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Álvaro Machín
Domingo, 1 de noviembre 2015, 10:24
En un centro detectaron que a uno de sus alumnos empezaron a llegarle demasiados mensajes con tono poco amable. Un día supieron que le habían sacado una foto en el colegio. A partir de entonces cerraron el grifo de los móviles. Prohibidos en todo el recinto. En otro, ahora se llevan un teléfono del colegio a las excursiones. A los chavales les dejaban llevar antes el suyo para que sacaran fotos, pero el WhatsApp le ganó la batalla al souvenir de recuerdo. Hay directores que explican que contar con el terminal más moderno da ahora más 'caché' en el patio que ser el capitán del equipo de fútbol en las pelis americanas. O que son golosos para meterse uno ajeno en la mochila y que algún crío se ha llevado un buen disgusto. Pero también hay quien dice otras cosas. Que más que prohibir hay que educar -todos insisten en la necesidad de transmitir valores, de enseñar a usar- o que el aparatito que antes solo servía para llamar puede ser ahora útil como un instrumento más para aprender. Controlado, sí. Restringido, también. Hay debate y, a día de hoy, no hay una regulación concreta. Cada centro cántabro tiene su norma, su experiencia y sus procedimientos. Su regulación propia para el uso de móviles de puertas para adentro.
Casi uno de cada tres españoles de diez años (29.7%) ya tiene uno. Entre los de trece, el porcentaje se dispara. Un 78.4%. Por encima, el raro de la clase es el que no lo tiene. Son los datos del Instituto Nacional de Estadística. La edad es una clave. «Igual que no pueden beber ni conducir con menos de 18 años, con menos de 14 no deberían tener móvil». Fue el mensaje lanzado por la Policía Nacional hace algunos días. En general, el uso de los teléfonos está muy restringido en los colegios de Infantil y Primaria y se suaviza al llegar al Instituto. Pero un recorrido por diferentes centros permite encontrar un poco de todo.
En el Buenaventura de Bezana «no puede entrar uno por la puerta». Móvil que se ve, se requisa (y se entrega a la familia). Se lo explican a los 708 chavales de hasta doce años en una hoja informativa el primer día de curso. Y se llevan el papel para casa. «No hay ninguna base legal ni pedagógica que justifique su uso a nivel de Primaria», dice su director, Manuel Pérez. Si necesitan hacer una llamada o avisar de algo en casa, tienen medios para hacerlo. Y el uso de las tecnologías se lleva a cabo con los ordenadores de los que dispone el centro. «Hay una edad para cada aprendizaje y casi siempre aprenden lo que no deben antes de lo que deben». Él cree que el instituto -los doce años- es 'la frontera'. El paso. Sin embargo, José Antonio Sánchez, del colegio Cisneros, les ha encargado a los de Plástica que se hagan un 'selfie' ante su cuadro preferido del museo. Recopilarán las fotos y las pondrán en un blog. «Ponerle puertas al campo es imposible. Si no se conectan con el móvil, lo harán de otra forma». Ellos no tienen norma, no hay prohibiciones explícitas, «más allá de las de la buena educación». «Lo pueden usar cuando expresamente se lo dice el profesor. Pero esto es igual que cuando hablas con alguien y chatea a la vez. Es cuestión de educación». Confía en que «educar y educar» dando a conocer los malos usos y trabajar esos valores con tiempo 'calará' en los niños y permitirá que usen los teléfonos como es debido. Competencia digital, insiste.
Más allá de la norma puntual, sus discursos no difieren tanto. Uso razonable, mostrar los riesgos... En todos, por ejemplo, hay charlas de la Policía Nacional o la Guardia Civil. «Están muy bien y estamos encantados con eso. Queremos que por lo menos conozcan las cuestiones reales porque cuando suben algo no saben en la jungla en la que se meten. Un niño de diez u once años puede incurrir en un delito y no tiene ni la edad para delinquir. Es como si rebajaran la edad para condurcir...». Eso dice Santiago Ferreiro, del María Sanz de Sautuola (permiten llevar el teléfono, pero no usarlo). «Tuvimos algunas experiencias no muy gratas y antes de que fuera a más lo prohibimos porque entendemos que no lo necesitan», añade Julio Allica, del Ramón y Cajal, donde, pese a la norma y al aviso, 'requisan' (luego se devuelve) «una medida docena de móviles por curso».
«Creemos que para la convivencia no está bien y tratamos de hablarlo en las tutorías, con los padres de los alumnos. Hay que sensibilizar, no prohibir por prohibir. Es educar en el uso», indica Alfonso Villa, de los Salesianos, en el que conviven con el salto de la Primaria a la Secundaria. «Una cosa es lo recomendable y otra, el empuje social», admite en cuanto a la edad idónea para que un niño tenga móvil.
El instituto
Ahí está el salto. «Aquí hay gente con cincuenta años», contextualiza María José Buergo, del IES Zapatón, en Torrelavega. Es importante. Porque los alumnos son más mayores y muchos, incluso, mayores de edad. «Lo prohibimos desde hace tres cursos y nos va bien. Recomendamos no traerlo y lo que no pueden es usarlo o exhibirlo. Ni para mirar la hora». De puertas para adentro, porque en este caso los mayores salen fuera del recinto durante el recreo y, lógicamente, ahí pueden hacer lo que quieran.
«No es una norma escrita, pero no pueden sacarlos en el tiempo de clase porque es un elemento de distorsión. En el recreo sí pueden usarlo. Creemos que no podemos prohibir que lo traigan al instituto, pero en las reuniones de padres les sugerimos que no lo traigan», explica Ricardo Gómez respecto al funcionamiento en el IES Valle de Piélagos, donde algún profesor ha planteado ya el uso desde el punto de vista pedagógico. «En los más pequeños creo que no, para evitar confusiones, pero en Bachillerato puede haber algún caso puntual. Creo que tiene que haber un debate sobre esto a corto o medio plazo, aunque por ahora no lo hemos tenido».
¿Y a qué edad es bueno que tengan su propio móvil? Catorce, dice la Policía. Y buena parte de los responsables de los centros lo comparten, con matices respecto a esa franja de paso al instituto y con el consenso de que, en todo caso, la madurez y responsabilidad de cada niño es clave. «Ves a niños de ocho años y te asusta un poco», dice uno de ellos. «Hay criaturas con unos móviles 'de muerte' que llaman la atención», añade otro. «¿A qué edad? Es delicado el asunto».
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
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