Cantabria protagoniza el mayor desplome de los nacimientos de Europa desde 2008
La caída llega al 49% hasta 2023, según el informe de Funcas. En la región, nacen mil bebés menos al año que hace una década
Los nacidos en 2008 y 2009 fueron de las últimas generaciones más numerosas de Cantabria. Como anécdota, las fotografías de las graduaciones de la ESO ... de este año, así como de sus viajes de fin de curso, dan buena cuenta de ello. Pero en las siguientes promociones, las cifras han ido cayendo de forma progresiva –solo en los últimos años se aprecia cierto repunte en los partos, pero insuficientes para compensar el desplome acumulado–. Y ahí van los datos más recientes. En 2024, nacieron en Cantabria 3.372 bebés, que son 1.193 menos que los que vinieron al mundo justo diez años antes. Pero si se echa la vista aún más atrás, el resultado es la conclusión que aportó este jueves el análisis de Funcas, publicado con motivo del Día Mundial de la Población: Cantabria es la región de España y de toda Europa que protagoniza la mayor caída de la natalidad entre 2008 y 2023. Nada más y nada menos que una diferencia del 49%. Por seguir con el ejemplo escolar, cuando los nacidos en 2023 terminen el instituto en sus orlas habrá la mitad de compañeros que en las de este último curso.
El informe cifra el descenso de la natalidad en España en el periodo analizado en el 38%, el tercer dato más negativo de toda la Unión Europea –solo lo superan Letonia (con una caída del 41%) y Grecia (40%)–, pero el repaso detallado por comunidades marca el mayor batacazo en el norte, donde se encuentran las tasas de envejecimiento poblacional más altas del país. A escasa distancia de los cántabros, que son los peor parados en la comparativa, se sitúan los asturianos, con un 45% menos de nacimientos, seguido de riojanos (43%) y castellano-leoneses (41%). También los gallegos acumulan un 40% de caída. En total, quince comunidades y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla se incluyen en la lista de las 50 regiones europeas (de un total de 220 con datos) con los descensos más llamativos desde 2008. En total, la cifra de nacidos en España apenas supera los 300.000 al año, la mitad que en la segunda mitad de los años setenta del siglo pasado.
En los 15 años transcurridos desde el inicio de la Gran Recesión hasta el último año completo con datos disponibles (2023), el análisis muestra que la cifra de nacimientos se redujo en 22 de los 27 países de la UE.
«En las próximas décadas, España, como buena parte del mundo, experimentará una transformación demográfica sin precedentes», como explica la directora de Estudios Sociales de Funcas, María Miyar. Y Cantabria, a la luz de los datos, ya está en posición de encabezar ese cambio.
¿Cómo ha llegado a esta situación? Como experta también en Sociología, María Jesús Cabero, jefa de Pediatría del Hospital Valdecilla, tiene más que estudiados los motivos que han lastrado la natalidad regional, pese a que en el último ejercicio –recuerda– «vimos un aumento del 3%-4%, que podría hacernos pensar que ya hemos tocado suelo». Pero es cierto, añade, que «cuando se analiza un periodo largo, como es el caso, ese preocupante descenso es una realidad en Cantabria», donde se da la 'tormenta perfecta' para que la idea de tener hijos pierda fuerza.
«Por una parte, esta tendencia responde a los cambios sociales. A diferencia de generaciones anteriores, se priorizan los estudios sobre la maternidad. Y tenemos más porcentaje de mujeres universitarias. Eso, sumado a la inestabilidad laboral –y a la de las propias parejas también–, más las dificultades para acceder a una vivienda e independizarse, hace que se retrase la edad a la que te planteas tener un hijo», explica la pediatra. En la actualidad, la media para estrenar maternidad está por encima de los 32 años. Y eso lleva directamente al segundo argumento que apunta: la media de hijos por mujer está en 1,08 en España. Se decide tener hijos más tarde, «también porque hay un mayor acceso a anticonceptivos con respecto a nuestros padres y abuelos», destaca, y se tiene menos descendencia. Las familias súper numerosas son excepcionales.
Las cifras
3.372 nacimientos
se registraron en Cantabria en 2024, año en el que se apreció un repunte
322.034 es la cifra
de nacidos en España el año pasado, casi la mitad que a finales de los setenta.
«También hay menos presión social con la maternidad; hace años parecía que se nos cuestionaba si no teníamos hijos, ahora en cambio no es así, hay más individualismo y ha ganado peso la cultura del ocio», precisa Cabero. Todo eso puede condicionar el hecho de dar el paso de formar una familia y complicar las posibilidades de conseguirlo de forma natural cuando se ha demorado demasiado la decisión. Con frecuencia se retrasa tanto el momento que, cuando se quiere, el reloj biológico empuja hacia tratamientos de fertilidad, con los riesgos y el desembolso económico que puede conllevar especialmente si se hace por la vía privada. Otra razón que reduce la posibilidad de hermanos.
Pero es que «después viene la segunda parte, la de las dificultades de conciliación. Antes, teníamos a los abuelos para cuidar de los niños, hoy en día hay abuelos que aún están trabajando. Yeso para los que los tienen a los padres cerca, porque no hay que perder de vista que muchos jóvenes cántabros muy bien preparados acaban trabajando en otras comunidades –de contribuir a las cifras de natalidad, lo hacen allí donde residen– e incluso en el extranjero porque aquí no tienen salidas. El factor laboral es clave», precisa. «Cuando se habla de la España vaciada por el despoblamiento es sinónimo de baja natalidad. En Cantabria, se ve en zonas como Vega de Pas, Liébana o Campoo», añade.
Además, si la inmigración es la que ayuda a frenar el desplome de la natalidad, especialmente por parte de latinoamericanos, rumanos o moldavos –la media en el colectivo es de 1,59 hijos por mujer–, «en la región el porcentaje también es menor que en otras comunidades». Y eso, a la larga, repercute en las cifras globales.
Desde Funcas advierten de que la persistencia de tasas de fecundidad inferiores al nivel de reemplazo provocará una «notable reducción» de la población activa y afectará a los sistemas de pensiones, sanitario y de atención a mayores dependientes, así como al mercado de la vivienda.
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