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Las condiciones meteorológicas eran prácticamente las mismas y la situación de sequía un calco, sin embargo, esta vez Cantabria se ha librado -salvo algunos casos aislados y localizados- del fuego. No es casualidad ni buena suerte. Las personas que trabajan cada día sobre ... el terreno tienen claro cuál es el principal motivo por el que la ola de incendios que el pasado fin de semana afectó a gran parte de Galicia y la zona más occidental del Principado de Asturias no se extendió también a la región. «Si no nos ha afectado es solamente porque los pirómanos no han querido», explica Chaory Campuzano, integrante de una cuadrilla forestal en Cabuérniga y delegada del Comité de Empresa por UGT.
Felipe González, responsable de la asociación ecologista SEO BirdLife, y Javier Espinosa, jefe del Servicio de Montes del Ejecutivo autonómico, coinciden en esa teoría. Porque la práctica totalidad de los focos que se detectan a lo largo del año son intencionados y muchas veces por intereses relacionados con la ganadería o la caza. Cuanto más matorral y monte arda, más pastos se generarán en primavera y, en consecuencia, también habrá más espacio disponible para estas actividades. Campuzano está convencida de que «por eso ahora no tiene ningún sentido dar lumbre a un monte que estaría negro y abrasado hasta mayo, que es cuando vuelve a crecer la hierba». O lo que es lo mismo, que los incendiarios son malos, pero no tontos. Al contrario, conocen el terreno tan bien como las cuadrillas que intentan poner remedio a su afán destructor. Esto también explica por qué la estadística afirma que el periodo en el que se concentra la mayor proporción de fuegos es entre enero y abril.
Esa es la regla, pero el hecho de que entre el viernes y el domingo se tuviera constancia de una decena de incendios en distintas localidades de Campoo, Valderredible y Liébana confirma que siempre hay excepciones. «Es verdad que aquí no hemos tenido los problemas de Galicia, pero no será porque algunos no lo han intentando. Se han producido fuegos, pero por suerte no han sido muchos y no se ha producido el efecto llamada de otras ocasiones que anima a los pirómanos a actuar», cuenta Espinosa, quien también señala que como todavía hay muchas vacas en los pastos comunales, los ganaderos que tiran la cerilla -aunque afortunadamente son una minoría, las condenas dicen que este es el perfil de la mayor parte de los pirómanos- prefieren esperar y no correr riesgos. Sí lo hacen en las tres comarcas donde estos días ha habido incendios. Allí, esta actividad primaria es la excepción.
1 La mayoría de los incendios son provocados para generar pastos y en esta época esta técnica no es útil para la ganadería.
2 La cantidad de bosques alóctonos de eucaliptos o pinos, que arden con mayor facilidad, es mucho menor.
3 Al registrarse pocos fuegos en la región no se produjo un efecto llamada que anima a muchos pirómanos a actuar.
«Aunque haya épocas más propicias, al final se quema cuando puede arder y hay condiciones propicias. Es decir, cuando aparece el viento sur. La prueba es que esta primavera ha habido muchas suradas y ha aumentado mucho el número de incendios», afirma González recordando el episodio de la Navidad de 2015. Entonces, ese viento fue lo que animó a muchos incendiarios a actuar. Desde SEO Birdlife señalan que aunque los fuegos que se producen en esta época del año en el sur de Cantabria son poco numerosos, suelen ser muy dañinos. El de Bustasur en 2005 -allí estos días también han tenido que trabajar los servicios de extinción- o el del Monte Hijedo de 2015, lo demuestran.
Además, González pone el acento en otra explicación: la disposición del territorio. En Galicia y la parte occidental de Asturias prácticamente no quedan pequeñas ganaderías y bosques autóctonos. Esos espacios se han sustituido por plantaciones de pinos y eucaliptos que generan un matorral muy denso. Eso es «una inmensa masa de combustible» en la que el fuego penetra de forma mucho más fácil.
A ello se une la existencia de una «cultura del fuego» muy extendida: «Se quema porque no entra el ganado por la cantidad de matorral, por enemistades con el propietario de la plantación, porque algunas personas consideran que está poco cuidado y esa ha sido la forma tradicional de limpiarlo...». Y otras veces, simplemente, por hacer daño. En cambio, salvo en la zona litoral y en el límite con Vizcaya, Cantabria conserva aún mucho bosque autóctono y explotaciones de vacuno dispersas. Esas zonas abiertas actúan como freno natural a las llamas.
En cuanto al número de efectivos en las cuadrillas, Campuzano señala que aún falta mucho para que se recuperen las cifras previas a la crisis, pero «este año se ha cumplido el compromiso de incorporaciones» y se mantienen 32 cuadrillas todo el año, algo que no tiene «casi ninguna comunidad autónoma».
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