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violeta santiago / guillermo balbona
Lunes, 1 de febrero 2016, 07:25
Este verano cumplirá 90 años y aún no ha conseguido casa, ni apenas nada de lo que tienen otros museos que, irónicamente, han de palidecer ante sus colecciones únicas: el de Cantabria ni tiene presupuesto propio, ni una página web en condiciones (la comparte con ... otros museos de la comunidad), ni una plantilla de trabajadores digna de llamarse así, ni capacidad para publicar. Tampoco ha habido esfuerzos verdaderos por difundir sus encantos, que levantan pasión entre los expertos pero que pasan desapercibidos para el gran público. El Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, el Mupac, es una institución con nombre internacional que no ha dejado de dar tumbos, algo inexplicable para los entendidos, que califican su condición de nómada de «mala broma» y «de vergüenza ajena», porque en España no existe otro como él.
Nacido en el instituto Santa Clara en 1926, nueve décadas después ha conocido hasta cinco sedes y subsedes, y absolutamente todas han sido provisionales, panes prestados. De ahí que quienes lo conocen defiendan la ubicación prevista en el edificio del Banco de España, si bien a alguno (como al galerista e historiador del arte Fernando Zamanillo) esta opción no le parece la mejor. Aunque la coincidencia es clamorosa: es «una prioridad» que el Mupac encuentre su lugar en el mundo.
Porque en la actualidad, el museo sobrevive troceado en tres: la sala expositiva está en el Mercado del Este (cedida por el Ayuntamiento de Santander) y cuenta con otras dependencias en el Archivo Histórico (anexo a la Biblioteca Central cuyo titular es el Gobierno regional) en las que se apiñan los investigadores que llegan de todo el mundo a deslumbrarse antes sus materiales. El museo se prolonga en más de 1.200 metros lineales de estanterías en un almacén de la Consejería de Cultura en Guarnizo.
Agravio comparativo
Hablar de metros lineales en un almacén cuando otras instituciones similares ocupan amplias instalaciones, con personal especializado y se han convertido en centros adaptados al siglo XXI, con medios y programación, volcados en remover el interés por la Antigüedad, resulta todo un agravio comparativo, ya que todo esto aún le queda lejos al museo cántabro, donde solo dos empleados son titulados superiores y donde no existe ni capacidad para publicar.
Bilbao y Oviedo, por citar solo dos ciudades cercanas, han actualizado sus propuestas, «conscientes de la importancia de atraer visitantes ávidos de cultura clásica y prehistórica», avisa el historiador del arte Jesús Alberto Pérez Castaños. Y eso que las colecciones del cántabro no solo ganan, además, si se comparan con la oferta nacional. Museos europeos de renombre se ruborizarían si tuvieran que entrar en competencia con el Mupac porque, explican los científicos, las piezas acumuladas en esta región solo son comparables con el Museo Nacional de Antigüedades de Francia (ubicado cerca de París) o con el Museo Nacional de Prehistoria de Les Eyzies, en la Dordoña. «Hasta el Británico de Londres envidiaría las colecciones del Mupac en arte mueble», defiende Pablo Arias, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria. «Asusta tener tanta responsabilidad patrimonial en nuestras manos y tenerla guardada en cajas», agrega Pérez Castaños.
¿De dónde le viene al Mupac este estatus de referencia mundial, su incalculable valor? Básicamente, de su extraordinaria antología de materiales del Paleolítico superior. «Las colecciones paleolíticas no tienen parangón en España», explica Arias, quien opina, como José Manuel Iglesias, catedrático de Historia Antigua de la UC, que sus fondos «no tienen competencia» en la península y «poquísima en Europa», añade Carmen Cacho, conservadora jefe del Museo Nacional de Arqueología.
Una riqueza ligada a los hallazgos en la cantidad y calidad de las cuevas excavadas por toda una región, que cuenta con nueve (aparte de Altamira) declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: Chufín, Hornos de la Peña, Monte Castillo (que incluye las cavidades de Las Monedas, El Castillo, Las Chimeneas y La Pasiega), el Pendo, La Garma y Covalanas.
De ellas han salido piezas que conmueven a la comunidad científica, como la espátula de La Garma con decoración de una cabra, el bastón de mando de El Castillo con una figura de ciervo, el caldero de bronce de Cabárceno, los conjuntos únicos de las estelas cántabras y romanas, la colección de azagayas y puntas de flecha del Paleolítico, la inusual tésera de hospitalidad de bronce en forma de oso de Las Rabas o la falange con una representación de uro y una cabeza humana de La Garma.
Quienes apuestan por un ampliado o renovado Mupac, que deje atrás su condición trashumante, se muestran convencidos de que el legado paleolítico tiene un valor patrimonial y cultural y un potencial turístico muy superior a cualquier otro proyecto que pueda destinarse a la región a medio plazo.
