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La profesora María Esteban, responsable del contexto 'Barrio' (competencias matemáticas) del colegio Vital Alsar de Cueto (Santander), junto a dos alumnas. :
Una vida sin deberes

Una vida sin deberes

Los colegios que funcionan sin tareas reivindican un modelo basado en la motivación y el crecimiento personal

José María Gutiérrez

Lunes, 5 de diciembre 2016, 07:20

«Creemos que cinco horas de clase, en las que se participe de forma activa, son más que suficientes; los niños también necesitan tiempo libre para jugar y estar con su familia», asegura Fernando Diego. «Aquí no hay deberes, hay 'quereres', estamos para educar personas, no para formar máquinas matemáticas o científicas», expresa por su parte Nahúm Cobo. «No queremos deberes, el conjunto de acciones que hacemos en el centro nos lleva a no necesitarlos», explica David Viadero.

Los directores de los colegios públicos Vital Alsar (Santander), José Escandón (Soto de la Marina) y Los Puentes (Colindres) muestran la conveniencia de los innovadores proyectos educativos que desarrollan, alejados de convencionalismos -incluso juntan a niños de diferentes edades en las aulas- y refrendados por positivos resultados académicos y el estímulo que despiertan entre los alumnos.

«Aquellos centros que proponen una carga de deberes muy amplia no obtienen los resultados que cabría esperar de un trabajo tan intensivo. Los deberes no aseguran el éxito, cuidado con relacionarlos únicamente con el rendimiento escolar», avisa Viadero.

«Cada vez más estudios vinculan el 30% del fracaso escolar a una excesiva carga de trabajo en casa. Si desde Primaria tienen que hacer muchos deberes, cuando llegan al instituto están saturados, y este es un primer paso para el fracaso. Las notas de nuestros niños no creo que sean mucho mejores que el resto, pero tampoco son peores. Y lo que sí hay es una motivación muy grande por venir a clase, esa es la diferencia: cuando termina la jornada, no se quieren ir», reflexiona Diego. ¿Notan la diferencia cuando pasan al instituto, donde la carga de trabajo extra es notable? «No tienen problemas de adaptación, con los deberes tampoco, porque no están saturados de ellos, y además están acostumbrados a participar de forma activa en clase, porque durante años han tenido una relación más cercana con los profesores gracias a estos métodos con los que trabajamos», defiende el responsable del Vital Alsar.

En pleno debate nacional sobre la conveniencia o no de mandar tareas para casa, su adecuada proporción y su influencia en la formación de los alumnos y en la conciliación familiar, los colegios de Cantabria que educan sin deberes alzan la voz para contar que otro tipo de educación es posible.

Como cada año, los deberes se han colocado de nuevo en el centro del debate y han revelado un notable desacuerdo entre los distintos sectores de la comunidad educativa -padres, profesores, directores y Administración- y entre los componentes de un mismo sector. El debate se ha avivado aún más este curso por la huelga de deberes durante los fines de semana de noviembre que promovió la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (Ceapa), mayoritaria en la enseñanza pública y de la que forma parte el colectivo FAPA Cantabria. «Hacemos una valoración positiva de los resultados de la huelga, no tanto porque se hayan dejado de hacer deberes o no, sino porque el tema se ha puesto encima de la mesa, ha sido objeto de debate, ha salido en medios de comunicación de España y el extranjero...», afirma José Manuel Torre, vocal de FAPA.

Y para hacer sólida su reivindicación, ponen el ejemplo de colegios que ya funcionan con éxito sin ellos, que en Cantabria se pueden contar con los dedos de las manos. «Con nuestra metodología se podrían poner deberes, pero no queremos, es una filosofía del centro. Si los alumnos no han terminado un proyecto, me piden terminarlo en casa, pero es una decisión suya, nosotros no obligamos», relata Fernando Diego sobre el método que se desarrolla desde hace seis años en el Vital Alsar, basado en proyectos, talleres y contextos, no en libros que «nunca se acaban», y que persigue un crecimiento personal del estudiante en todos los ámbitos, no sólo el cognitivo, también el emocional y el social. «Intentamos educar en la diversidad a través de un currículo abierto, flexible e integrador, que permita a los niños y niñas ir construyendo sus propios mecanismos y experiencias de aprendizaje, teniendo en cuenta que cada cual es como es y no como nos gustaría que fuese», relata Diego.

