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Violeta Santiago
Miércoles, 22 de febrero 2017, 07:09
Cuando hace siete años Diego cumplió los 50, Sáenz de Buruaga le regaló una corbata. Ella alcanza esa edad redonda este año, pero es más que probable que ya no cuente con recibir un obsequio de quien fue en los últimos 13 años su jefe, un estrecho compañero de trabajo y un cercano amigo. Nacho y María (como les llaman en el partido) no han sido esa clase de amigos que quedan para cenar a menudo o que salen de escapada de fin de semana con sus parejas o en pandilla. Eran amigos de los que compartían objetivos. De los que se respaldaban ante el resto cuando uno de ellos daba una directriz.
Un tipo de amistad que, en algunas personas, puede ser inquebrantable de por vida. Aunque no ha sido así en el caso de María José Sáenz de Buruaga (secretaria general del PP cántabro y candidata al próximo Congreso) e Ignacio Diego (presidente del PP y, desde ayer, también candidato). Ambos han tirado por la borda su relación de equipo de estos últimos años. Carpetazo total. Para algunos, una gran sorpresa. Para los más allegados a cada uno, no tanto, porque desde el verano había indicios de que ya no se miraban exactamente con la misma mirada e, incluso, se miraban de reojo.
La política, que es muy dura, explica un afín del presidente. Sin embargo, la política siempre fue dura y ellos siempre habían sabido entenderse. Quizá porque los dos llegaron a la sede del Partido Popular desde la periferia: uno desde El Astillero y otra desde Suances. Quizá porque sin ser coetáneos y habiendo sentido la llamada de la acción pública uno desde su condición de profesor de Formación Profesional y otra desde el Derecho, convergieron de repente en un partido que necesitaba renovación y tuvieron los arrestos para protagonizarla. Corría 2004 e Ignacio Diego sustituyó en la Presidencia de la organización a José Joaquín Martínez Sieso, al que se dio salida en la lista al Congreso de los Diputados. Ella relevó a Francisco Javier Rodríguez Argüeso en la Secretaría General.
«Tándem bien engrasado»
Diego se asoció con Sáenz de Buruaga porque la vio como una mujer «muy trabajadora, inteligente y que podía aportar mucho, como así ha sido», relató ayer un significado miembro del partido amigo del presidente. Una segunda voz dice que a Diego le impresionó gratísimamente una joven diputada que manejó con enorme solvencia en el Parlamento todo lo referido al Plan de Ordenación del Litoral cuando él aún era alcalde de El Astillero. Esta persona recuerda que Buruaga «bordó» un debate parlamentario y «Nacho se dio cuenta ahí de que era una persona de gran capacidad».
Conexión
Diego vio en Buruaga «a una mujer muy trabajadora, inteligente y capaz de aportar mucho»
Partido
En 2004, el presidente del PP sustituye a Sieso y la secretaria general, a Rodríguez Argueso
Oposición
«Ella fue el alma hacia adentro», dicen unos. Pero él también se preocupó «muchísimo» del partido
Ruptura
La clave está en «preguntarse quién de los dos cometió el primer error», apunta una edil
Gobierno
Los desencuentros empiezan al gobernar «Él se quemó y ella mantiene una buena imagen»
Futuro
El PP está «preocupado» porque la contienda se inició cuando dos amigos se perdieron la fe
Pensó, señala una más, que podía encajar con él, que también es un trabajador «incansable, al que a veces cuesta seguir» y un tipo tenaz, con determinación y con las ideas claras. Desde entonces, Nacho y María funcionaron como «un tándem» bien engrasado, según todos los compañeros y/o amigos consultados. Con las funciones más o menos claras o más o menos repartidas. «Distintos y complementarios». Unos dicen que iban «al unísono» en el trabajo y utilizan las palabras de «trato próximo», «cordial», «correcto», «de gran confianza» para describir el vínculo personal. «Nunca vi entre ellos síntomas preocupantes, o de ruptura. Eran un equipo», dice un cargo del partido. «Podían tener sus matices en algunas cuestiones, pero la confianza era tan grande que acababa prevaleciendo ésta si había algún roce y no se lo tenían en cuenta», apunta uno más. «Total sintonía», remacha otra.
