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Mariana Cores
Sábado, 18 de abril 2015, 07:44
Cuanto más se sabe de las nuevas reválidas de la Lomce (que sustituirán a la Selectividad), más detractores acumula. Los estudiantes de la ESO y de Bachiller se juegan su título a una sola carta: un examen tipo test, en el que cada alumno deberá contestar a 350 preguntas. Aquí no valdrá llevar la asignatura 'cogida por alfileres' ni echarle imaginación a la redacción. Sí o no. Verdadera o falso. No habrá desarrollo de problemas ni comentarios de texto. Dicen los críticos que la forma de adquirir los conocimientos «se empobrecerá», ya que se preparará a los alumnos para contestar de la manera más escueta posible. Esto es precisamente lo que provoca el rechazo de los profesores y alumnos de Cantabria: «Ahí está el peligro. Se dejará de educar basándose en la reflexión y en la compresión para ir directos al sí o no. Sin desarrollo», indicó a este periódico Jesús Aguayo, del sindicato STEC.
A los estudiantes, también les preocupa «que muchos chicos se queden por el camino sin ningún tipo de titulación», señaló Francisco Javier de la Fuente, del Bloque Estudiantil. Esta revalida se caracteriza por su carácter eliminatorio. En el caso de Bachillerato, habrá que aprobarla para entrar a la universidad -es la sustituta de la Selectividad-, mientras que en la Educación Secundaria, permitirá obtener el graduado escolar, la llave para poder promocionar a la siguiente etapa. En ambos casos, el resultado se combinará con las calificaciones del expediente académico para obtener la nota final.
Las pruebas se harán una vez se termine el último curso de ESO y Bachillerato. Para la primera etapa se podrán presentar los alumnos que hayan aprobado todo o tengan un máximo de dos materias suspendidas (siempre que no coincidan Lengua y Matemáticas), así como aquellos que dispongan de un título de FP Básica, que sólo deberán hacer la parte de las asignaturas troncales para conseguir el graduado. En el caso de la de Bachillerato, habrá que llegar sin suspensos. «No tiene ni pies ni cabeza», afirmó Aguayo. Al tratarse de una prueba «objetiva, el profesor, al corregir el examen, no podrá valorar el proceso de aprendizaje del chico, su forma de redactar, su riqueza en la expresión o la forma de razonar y de plantear los problemas, si habláramos de Matemáticas», se quejó.
De forma similar opinó Diego Cagigas, presidente del Colectivo de Estudiantes, quien apuntó que esta forma de evaluar «condiciona los conocimientos a aprender. Es un modelo en el que lo que se estudia es lo que entra en un examen, coartando así el libre conocimiento y el espíritu crítico que caracteriza a la educación pública». Desde su punto de vista, además, «segrega al estudiantado en base a pruebas externas desde una temprana edad, fomentando así la división de los estudiantes entre FP o universidad desde muy pronto y sin casi posibilidades de cambiar de opción». La evaluación final de Primaria se realizará en 2016; la de ESO, en 2017, aunque no tendrá efectos académicos; y la de Bachillerato, en 2017.
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