En realidad, otra ironía, porque Cantabria lleva años buscando un grial de promoción turística, que sirva de motor económico, «cuando la Prehistoria podría ser uno de ellos, y muy importante», sostiene Roberto Ontañón, que pone como ejemplo la gran apuesta de algunas regiones francesas por esta cuestión que se ha traducido en cientos de miles de visitantes al año. «Los que nos dirigen no acaban de ver su interés cultural. Pero que sepan que bien encauzado, podría ser un bien turístico» de primera.
Para todos los especialistas consultados por El Diario Montañés, ligar el Museo de Prehistoria y sus proyectos y contenidos colaterales al antiguo inmueble del Banco de España no tiene ya discusión posible. La comunidad científica y cultural coincide en la urgencia de encauzar un proyecto definitivo, en diálogo con otros equipamientos y sedes culturales de Santander.
Lo hacen siguiendo la huella de Roberto Ontañón, director de la institución, quien hace una semana sacó a la palestra su indignación por la operación puesta en marcha para despojar al Mupac de lo único que había conseguido después de mucho pedir: un documento oficial en el que se establece que el edificio que albergó el Banco de España sería su próxima sede.
Tres factores en contra
Pero justo cuando parecía resuelto su destino, se cruzaron en su camino tres factores que hacen peligrar una vez más este deseo de un futuro de normalidad. El primero, el Archivo Lafuente, una extensa colección documental especializada en historia del arte del siglo XX en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. El segundo, el posible acuerdo de Cantabria con el Museo Reina Sofía para acoger bajo esta marca internacional los citados fondos. Y, la tercera, un periodo preelectoral en el que los dirigentes regionales, y el alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, quisieron sacar rédito político a un proyecto cultural (el del Reina Sofía) con el que se podría lograr resonancia estatal.
Ontañón cuestionó con dureza hace ocho días el por qué de una decisión pública que favorecería a un coleccionista privado cuando la ansiada ampliación del Mupac parecía ya tan cercana en una sede que puede no ser la mejor, pero que supondría un salto cualitativo para el museo ambulante. Su denuncia ha sido apoyada sin fisuras por el mundo cultural. El Diario Montañés preguntó a seis historiadores y arqueólogos y sus respuestas fueron de cierre de filas en torno a no prolongar más la espera. Casi todos apoyan la oportunidad que da el inmueble del Banco de España y, lo que es más, todos muestran su irritación ante la falta de visión política de lo que podría suponer este museo si se tomara en serio, sin olvidarse de censurar la «desidia y miopía histórica de la sociedad cántabra» (Pablo Arias) para con el Mupac.
Jesús Alberto Pérez Castaños apunta que existe una «gigantesca deuda» con el centro, que sufre «una desproporcionada hostilidad» y acusa a quienes toman las decisiones (a la clase política) de dañar al museo con sus «rivalidades de política doméstica», lo que le hace creer que asiste a «una opereta bufa».
Dicen, además, el galerista Fernando Zamanillo y José Manuel Iglesias que el Mupac y el Archivo Lafuente no tienen por qué ser excluyentes, ya que pueden ser complementarios para la ciudad. «Si tengo que elegir, el museo tiene una prioridad histórica basada en su antigüedad e importancia», y eso que al galerista no le parece adecuada la sede del Banco de España. Iglesias también se pronuncia a favor del Mupac.
"Una vergüenza"
El representante de Estados Unidos en la Comisión del Paleolítico Superior Europeo de la Unión Internacional de Prehistoria, Lawrence Guy Straus, codirector del proyecto de la Cueva del Mirón y catedrático de la Universidad de Nuevo México (Alburquerque, EE UU), envió a este periódico un entregado correo electrónico en el que señala que es «francamente una vergüenza que Santander, que es el equivalente a les Eyzies en Francia, ni siquiera tenga todavía hoy un auténtico museo».
A sus ojos, «esta batalla es muy importante para el futuro de la región (por turismo y economía) y, también para la ciencia y para un patrimonio que es, en el fondo, de toda la Humanidad».
Para Straus, sería «una tragedia» no aprovechar la sede ofrecida por el Estado, porque está en el puro centro de la ciudad, ubicado entre un Centro Botín, al que se le supone un gran tirón cuando esté operativo, y la Catedral. Tiene aparcamientos en lo inmediato y espacio en el interior para acoger laboratorios, oficinas, almacenes y exposiciones.
Sobre las últimas críticas de Ontañón por hacer competir al Mupac con una colección privada por un mismo espacio, nadie se anda por las ramas. «El Banco de España es más adecuado para el Mupac que para el Archivo Lafuente porque éste último tiene más relevancia para los especialistas que para el gran público, mientras que el Museo de Prehistoria tiene interés para el conjunto de los ciudadanos, aseguró Pablo Arias.
«Resultaría obsceno tener que elegir entre ambas opciones», señala Pérez Castaños porque las dos aportarían a Cantabria un gran valor añadido. Por eso, sugiere, «llevemos el Mupac al Banco de España y que el Archivo Lafuente también se quede entre nosotros en un notable edificio, acorde a su trascendencia artística».
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