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Gonzalo Sellers
Viernes, 10 de febrero 2017, 12:12
Cantabria se está japonizando. El término lo utilizó esta misma semana José Luis Escrivá, presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), para referirse a España y a su acercamiento al modelo social del país oriental. Los japoneses envejecen y su economía se estanca ... mientras se resignan a aceptarlo y el Gobierno no encuentra fórmulas para revertir la situación. Esto ya está pasando aquí también. Desde hace ocho años existe una involución demográfica, acentuada desde 2011, que puede provocar importantes problemas económicos en un futuro no muy lejano.
A Cantabria le han salido muchas arrugas desde hace cinco años. La pirámide poblacional se ha ido invirtiendo, año tras año, hasta dejar un par de datos más que inquietantes. El primero es que hay mucha más gente mayor a pesar de que la población total ha mermado. En la comunidad viven 10.915 personas menos que en 2011 y, sin embargo, los cántabros con los 65 años ya cumplidos son 9.391 más que entonces. Su trozo de tarta demográfica es un 2% más grande. En sólo cinco años.
La segunda revelación tiene que ver con la emigración. Se ha hablado mucho en los últimos tiempos sobre la fuga de jóvenes empujados por la crisis. Las cifras facilitadas por el Icane no explican si esa es la razón, pero los datos son irrefutables: Cantabria ha perdido 22.700 habitantes entre 25 y 35 años desde 2011. Una sangría que ha hecho adelgazar un 2,4% a la franja media de la pirámide poblacional.
Este fenómeno, más atenuado, lo sufre también España. El Instituto Nacional de Estadística (INE) calcula que dentro de medio siglo los españoles mayores de 64 años serán 14 millones, frente a los 9 millones actuales. Un envejecimiento sin freno que pone en jaque el actual sistema de Seguridad Social y pensiones. Escrivá dibujó un escenario muy pesimista si el país bajaba hasta los 44 millones su población y la tasa de ocupación no superaba la registrada antes de la crisis. A partir de estos supuestos, el gasto en pensiones alcanzaría un importante 14,3% del PIB en 2050 y haría aún más difícil la viabilidad del sistema.
En Cantabria, por ejemplo, esas condiciones no son ni mucho menos utópicas. Al problema demográfico hay que sumarle una más que evidente dificultad para recuperar la economía, aunque sí se perciben ciertas mejoras. La tasa de empleo está en el 49% y ha crecido por primera vez desde 2007, cuando tocó su techo histórico con el 54%. Y el PIB se ha incrementado un 4,7% en los últimos cinco años, aunque todavía no llega a los niveles de 2008.
Es decir, a la comunidad todavía le queda camino para regresar al escenario precrisis. Recuerden el caso de los japoneses. Cantabria se hace vieja y la economía está resentida. Sólo falta por saber si nos hemos resignado igual que ellos.
Para que no sea así, el doctor y profesor titular de Economía de la Universidad de Cantabria, David Cantarero, considera urgente un Plan Estratégico participativo que analice para Cantabria los efectos económicos y sociales del envejecimiento en las políticas de gasto público. Con varios objetivos: «Acercar el índice de fecundidad progresivamente al promedio europeo (1,59 hijos), ayudar y bonificar fiscalmente la conciliación laboral y la olvidada protección familiar, así como fomentar un envejecimiento activo y saludable, entre otros».
El Gobierno de Cantabria comenzó el año pasado a trabajar en un plan estratégico sobre el cambio demográfico, con el objetivo de hacer frente al actual «declive» poblacional, por la caída de nacimientos y el incremento de la esperanza de vida, anunció la vicepresidenta, Eva Díaz Tezanos. De momento, no se conocen más detalles de este documento.
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