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Joaquín Gutiérrez, vecino del pueblo de Viérnoles, señala una de las fincas a las que llegó el fuego mientras da su paseo de todos los días por el monte Dobra.
"Pasamos mucho miedo"

"Pasamos mucho miedo"

Los vecinos de Viérnoles, donde se quemó una cabaña, temieron por la integridad de sus casas y de las naves ganaderas

DANIEL MARTÍNEZ

Miércoles, 30 de diciembre 2015, 07:23

No es que no valoren la labor que realizaron los servicios de extinción -todo lo contrario-, pero los vecinos que viven en las laderas del monte Dobra están convencidos de que si no hubiera cesado el viento sur y comenzado a caer agua, los incendios que el lunes se acercaron peligrosamente hasta las zonas urbanas de Viérnoles (Torrelavega) habrían acabado en tragedia. El fuego, pero también el humo, hicieron que se vivieran momentos «muy malos y de mucho miedo». «Todavía noto la tensión en la espalda. Si no llega a ser porque empezó a llover...», comenta Gema Zunzunegui, que llegó a temer por su vivienda y por la nave donde guarda las vacas.

Mientras explica cómo lo pasaron cuando vieron las llamas a pocos metros de sus propiedades, se acerca a la zona José Izquierdo, miembro de Protección Civil de Torrelavega, que estuvo trabajando sobre el terreno junto a los bomberos. «¿Tú eres el que me subiste en el camión cuando bajé corriendo para pedir ayuda, verdad?», le comenta. Después de agradecerle su ayuda, repasan junto a otros vecinos como Joaquín Quijano -lleva aquí viviendo «toda la vida» y jamás ha visto un incendio semejante- los acontecimientos de un día que tardarán mucho en olvidar.

La alarma saltó sobre las 15.30 horas. Gema llamó entonces al 112, pero las líneas estaban ocupadas. Pocos minutos después, insistió Joaquín. «Me dijeron que enseguida llegaría un equipo para actuar», cuenta. Pero no hizo falta esperar porque un grupo de bomberos que procedía de la zona alta del Dobra se topó de lleno con este nuevo foco, uno de los muchos que iban surgiendo a lo largo de la tarde por el principal espacio forestal de la capital del Besaya. Junto a los profesionales, los afectados también se arremangaron la camisa y se afanaron en apagar unas llamas que parecían incontrolables. «Enormes, asustaban», precisa Gema, que llamó a su marido y a otros familiares para que trajeran los tractores que ayudaron a acercar más agua. Su hermano, que dejó su puesto de trabajo, se encargó de repartir mascarillas, la única forma de permanecer en un «ambiente asfixiante».

Muchas dificultades

Los caminos del pueblo eran demasiado estrechos para pasar con el material antiincendios, el terreno era de difícil acceso, el viento hacía que una finca que ya estaba controlada volviera a ser un problema en el tiempo en el que bajaban al pueblo para recargar de agua los camiones... «Está todo lleno de zarzas y bardales y el terreno muy seco. Eso hace que el fuego se propague muy rápidamente», apunta José.

Al final, el balance de daños incluye varias fincas ganaderas y bosques de eucaliptos arrasados, una motobomba de Protección Civil de Los Corrales que fue alcanzada por el fuego y otros vehículos destrozados parcialmente por efecto de las llamas. También devoró una cabaña. No era vivienda habitual, pero sí que estaba habitada. Aunque parece increíble después de una de las oleadas de incendios más violentas que se recuerdan en Cantabria, ha sido una de las pocas edificaciones que se han visto afectadas.

Al igual que en Socabarga y otros puntos de Cantabria, muchos curiosos se acercaron hasta las inmediaciones del monte para ver de cerca los incendios. No había otro tema de conversación en Torrelavega, que estuvo todo el lunes bajo una densa humareda, así que era difícil resistir el impulso de ver en primera persona el suceso. Las redes sociales -muchos celebraron en Twitter la caída de las primeras gotas de agua- daban testimonio de ello. «Entendemos que la gente es curiosa y esto despierta expectación, pero eso era una dificultad añadida», apuntaba uno de los miembros de los servicios de extinción.

Subiendo hacia la campa del Dobra, cada pocos metros se veía otra finca carbonizada. Posiblemente, la zona que más impacto causaba a los que ayer merodeaban la zona era la entrada a la Mina de Las Nieves, con los carteles y las puertas calcinadas. Joaquín Gutiérrez pasa por allí todos los días. «El domingo por la mañana ya había fuego en Las Caldas. Con todo el viento que ha estado haciendo, ha ido viniendo hacia aquí», comenta.

En su opinión, aunque estos incendios no son habituales, mucha gente de la zona ya se lo esperaba. «Hay zonas que llevan sin limpiarse 40 años, es normal que haya desgracias», afirma mientras echa en cara a los políticos de turno que vayan al monte para hacerse la foto junto a los incendios y no para ver la necesidad de actuar para acabar con los matorrales. Cuando se le preguntan por si cree que los incendios han sido intencionados, duda: «eso dicen los que saben, pero...». La mayoría de vecinos lo tiene más claro. Porque aunque es cierto que el fuerte viento puede arrastrar brasas, algunos puntos estaban demasiado distantes como para pensar que han empezado a arder sin la intervención del hombre. En el Dobra, la 'casualidad' quiso que se quemaran algunas de las fincas donde peor podían entrar el ganado por la altura de las malas hierbas.

También en La Viesca

Otro punto en el que saltó la alerta fue en el parque de La Viesca, uno de los pulmones verdes de Torrelavega. Ahí la superficie quemada fue mucho menor y no hubo problemas, pero sí un importante susto. Gracias, sobre todo, a la colaboración de los vecinos del barrio Covadonga, que rápidamente se coordinaron para crear una cadena humana y volvieron a demostrar su compromiso con La Viesca y su implicación en todos los asuntos de interés común. De esta forma, llevaron con calderos el agua procedente del arroyo de la mina hasta el foco y lograron frenar las llamas.

«No ha sido nada, pero porque la gente se portó muy bien», cuenta Rafael Cosío, que tiene su taller de albarcas a pocos metros del lugar donde se originó el incendio. A él le avisó Protección Civil y todo el alboroto que se formó en poco tiempo. Ayer, el runrún eran las especulaciones sobre el culpable. Unos dicen que vieron a un joven con una garrafa, otros que fue un hombre de mediana edad con vaqueros y cazadora azul. Nada está confirmado.

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