Secciones
Servicios
Destacamos
MIGUEL ÁNGEL ALFONSO
Miércoles, 29 de noviembre 2017, 10:13
«La sociedad siempre necesita un móvil para cada crimen, un motivo. Pero cuando este no existe, la sociedad se queda huérfana». La reflexión es de Javier Urra, psicólogo forense promotor de la Ley Menor de 2001. Se refiere precisamente al primer caso en el ... que esta se aplicó, el de José Rabadán, que a sus 16 años se convirtió en ‘el asesino de la catana’ después de matar a su padre, su madre y su hermana mientras dormían. 17 años después del mediático crimen, el canal en abierto DMAX estrena ‘Yo fui un asesino’ (esta noche, a partir de las 22.30 horas). Un documental de dos capítulos del género ‘true crime’ en el que Rabadán, que reside en Cantabria desde hace una década, dará la cara para intentar explicar los motivos que le llevaron a matar a sus familiares.
Convencerle para ello no ha sido fácil. Ahora lleva una vida normal en Santander, está casado y tiene una hija. Además, pertenece a la Iglesia Evangélica de la capital cántabra, cuyo pastor, Julio, le ha ayudado en su rehabilitación. «Es muy duro salir del anonimato en el que vive, volver a dar la cara, sobre todo para su mujer y su hija. Contactamos con él hace dos años, a base de acercamientos. José se ha decidido finalmente a aparecer porque espera que su historia sirva para otras personas. Él está rehabilitado y lleva una vida normal en Cantabria», explica a este periódico el director del documental, Juan Moya, que entrevistó a Rabadán durante más de diez horas.
– ¿Qué sensación le transmitió?
– Ha habido momentos de todo tipo. Al principio teníamos cierta aprehensión, fue como una montaña rusa. Por un lado ves a un chico educado, amable y afectuoso, un tío normal. Pero al día siguiente hablas con un policía que te describe la escena de aquel crimen y te vuelven las dudas. Esa sensación se transmite en el documental.
Además de la entrevista, ‘Yo fui un asesino’ reconstruye el caso exponiendo los hechos ocurridos en los momentos previos y posteriores al asesinato, intercalando el testimonio de Rabadán con los de las personas que se han cruzado en su camino a lo largo de su vida: familiares, vecinos, psiquiatras, abogados, policías, periodistas… Personas que se han mantenido en silencio todo este tiempo.
«Piensa que fue el primer gran caso del milenio, un crimen moderno; ya no era un suceso por lindes o celos de la España profunda. Era un chaval afectado por los chats, las lecturas satánicas, los videojuegos… Condicionantes que nunca habían aparecido antes. Su padre era severo, de la época, pero no había malos tratos. No había nada que le empujara a acabar con su familia. Nos hemos ido metiendo en la mente de una persona que cometióntinatura como este. Hemos querido plantear el mayor número de preguntas posibles para que el espectador haga su composición», añade Moya.
– Será difícil verlo sin prejuicios.
– Muy difícil, pero hay que intentarlo. Nosotros hemos vivido en persona todas esas sensaciones que puede sentir el público cuando se acerca al caso. Hemos convivido con él sin saber si estaba rehabilitado o no. Al principio tampoco nos entraba en la cabeza cómo podía tener pareja, una hija… Ya hemos escuchado eso de ‘¡a un asesino no hay que entrevistarle!’. ¿Por qué no? ¿Nadie tiene curiosidad por hacerle una pregunta? No podemos entrar en ese punto, es como cuando criticaron a Jordi Évole por entrevistar a Maduro, es pura curiosidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.