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consuelo de la peña
Jueves, 9 de junio 2016, 07:18
La Audiencia de Cantabria ha condenado a los propietarios de una vivienda que tenían alquilada en Santander a no hacer uso de ella durante nueve meses, al responsabilizarles de la «conductas antisociales» de los inquilinos. Se trataba de un piso patera, propiedad de unos hosteleros asiáticos, cuyo uso cedían a sus trabajadores como pago en especie. En las idas y venidas, los inquilinos movían muebles por la noche, hablaban por teléfono en la escalera de madrugada y provocaron numerosas inundaciones.
Los condenados alegaron que no tuvieron intervención alguna en las graves molestias que los ocupantes causaron al vecindario. Pero el tribunal rechaza la excusa y sostiene que los dueños del piso conocían perfectamente las conductas de los arrendatarios, a pesar de lo cual no intervinieron ni hicieron nada para evitarlas. Por eso, les considera «cooperadores necesarios» y recuerda que los propietarios también responden de las obligaciones frente a la comunidad de vecinos, «incluso aunque su vulneración la lleve a cabo el ocupante de la vivienda».
La Sección Segunda de la Audiencia confirma así la sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia número 8 de Santander que estimó la demanda de la comunidad de vecinos y condenó a los propietarios a no utilizar el piso durante nueve meses, además de ordenar el lanzamiento inmediato de los inquilinos.
Los hechos datan de 2001, cuando una comunidad de propietarios de la calle Isaac Peral de Santander acudió a los tribunales para denunciar el comportamiento incívico de los ocupantes de un piso, que les hacían la vida imposible ante la pasividad de los propietarios de la vivienda. La comunidad solicitó al juzgado el desalojo de la vivienda y que sus dueños no pudieran utilizarla en los próximos tres años.
La juez de instancia les dio la razón, aunque limitó a 9 meses el periodo en el que no podían hacer uso de la vivienda. La sentencia puso de manifiesto que los propietarios, de nacionalidad asiática y propietarios de un negocio de hostelería, habían cedido el uso del piso a empleados de su empresa como retribución en especie. Los inquilinos, unos de forma ocasional y otros permanente, llegaban a altas horas de la madrugada, procediendo a colocar el mobiliario, con los ruidos que ello implica, presumiblemente para dar cabida a las personas que esa noche iban a pernoctar. Además provocaron inundaciones y filtraciones de agua a la vivienda inferior y escupían en el ascensor.
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