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ANA ROSA GARCÍA
Martes, 28 de junio 2016, 07:48
De los «nervios» del antes al «subidón» del después. En medio, un reencuentro lleno de emoción, de «lágrimas de felicidad», de la expresión de la complicidad más auténtica, una experiencia sin precedentes en la sanidad pública cántabra. Lo protagonizaron la tarde del domingo ... Rodolfo Castillo, un paciente tetrapéjico -consecuencia de un fatídito accidente de moto ocurrido hace 18 años- y 'Lobo', el pastor alemán convertido en sus manos, el pilar fundamental de su día a día, siempre al pie de su silla de ruedas o de su cama. Hace seis años que son uno.
Nunca se habían separado, pero una llaga en el sacro obligó a Rodolfo a ingresar en Valdecilla. «Iban a ser diez días, pero se ha ido complicando, y ya van dos meses», comenta. «Demasiado tiempo separados. Nos echábamos de menos el uno al otro». Por eso, apoyándose en la modificación de la ley que ya ha puesto en marcha el Gobierno cántabro, solicitó recibir la visita de su «media naranja». Y el hospital abrió por primera vez sus puertas a un perro de servicio. «El reencuentro fue impresionante. Me dio un vuelco el corazón cuando le ví. Me ha servido de terapia, he cargado las pilas», dice entusiasmado.
Los preparativos del momento habían generado «mucha expectación» en la planta, la quinta del edificio 2 de Noviembre -cirugía plástica y cardiovascular-. Los familiares de Rodolfo y el equipo de enfermería al completo quisieron ser testigos de la ansiada escena. Y 'Lobo', que ha sido adiestrado para hacer más llevadera la complicada vida de Rodolfo, dio una sorprendente lección de cariño y lealtad. El vídeo demuestra la adoración mutua.
A la puerta de la habitación, nada más ser liberado de la correa, el perro fue directo a la silla de ruedas, situada de frente. Olisqueó, inquieto. Solo unos instantes tardó en girarse y encontrar a su dueño en la cama, escondido bajo la sábana. Estalló entonces la alegría. «¡Cuánto tiempo...! ¡Que no te he abandonado!», le repetía Rodolfo, mientras el animal le lameteaba una y otra vez la cara, nervioso, buscando en el brazo de su gran amigo las caricias que tanto echaba en falta. «Se nos escaparon las lágrimas a todos», añade.
«Mi familia y mis amigos, que son quienes se están ocupando de él durante mi estancia en el hospital, me contaban que el perro estaba triste, más apagado. Fíjate cómo será que siempre duerme en casa o en el escalón de la puerta y desde que no estoy se queda tumbado en la rampa de acceso, hasta última hora de la noche, que ya entra», cuenta. Y es que para el animal, acostumbrado a suplir con su destreza las secuelas de la discapacidad, hasta el punto de que ha aprendido a dar el interruptor de la luz, a abrir los armarios, a extender la manta para tapar a su dueño, a alertar de la existencia de un bordillo o a recoger un objeto caído al suelo, estos meses han sido una larga espera 'sin trabajo'.
Hasta pronto
Tras el «feliz encuentro», no fue fácil la separación. «Se le han tenido que llevar tirando de la correa porque no se quería separar de mí, tiraba para la cama...». Aunque no tardará en volver. La Consejería de Presidencia y Justicia ha atendido la reivindicación que Rodolfo presentó hace un año, a través de la Federación Cántabra de Personas con Discapacidad Física y Orgánica.
«'Lobo' es un perro de servicio, es parte de mi vida, pero la ley solo permitía el acompañamiento en edificios públicos y privados y en servicios de transporte de perros guía. Sin embargo, también le necesito si voy en autobús, si entro a un restaurante o acudo a la consulta del médico», argumenta. Hace apenas una semana, el Ejecutivo anunció que presentará este año en el Parlamento una ley para modificar esa norma con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad. El proyecto de Ley será aprobado este verano por el Gobierno.
Por eso, Rodolfo no encontró impedimentos cuando planteó en el hospital la posibilidad de invitar a 'Lobo'. «Estoy muy agradecido a Valdecilla, donde desde el primer momento fueron todo facilidades. Los médicos me dijeron que estaba en mi derecho e incluso me preguntaron cómo no lo había pedido antes», explica. Su pionera experiencia sienta un precedente para el futuro del que podrán beneficiarse aquellas personas con discapacidad que, como él, necesiten del soporte canino. «Poder pasar este rato juntos te anima, es terapéutico también», dice, mientras alaba la «maravillosa atención» que recibe de enfermeras, auxiliares y celadores. «El trato es alucinante, da gusto». Rodolfo aún no sabe cuándo podrá volver a casa, pero cuenta con que la estancia será más llevadera si de vez en cuando viene a verle su compañero de fatigas.
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