En este clima cruzaron el erial de la oposición, los ocho primeros años de presidencia de Miguel Ángel Revilla (2003-2011), dos legislaturas especialmente dolorosas para los populares, toda vez que Revilla había sido aliado suyo y gobernado con ellos en dos legislaturas anteriores. Fueron años en que recorrieron muchos municipios y se volcaron en el partido. Aunque en este punto, las versiones de sus compañeros consultados difieren: unos cuentan que ella fue siempre el alma máter «hacia dentro» porque le tiraba menos la exposición pública. Otros dicen que él llevó el peso de la oposición y también tuvo tiempo para ocuparse «muchísimo» de lo interno a pesar de que muchos compañeros le recomendaron en infinidad de ocasiones que, en calidad de presidente, no se enfangara «con los asuntos feos» o desagradables.
2011 es año de inflexión. El PP logra mayoría absoluta en las elecciones y, en la euforia que recorre el partido de arriba a abajo, a nadie se le olvida que ha sido María José Sáenz de Buruaga quien ha dirigido la campaña. Ignacio Diego se convierte en presidente del Gobierno cántabro y la designa vicepresidenta y consejera de Sanidad para que no queden dudas. En este cargo, la secretaria general del PP asumió el reto gigantesco que le pusieron sobre la mesa: acabar el hospital Valdecilla, sí o sí, en tiempos de recorte económico.
Es en la etapa de gobierno cuando empiezan los desencuentros. Cuenta una colaboradora de María que ella es muy rigurosa, concienzuda en todo lo que hace, «y él es algo más bardal». «Él es más personalista y ella más de trabajar en equipo». Entre 2011 y 2015, Ignacio Diego hubo de torear con los peores años de la crisis económica y lo hizo haciendo gala de austeridad y dando ejemplo en todo lo que tuvo que ver con la política fiscal. Se atuvo a las normas que le marcó el gobierno nacional y esto no siempre fue bien entendido en Cantabria. Y a esto tuvo que sumar que fue noticia en varias ocasiones por sacar su lado más visceral, como el día que arrancó en el hospital Sierrallana unos carteles o el momento en que pisoteó el puro que Revilla dejaba en una ventana del Parlamento antes de entrar en el edificio.
«Imagen deteriorada»
Estas «situaciones» de rabieta, que se difundieron urbi et orbi hicieron que «se deteriorase mucho» su imagen como gobernante, afirma una miembro del partido que, sin embargo, no cita expresamente los incidentes «por respeto» a quien sigue siendo su presidente. Eso sí, no oculta que le considera «quemado» para seguir al frente de la rganización. «Y somos muchos los que pensamos así». «María, por el contrario, ha gobernado, ha tenido que tomar iniciativas difíciles con Valdecilla y en Bienestar Social y no se ha quemado. Mantiene una buena imagen porque toma decisiones y las comunica bien», defiende. En la cancha contraria, nadie pone esto en duda. Lo que se discute es la supuesta falta de lealtad de la candidata a la hora de pergeñar una candidatura alternativa de la que «su amigo Ignacio Diego» no sabía nada.
Cuando el PP gana de nuevo las elecciones en 2015 y, al tiempo, se queda sin gobierno por la enemistad declarada entre Revilla y Diego, empiezan los interrogantes. El principal:«¿Seguirá Ignacio Diego?» No son pocas las voces que le creen amortizado y que se requiere un cambio de ciclo. Y, desde este punto, todas las versiones entran en terreno resbaladizo porque se mezcla todo: lo profesional, lo personal y lo político, como ocurre en cualquier entramado humano cuando algo se tuerce. Porque hay amigos y también amigos de amigos. E intereses laborales, de futuro. «La pregunta que hay que hacerse es ¿quién de los dos cometió el primer error?, ¿él o ella?», cuestiona una concejala. Hay quien está seguro de que el primer traspié lo da él, que en la misma noche electoral lo da todo por perdido y deja entrever que tira la toalla para, con el paso de los meses, reconsiderar su primera opinión. Hay quien, por el contrario, la señala a ella como «una traidora impresentable» por haberse postulado a espaldas de él, algo que su entorno niega de forma rotunda donde, aseguran, «María José es persona de principios».
Todos saben, por otro lado, que en la ecuación a despejar tiene un gran peso el ministro Íñigo de la Serna, ahora en Madrid, pero siempre con un ojo en Santander. De la Serna y Diego nunca conectaron y se intuye que Sáenz de Buruaga tiene la suficiente experiencia como para no tirarse a la piscina sin conocer de antemano si había suficiente agua. «¿El PP nacional quería un cambio de rumbo y consideraba ya amortizado a Diego?». Dos populares (de uno y otro lado) dejaron ayer esta pregunta sin respuesta porque ahora está en juego el futuro del partido y les «preocupa». Lo que enfrenta el PP es una contienda que se inició porque dos amigos y estrechos colaboradores perdieron la fe y la confianza el uno en el otro.
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