Por ello, la educación emocional, el fomento de la creatividad y de las cualidades artísticas y el desarrollo de un espíritu crítico, solidario y respetuoso con el medio ambiente son algunas de las principales señas de identidad de una fórmula de enseñanza que ha encontrado una positiva respuesta por parte de las familias: hace siete años, el Vital Alsar apenas tenía 19 niños, lo que estuvo a punto de provocar el cierre del colegio; hoy en día cuenta con 73 alumnos de Infantil y Primaria.

Proyectos y aula taller

Más tiempo -diez años- lleva el colegio Los Puentes apostando por una fórmula que se apoya en dos grandes metodologías: los proyectos y el aula taller, que suponen una modificación de los espacios habituales en los que se trabaja y de los medios por los que los niños acceden a los conocimientos, «pero esto no quiere decir que dejemos de hacer el currículo, solamente que lo organizamos y lo presentamos a los niños de forma diferente», detalla Viadero.

Los profesores elaboran su programación curricular al principio de curso ajenos a los libros de texto de una editorial, porque «no queremos ceder el derecho que tenemos a elaborar nuestros propios materiales y nuestra forma de enseñar. Nosotros preferimos seguir guardando ese control», explica el director del centro, que cuenta con 213 alumnos.

En función de esta manera de trabajar, «no tendría mucho sentido» que los estudiantes no tuvieran también esa capacidad de actuar sobre su propio conocimiento, de ahí la apuesta por el aula taller y los proyectos, que permiten a los alumnos «contribuir a su aprendizaje desde sus propias aportaciones, siempre con la ayuda del docente». Y tampoco tendría sentido plantear «deberes cerrados». «Eso de un bloque de tareas obligatorias, de ponerse delante de un folio durante horas, no cuadra con nuestro proyecto, las acciones que hacemos en las aulas nos llevan a no necesitarlos: el trabajo diario lo pueden solventar en el centro perfectamente y si les quedan cosas pendientes, pues entonces sí las hacen en casa, pero investigando, buscando información...», dice Viadero.

Estímulos

El colegio José Escandón, con 290 estudiantes matriculados, está inmerso en pleno proceso de cambio del modelo educativo, que se inició a mediados del curso pasado cuando Nahúm Cobo llegó a la dirección. Y entre las modificaciones están las tareas escolares y las actividades fuera del centro, que distan mucho del modelo tradicional. «Aquí no hay deberes, sino 'quereres', es algo complementario a lo que se trabaja en clase y con el requisito de que puedan participar las familias, pero no haciendo las tareas a los niños, no tiene nada que ver», señala. ¿Un ejemplo? «Si trabajamos un proyecto de arte, pues que los niños les propongan visitar un museo; si trabajamos el conocimiento de la naturaleza, pues pretendemos que les planteen visitar un zoo o hacer una ruta por el monte que han descubierto en clase», responde.

«Hay un número infinito de actividades que se pueden compartir en casa que son mucho más valiosas que cualquier tarea programada. Si un centro establece tareas repetitivas, primero en clase y luego en casa, vamos a conseguir una máquina, pero los colegios estamos para educar personas, no para formar maquinas matemáticas o científicas», reflexiona.

El director considera que la repetición no desarrolla el espíritu crítico ni resuelve problemáticas, tareas que considera «imprescindibles». «Nosotros buscamos un desarrollo de la globalidad de la persona, dar oportunidad a las alumnos para que sean ellos los protagonistas de su proyecto de vida». Para ello, Nahúm Cobo apuesta por el fomento de los estímulos como eje de la docencia. «En el colegio se les ofrecen diferentes proyectos que les puedan parecer interesantes y que les susciten esa curiosidad que tienen innata para que cuando lleguen a casa tengan esa necesidad de realizar actividades lúdicas, vivenciales, conectadas con la realidad, que están ampliando y reforzando los mensajes que les transmitimos en clase», explica. «Si un niño tiene un motivo para hacer algo, va a dedicar el 100% de su esfuerzo a ello», concluye.

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