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karen márquez
Lunes, 11 de julio 2016, 07:16
Un cartel en el que se lee Donaciones Ecuador. Cientos de bolsas de pasta, arroz, harina, azúcar. Latas de conservas, frascos de aceite, legumbres y otros productos no perecederos continúan desde hace meses guardados en la bodega del Banco de Alimentos de Cantabria, ... en Viérnoles. Su destino, las víctimas del terremoto que el pasado 16 de abril sacudió la costa del país sudamericano. El suceso, del que se hizo eco todo el mundo, logró que cientos de donantes hicieran llegar todo lo que podían para los damnificados. Los cántabros pusieron su granito de arena, pero algo pasó en el camino.
Las cajas de los productos están aún esperando ser transportadas. En ocho días se cumplirán tres meses desde el seísmo y los responsables del Banco de Alimentos de Cantabria, que fue el encargado de la recolección, dicen que no saben cómo transportarlos. Su presidente, Francisco Del Pozo, asegura que dio el «visto bueno» a la gestión realizada por una colaboradora de la institución, que se puso en contacto con una estudiante ecuatoriana de la Universidad de Cantabria. En la última conversación con ella, hace un mes, les comunicó que, por problemas de aduanas, el trámite estaba estancado. Desde entonces hasta hoy no se ha logrado concretar nada y la comida sigue en las estanterías.
Desde el Consulado General del Ecuador en Santander se muestran sorprendidos con la noticia. En declaraciones a este periódico, confirmaron que el correo que recibieron hace tres días con la pregunta sobre las donaciones fue la primera información que les llegó sobre el tema. «Ningún representante del Banco de Alimentos se ha puesto en contacto con nosotros», explicó el representante en Cantabria y Asturias, Rafael Bustamante.
En su día, la institución arbitró un sistema de acuerdos para transportar las donaciones recogidas hacia Madrid y que, desde allí, llegaran a Ecuador. El consulado se muestra dispuesto a prestar ayuda, pero menciona también que es probable que «ahora lo tenga que enviar el Banco de Alimentos a su costo». O sea, por su propia cuenta. Y ahí está el problema, porque el Banco trabaja con asociaciones sin ánimo de lucro y no dispone de fondos para un envío de esta magnitud.
Por su parte, desde el área de Cooperación Internacional para el Desarrollo del Gobierno de Cantabria afirman no conocer nada sobre el asunto. En la Consejería de Educación, Cultura y Deportes aclaran que «no están vinculados con las iniciativas de la ONG, porque no tienen nada que ver con el gobierno». Sin embargo, resaltan que la propia Consejería se comprometió en el pasado y apoyó en meses anteriores un evento en el que se recaudaron fondos para la causa. En concreto, lo recaudado en la taquilla de la sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria con motivo de la Gala del Folclore, que se llevó a cabo el 26 de mayo organizada por la asociación cultural PROA. Ese dinero que sí llegó a su destino fue destinado a las ONG que trabajaban con las víctimas y damnificados por el suceso. Una suma que se unía a los 100.000 euros enviados por otras ONG españolas en días pasados. El devastador terremoto de 7,8 grados dejó 659 fallecidos, más de 7.000 heridos y 30.000 ciudadanos damnificados.
Apoyo del Gobierno
Los cántabros que donaron miles de productos no perecederos al Banco de Alimentos de la región y que iban destinados a Ecuador pueden estar tranquilos. Los damnificados que dejó el seísmo el pasado 16 de abril los recibirán, aunque aún no hay fecha definida. El consejero de Educación, Cultura y Deporte, el socialista Ramón Ruiz, aseguró a este periódico que la Dirección General de Cooperación al Desarrollo, adscrita a su departamento, está dispuesta a echar una mano a la entidad.
«Hasta ahora no nos habían pedido ayuda. Una organización nos preguntó hace un tiempo por los medios para enviar ropa y lo pagamos. Por supuesto que podemos ayudar en el traslado», recalcó desde Polientes, con motivo de su presencia en el encuentro Astur-Cántabro. Estas declaraciones arrojan un rayo de esperanza al Banco de Alimentos, que aún no sabía el futuro de las diez toneladas que permanecen guardadas en su almacén. Sin embargo, parece que empieza a abrirse una salida. Los representantes de la organización explicaron que, aunque trabajan siempre para satisfacer las necesidades sociales que hay dentro de la propia región, hicieron una «excepción» al conocer el alcance del terremoto ocurrido en Ecuador.
Sus responsables se preocuparon de organizar la mercancía recaudada para las víctimas, pero al final no pudieron concretar su envío inmediato por falta de recursos. En su día, contaron con la disposición de una estudiante ecuatoriana de la Universidad de Cantabria que se postuló para gestionarlo, aunque su ofrecimiento no llegó a hacerse efectivo.
El presidente del Banco de Alimentos, Francisco del Pozo, se mostró ilusionado después de conocer la reacción del Ejecutivo. «Me parece estupendo que las autoridades quieran colaborar». Afirmó que siempre «solicitan ayuda a las entidades sin fines de lucro porque ellos están dispuestos a colaborar con los alimentos, pero no cuentan con los fondos para enviarlos». También lamentó que esta vez la gestión con la persona encargada «no haya sido completada» e insistió en que, a más tardar, el lunes se pondrá en contacto con Educación para concretar las acciones que permitan llevar a cabo el envío.
Desde Cruz Roja, entidad que tiene estrecha relación con el mismo organismo en Ecuador y más experiencia en envíos internacionales para misiones humanitarias, sostienen que son más partidarios de enviar dinero y no alimentos para evitar los gastos de transporte, que «suelen ser muy costosos». Es por eso que, tras producirse el terremoto, la organización transfirió una cantidad importante directamente al Cruz Roja de Ecuador porque «es mejor realizar un envío para comprar lo que se necesite en el mismo país», explica Alfonso Alonso, secretario autonómico de Cruz Roja en Cantabria.
Por un lado, se incentiva el comercio local y, por otro, se ayuda de forma más eficiente y eficaz. «Hay que enseñarle a la gente a donar, antes era un tabú pedir dinero pero eso es mucho más efectivo». Sólo en situaciones de emergencia, como la falta de agua en los sitios del desastre, la Cruz Roja suele embarcar en aviones plantas potabilizadoras de aua de nivel uno o dos. Estas son utilizadas para brindar el servicio de agua potable (dependiendo del tipo), para lavar, beber o ser utilizada en el área hospitalaria. Alonso afirma también que en este tipo de desastres naturales «mucha gente nacida en el lugar afectado se acerca a sus instalaciones para ofrecerse como voluntario». Sin embargo, con el dinero que cuesta movilizarlos entre 600 y 1.000 euros por los pasajes de ida y vuelta se pueden comprar «muchísimas cosas allí».
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