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Leticia Mena
Miércoles, 15 de junio 2016, 16:51
Todavía no se ha quitado el susto de cuerpo porque la imagen que presenció el sábado se le ha quedado grabada en la retina. Ese día, Ángel Regato vio cómo cerca de 200 buitres devoraban a una de sus vacas recién parida, junto a su cría, en Hoz de Anero. No pudo hacer nada por salvarlas porque cuando llegó a la finca en la que pastaba, la madre agonizaba mientras se desangraba y gemía de dolor, y el pequeño jato estaba destrozado a unos 70 metros.
El dantesco escenario estaba ayer lleno de plumas algunas de una longitud de más de medio metro, de la batalla de los carroñeros por hacerse con las partes más jugosas: «La atacaron por detrás para comerse la placenta y media matriz», recuerda horrorizado. Pero una vez superado el momento, Regato solicita a las autoridades dos cosas: «Lo primero es que si quieren proteger a los buitres, que paguen los daños que ocasionan». Y es que por la vaca que sirvió de festín para «el rebaño de buitres», este ganadero hubiera sacado en la feria unos 1.300 euros. «Era de las mejores que tenemos. Tenía diez años y siempre daba unos jatos muy buenos. Ahora, ¿quién nos paga esta pérdida?», se pregunta con cierta impotencia. El segundo tema que Regato expone es la posibilidad de que los animales muertos que recoge Tragsatec para quemarlos se lleven a un sitio para que los buitres quiten el hambre. «¿Por qué eso no se hace?».
La pregunta de este ganadero tiene respuesta en la Orden Gan/30/2012 que permite fijar zonas de protección para la alimentación de aves necrófagas. Esta normativa, tal y como apunta la directora general de Ganadería, Beatriz Fernández, «sólo hay que aplicarla» y, para hacerlo, es necesario que los ayuntamientos y las juntas vecinales que lo estimen oportuno soliciten a la Consejería de Ganadería que se acote un espacio para depositar reses muertas como alimento para las rapaces.
¿Qué ocurre ahora con las reses que mueren en las estabulaciones o en los prados? Los ganaderos tienen una consigna, y es que cada vez que se les muere un animal llaman a la empresa Tragsatec, que depende de la Consejería de Ganadería, para vayan a recogerlo siempre que esté en una zona accesible para los camiones. Si no es así, se desplazará un veterinario para hacerle las pruebas oportunas y, si no presenta ninguna anomalía contagiosa, se dejará ahí para que sirva de pasto a los carroñeros. «Como toda vida».
Los camiones de Tragsatec
En el sector es habitual tener una póliza con Agroseguro, por la que por poco más de cien euros al año los ganaderos tienen garantizada la recogida de las reses muertas. La Consejería, a través de la empresa Tragsatec, cuenta con diez camiones que recorren Cantabria desde las seis de la mañana atendiendo las peticiones de recogida de cadáveres. Uno de estos camioneros es Jesús Palacios, que lleva doce años recogiendo animales muertos por la costa entre Somo y Galizano. Cada día rellena decenas de Documentos de Transporte de Cadáveres, que incluyen el crotal del animal, el número de la explotación y los datos del ganadero. Todos estos apuntes llegarán al Centro Sanitario Integral (CSI), que está en la localidad de Praves, en Hazas de Cesto. Allí llegan decenas de animales muertos (vacas, terneros, ovejas, cabras...) y los veterinarios toman muestras de las reses de más de 48 meses para descartar que tengan tuberculosis o encefalopatía espongiforme bovina el mal de las vacas locas.
Para hacerlo, cogen los animales de uno a uno con un brazo mecánico y, con un gran cuchillo les cortan la cabeza a degüello. De ahí extraerán una muestra del tronco del encéfalo, que llevarán a analizar a un laboratorio. Una de las responsables de este centro es Olga Pereda y explica que «casi siempre dan negativo, pero hay que hacer las pruebas por si acaso». Ese es el único mal que les preocupa ante la posibilidad de que el ganado muerto que les llega pueda servir de alimento para los buitres, y es que, si hubiera una vaca con una patología peligrosa podría contagiar a los carroñeros.
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