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Pilar González Ruiz
Miércoles, 1 de febrero 2017, 13:22
"Estaba realmente asustado, pero ha salido bien, que es lo que todos queríamos". Así recuerda Francisco del Piñal el principio y final de la historia que ha llevado a Marius Constantin Carp al quirófano del cirujano cántabro en Mompía.
En nochevieja, este vecino de Zalla (Vizcaya), salió con algunos amigos a celebrar el final del año y, al encender un petardo, le estalló en su mano derecha. "Reventada", así quedó la extremidad según sus propias palabras.
Tras la pertinente visita a Urgencias, Carp fue derivado al Hospital de Cruces. Las siguientes dos semanas las pasó ingresado, con lo que quedaba de su mano "enterrada" en el abdomen, una técnica impactante destinada a preservar los tejidos mientras se decide qué hacer. Las opciones eran limitadas: construir una "pincita pequeña con los cachos que me quedaban", recuerda. "No había más". Pero el boca a boca le acercó a otra solución.
Alguien mencionó al doctor Piñal, cuya fama como cirujano especializado en este tipo de lesiones, hace tiempo que es notable. Tras acudir a su consulta, Marius se encontró con que a sus 28 años, no estaba todo perdido. Tendría una "mano de ayuda".
"Lo que plantearon en Cruces es lo normal y está bien hecho, pero nosotros trabajamos en otra línea", dice Del Piñal. Esa línea implica colocar los dedos de los pies del paciente en la mano dañada. Una técnica que el especialista domina, pues lleva ya unas 450 operaciones similares, con una tasa de éxito del 99%, aunque "unas trascienden y otras no tanto", señala.
Quince días y dos operaciones de dieciséis horas después, Marius tiene opciones de recuperar, en gran medida, su vida normal. De poder valerse por sí mismo. De no tener nada a tener muñeca y poder agarrar cosas, dice con emoción.
En una primera operación, ha explicado, el equipo quirúrgico que ha dirigido ha dado "cobertura" al muñón y le han puesto el dedo gordo de uno de los pies "en el sitio del pulgar". Y en una segunda operación
se han cogido del otro pie "el segundo y tercer de
do, también con los metatarsianos, para que tenga oposición, de tal manera que el operado va a tener lo que llamamos una pinza de trípode, porque tiene dos dedos y el pulgar"
Del Piñal habla con entusiasmo de esta y del resto de intervenciones que aborda día a día. "Cada paciente es un caso distinto y para él es la oportunidad de que le salga bien o mal". Por eso trata de ponerse en el lugar de cada una de esas personas que se enfrenta a una situación traumática.
Sus operaciones incluyen una elección; quitar los dedos de los pies para ponerlos en la mano. "Esto -explica- es como una negociación contigo mismo. Vas a perder pero puedes ganar". Temporalmente es necesaria una adaptación a la nueva situación, pero "el beneficio supera con creces el problema" para el paciente. "¡Tengo algunos que corren maratones!", añade.
el doctor piñal
el doctor piñal
En el caso de Marius Constantin Carp, ambos sabían lo que podían lograr. En otros, hay que hacer entender al paciente que no volverá a tener una mano normal, aunque la ciencia avanza y Del Piñal no descarta que llegue a ser posible. Cuando los inmunólogos logren controlar los problemas derivados de colocar una mano "donante", esto es, de un cadáver, ese objetivo estará más cerca.
Mientras tanto, el quirófano es su campo de batalla, en el que tiene que tomar infinitas decisiones. "Cuando ha habido un accidente nadie te pone por escrito como han quedado las cosas, no hay un mapa. Tienes que ir improvisando a partir de tus conocimientos", destaca.
Con Marius ya dado de alta y camino de la recuperación, Piñal se siente satisfecho y concluye: "Si a mí me operasen, me gustaría que lo hicieran con la misma dedicación con la que yo lo hago".
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