El caso del doctor Piñal es un ejemplo de lo que no debe hacerse. Si tenemos talentos que brillan por encima de la media, lo inteligente es aprovecharlos, ofrecerles facilidades para que desarrollen aquí su trabajo y, de esa manera, crezca el conjunto de nuestra economía
manuel ángel castañeda
Lunes, 2 de mayo 2016, 17:43
El pasado día 9 de abril, El Diario Montañés publicó una entrevista, escrita por Consuelo de la Peña, que caía como un meteorito sobre nuestra región. El doctor Francisco del Piñal, miembro de una ilustre saga de médicos de esta tierra, no solamente anunciaba su marcha a Madrid, sino que denunciaba el ostracismo al que se veía sometido en su propia tierra. Las manifestaciones de uno de los mejores especialistas en cirugía de la mano de Europa y una autoridad con reconocimiento mundial, descubrían como, en su propia comunidad, le colocaban trabas y obstáculos para el desarrollo de su tarea.
Cuando un meteorito cae sobre la tierra o cuando se lanza una piedra a un estanque, se producen consecuencias: se abre un cráter y se levanta una nube de polvo o bien se generan ondas que, en algunos casos, llegan a ser olas. En este caso la abulia cántabra ha frenado cualquier reacción. Con el silencio se ha querido gestionar, a cencerros tapados, un asunto que va mucho más allá de las críticas concretas de Piñal. Porque lo que se pone de manifiesto es una denuncia que debería abrir el debate sobre la gestión que se hace en nuestra comunidad de los recursos humanos, del talento que tenemos aquí y que no solamente no se aprovecha, sino que se desprecia.
Las denuncias del doctor no han sido desmentidas. Las críticas no han tenido más eco que ya es mucho que las opiniones de ciudadanos de a pie, expresadas a través de esa ventana de libertad que es la sección de Cartas al director de este periódico. El cierre de bocas puede obedecer a la carencia de argumentos para rebatir las denuncias concretas, detalladas y específicas del doctor Piñal o, quizás, a ese desprecio político con el cual algunos miran todo lo que se escape del ámbito público es decir, de lo que no está en sus manos, aunque realmente no sea suyo, sino de todos los cántabros.
La historia que cuenta el cirujano debe entenderse bien. Una lectura literal apenas nos indica que a un doctor de reputación internacional se la han puesto obstáculos para desarrollar su tarea asistencial e investigadora. Hay que profundizar para extraer las verdaderas lecciones que se ocultan tras unos hechos desnudos: la pésima gestión del talento que se realiza en nuestra comunidad, la estrechez de miras de un sistema público (Sanidad y la Universidad) que cierra los ojos ante la existencia de un sector privado que puede y debe convivir con el público.
La doctrina, elaborada durante el franquismo, de cercenar la iniciativa privada en favor de la pública para, de esa manera, mantener en manos del Gobierno el control de una buena parte de los derechos ciudadanos, sigue vigente. Y en una deriva destructiva, se intenta enfrentar lo privado con lo público, cuando debería facilitarse la colaboración de ambos sectores. Es más, en una sociedad libre, abierta y progresista el sector público debería quedar reducido a cubrir aquellos servicios que no pueden ser atendidos por la iniciativa privada.
En Cantabria, sin salir de nuestro entorno y ciñéndonos al área de la sanidad, no se valora la labor que lleva a cabo a diario el Igualatorio Cantabria, un sistema de sanidad privado. Gracias a que un buen número de miles de cántabros son socios de este sistema de salud, se descarga a la sanidad pública de atender cientos de partos al año, de intervenciones quirúrgicas de todo tipo y de miles y miles de consultas de los pacientes. Si no existiera la sanidad privada, el sistema público debería crecer de una manera tal, que rozaría con la imposibilidad de ser financiado. Es más, cuando se habla de hospitales en nuestra comunidad (Valdecilla, Liencres, Laredo, Torrelavega, Reinosa) se omite el de Mompía, que presta unos servicios excelentes y que alivia en gran manera la saturación de nuestro sistema sanitario.
El caso del doctor Piñal es un ejemplo de lo que no debe hacerse. Si tenemos talentos que brillan por encima de la media, lo inteligente es aprovecharlos, ofrecerles facilidades para que desarrollen aquí su trabajo y, de esa manera, crezca el conjunto de nuestra economía.
El próximo mes de junio se celebrará en Santander un congreso médico que ha elegido nuestra comunidad por el trabajo del doctor Piñal. Un congreso de profesionales de alto nivel es siempre un activo que genera riqueza directa y sitúa a Cantabria en el mapa de España y del mundo. Muchos casos como ésos son los que precisa esta región para remontar el profundo bache en el que se encuentra.
Sobre estos argumentos se eleva otro más preocupante: el silencio general tras las palabras de Piñal. Esa falta de reacción no solamente del Gobierno, la Universidad o los colegios profesionales es un claro síntoma de que el problema no reside únicamente en unos organismos concretos, sino que se extiende a la comunidad entera. La postración de Cantabria se agrava y se autoestimula.
No vamos por buen camino, porque alejar a los mejores no beneficia, perjudica. Lo inteligente es facilitar que esta comunidad autónoma se abra a los emprendedores, a las personas con iniciativa. Ofrecer un clima fiscal favorable recordaba este punto el economista Daniel Lacalle en el último Foro de El Diario Montañés para que opten por establecerse aquí.
Para potenciar la actividad y el empleo se necesita atraer a personas con ideas, con capacidad creativa y ofrecerles ventajas competitivas. Ventajas que deben ser fiscales pero, sobre todo, facilitar la burocracia, que se agilicen los permisos que, en ocasiones, dilatan de manera absurda el desarrollo.
El caso del doctor Piñal debe enseñarnos una importante lección: lo público, la Administración y los servicios, están al servicio de la sociedad, nunca contra ella. Están para facilitar y ayudar la iniciativa privada, la que genera empleos sin recurrir al dinero de todos.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.