. El pueblo (en el municipio de Valdeprado del Río) era la estampa del invierno en Cantabria y de las advertencias meteorológicas. Precioso y duro. Un ejemplo cualquiera válido para todos los rincones de las comarcas más altas. Mucha nieve y mucha precaución. En las calles y en las carreteras de la zona. Como en Bárcena de Ebro, Fombellida, Villaescusa... Porque el día, para circular, fue tranquilo, como un preparativo general para una noche movida. La Matalena, Estacas de Trueba, La Sía, Lunada, Palombera, San Glorio o la carretera Ramales-Ampuero. Allí, con la caída del sol, ya colocaron el cartel de cerrado. Era el balance desde la Dirección General de Tráfico a última hora de la tarde. «Se ha empezado a embolsar en Palencia». Eso de embolsar significa, básicamente, hacer paquetes de vehículos que quedan retenidos durante un rato hasta que suman un buen número para pasarles por los puntos más conflictivos en fila detrás de una quitanieves. Eso tuvieron que hacer anoche. La cosa se fue complicando según pasaban las horas.
En el punto kilómetrico 159 de la N-611 ya tenían cuarenta camiones parados esperando y a otros sesenta les pasaba lo mismo en dirección a Palencia. Tampoco les fue mucho mejor a los que se dirigían a Oviedo, que fueron desviados por itinerarios alternativos. Y en Arenas de Iguña, Reinosa, camino de Aguilar... El momento más caótico se produjo en el Alto del Turujal, con largas retenciones. O sea, que las principales vías de salida de la región (hacia Asturias y hacia la Meseta) quedaron restringidas en varios tramos. Cortados cuando ya no pudieron más. «Es un caos terrible, pero lo normal con la que está cayendo», apuntaba un agente a pie de carretera.
Entre Cabezón y Lamadrid, en Montabliz... Más problemas. Y un apagón en la localidad de Caviedes, mucha agua sobre la carretera a la altura de Somahoz, pequeños argayos repartidos por el mapa que obligaron a intensificar los esfuerzos... Un reguero de incidencias en el parte (aunque ninguna grave). Porque nevó y mucho, algo que ya había ocurrido la noche anterior. «Ellos han estado ocho horas seguidas quitando», comentaban los operarios del turno de mañana respecto a los que habían estado trabajando antes que ellos en la A-67 y en la N-611. Pues durante la madrugada, igual. Sin descanso. Por casi todas partes y con la cota casi a ras de salitre. La estampa nocturna de las calles de Cabezón de la Sal era llamativa el municipio fue tal vez uno de los lugares más problemáticos a última hora. Más aún, ya casi a las nueve se hacía obligatorio el uso de cadenas entre el pueblo y Unquera (más tarde fue peor, cerrando tramos), lo mismo que en muchas vías de comunicación por la comarca de Liébana. Y todo se fue complicando con el paso de las horas. Atascados, retenidos... Atrapados.
Con frío, obvio. Fuente Dé, Reinosa, Valderredible y Soba estuvieron bajo cero. Una noche de varias capas de abrigo en la cama. En Alto Campoo, se hablaba de una sensación térmica de hasta 17 grados en negativo. Y donde no hubo nieve, no faltó la lluvia. A todo eso se sumó el hecho de ver nevar al borde del mar. Un baremo útil en Cantabria para calibrar un temporal.
Una jornada de preparativos
Todo, tras un día el de este martes que fue una especie de respiro entre dos madrugadas complicadas. «Según las predicciones, la noche iba a ser dura y lo ha sido. Ahora nos han dado un poco de aire y hasta ha salido un poco el sol y por la tarde vuelven a dar duro», comentaban en el Centro de Conservación y Explotación que hay junto a la entrada a Somahoz. Acertaron de lleno. Allí está la base de operaciones para la A-67 durante todo el año, pero ese cuartel general se traslada al Centro de Vialidad Invernal de Matamorosa cuando los temporales se ponen serios. Entre un lugar y otro, la frontera a media mañana era el túnel de Somaconcha. De un lado, la nieve era una cuestión de distancia. Del otro, una realidad frente a los ojos. Un cambio radical acentuado por el ir y venir de las quitanieves que ya transitaban a esa altura del recorrido.
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Para cubrir este área geográfica que incluye el puerto de Pozazal, hasta 18 palas (quince de la contrata y tres más del Ministerio de Fomento) y una fresadora por «si la situación se pone muy complicada». Esa máquina, en vez de empujar la nieve, la chupa mediante unas turbinas y la manda a una distancia de unos cuarenta metros. Es capaz de escupir hasta 3.000 metros cuadrados por hora. Un aparato «de limpieza dinámica para grandes espesores».
Eso explicaban en Matamorosa mientras cuatro trabajadores se esforzaban para cambiar las cuchillas de una de las máquinas antes de volver a reincorporarse a la faena. «Puede durar toda la temporada entera, pero se controla a diario el desgaste para ver cuándo hay que cambiarlas». Allí mismo, cuentan con dos plantas de fabricación continua de salmuera y una capacidad de almacenaje de 70.000 litros. Cada camión lleva unos 2.000 y siete toneladas y media de sal que van recargando en alguno de los trece silos con los que cuentan. Nacho estaba a la espera junto a los dos que hay en Bolmir. «En cuanto hay un poco de tranquilidad, lo primero que haces es cargar».
Estampas
Este operativo sirvió para que el tráfico no se resintiera durante el día. Lo cierto es que tampoco había muchos coches (los avisos provocaron el movimiento indispensable). Un ejemplo: A media tarde era posible atravesar los puertos de Carrales y del Escudo, recorriendo la frontera entre Cantabria y Burgos, sin encontrarse más de cinco vehículos. Las carreteras, de hecho, estaban limpias y libres entre estampas llamativas. Como la de una parte del río Izarilla helado mientras, allí mismo, una manada de burros y caballos hincaba el hocico en una gruesa capa de nieve buscando alimento. Lo más curioso es que lo hacían entre lo que aún asomaba de las porterías de un campo de fútbol.
«Malo, muy malo». A Mohamid y a un compañero les tocó llevar las pacas de paja a las sesenta vacas que se encargan de cuidar. «Dos o tres veces al día», hundiendo las piernas hasta las rodillas en un terreno de nieve y boñiga a partes iguales. Eso era en mitad de un monte, por Los Carabeos. «A las once, cuando estaba cerrando, cayó un trueno muy gordo. Dicen que si nieva con tormenta son siete días seguidos». Eso, en Reinosa (lo contaba la responsable de un restaurante). «Alguna he vendido, pero no quieren gastar». En la puerta de una ferretería, pala en mano. «No lo quites, que va a caer más», le decía un vecino. «Bueno, lo que quite, que si no me voy a encontrar con medio metro mañana...». Pues casi, casi.
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