

Iberdrola comienza a instalar los molinos en El Escudo tras superar los juicios pendientes
La primera torre llegó al parque eólico la pasada semana y la previsión es que los 24 aerogeneradores del proyecto estén ya listos en medio año | La Justicia confirma que la declaración ambiental se hizo de forma correcta, lo que cierra ya todas las causas judiciales
Los ingenieros que están dirigiendo los trabajos verán la explicación excesivamente simple, pero se podría decir que la construcción de El Escudo, como la del ... resto de parques eólicos, se divide en tres partes. Primero, las máquinas preparan el terreno y construyen los caminos para permitir el movimiento por el monte. Después, se excavan los enclaves en los que se instalarán las torres y se hormigonan las bases sobre las que se asentarán. Y por último, se levantan los aerogeneradores y se ensamblan todas las piezas que los componen antes de ponerlos a funcionar.
En esa última fase ha entrado ya el proyecto que promueve la empresa local Biocantaber en colaboración con Iberdrola Renovables. El viernes de la semana pasada llegó, por piezas, el primero de los 24 molinos. Un hito constructivo que coincide con otro legal:la victoria judicial en el último de los contenciosos que abrieron diversos colectivos e instituciones para intentar parar su ejecución. En este caso, el que inició la Plataforma para la Defensa de la Coordillera Cantábrica (PDCC) contra la autorización administrativa previa que logró el parque al entender que su declaración de impacto ambiental contenía errores, algo que ha rechazado la Justicia. Salvo sorpresa, ya no volverá a tener que pronunciarse sobre la tramitación del que será el primer parque eólico que se levanta en Cantabria tras casi 15 años de parón. El segundo de la comunidad tras el de Cañoneras, puesto en marcha en Soba en dos fases entre 2006 y 2010.
Las claves
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100 personas en el terreno Desde la semana pasada se simultanean las tres fases: crear la pista, hormigonar las bases y levantar torres
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La obra acaba en medio año Se cumplen plazos pese a la complejidad del terreno, la meteorología y los muchos condicionantes
Saliendo de los tribunales y volviendo al monte, el pasado miércoles, aunque desde la carretera nacional que conecta Cantabria con Burgos no se podían apreciar por la espesa niebla –pese a su altura y a que la primera posición está a unos cientos de metros de la N-623–, ya estaban instaladas dos torres y se empezaba a colocar la tercera. Solo las torres, porque las aspas que se depositan en el Puerto de Santander llegarán más tarde. La operación, que consiste en ensamblar los tres tramos en los que se divide el molino para poder ser transportado desde la fábrica –cada uno de unos 21 metros– y que acaban en el punto en el que irá la turbina que generará la energía, es técnicamente muy compleja de realizar, aunque relativamente rápida. En cuatro horas, puede estar completada.

Las torres llegan por piezas
También cuatro horas tardan en llegar por carretera estos tres cilindros por cada torre desde Aranda de Duero, donde se han fabricado. Una vez en El Escudo, el primer momento crítico es la entrada de los camiones –si cada uno de los tramos de torre mide 21 metros, los camiones tienen que ser aún más largos– en el recinto del parque. De hecho, primero se hace una prueba en vacío. Con los camiones sin carga para comprobar que no hay ningún punto en el que el ángulo de la pista impida el giro de esos vehículos. De lo contrario, habría que corregirla con rellenos de tierra. Y para salvar la pendiente y poder mover por el monte las cerca de 88 toneladas que pesa cada tramo, es necesario encadenar delante del transporte otros cuatro o cinco camiones de carga. En las torres ya instaladas se han colocado los dos primeros tramos.
Si hoy el día está despejado y pasa por la zona, podrá verlas desde la distancia. Faltaría ya solo el tercer tramo, el mecanismo de generación y las aspas, que si no hay ningún contratiempo empezarán a llegar en los próximos días.
¿Cómo se instalan las torres y se ensamblan los tramos que las componen? Pues, sobre todo, con mucho cuidado y extremando al máximo la seguridad. Lo hace un equipo de profesionales distinto en el que manda el operario que controla una grúa de 500 toneladas. Comprueba que el viento no supera los 9 metros por segundo que obligaría a parar, que la niebla no es tan densa que impide ver el extremo de la grúa y comienza la operación con la ayuda de una segunda grúa auxiliar. Levantan el tramo en horizontal, realizan un reconocimiento visual para comprobar que todo está correcto y verticalizan la mole cilíndrica para anclarla a la base.
Después, se repite la operación con el segundo tramo, algo menos pesado (84 toneladas), que se ensambla al primero por dentro de la torre. Precisamente eso fue lo que se hizo el miércoles en lo que será el tercer molino de El Escudo y se repitió el viernes en el cuarto. En menos de diez días está prevista la llegada de una grúa aún mayor (de 1.100 toneladas) para sumar el tercer tramo y el resto de componentes. Como si fuera una línea de montaje, todo va en cadena.
Con un matiz. Porque para ganar tiempo y reducir el impacto de la maquinaria pesada en un espacio verde, en realidad, desde la pasada semana, las tres fases de las que hablábamos al principio se están simultaneando. Ya es posible activar trabajos distintos en diversos puntos del parque. Mientras la posición en la que funcionará el primer aerogenerador ya está casi acabada, en la que irá el último aún no se ha hecho nada. Literalmente.
Esto es así porque a medida que se abre camino –arrancando desde el puerto de El Escudo y recorriendo 15 kilómetros de sierra hasta Molledo pasando por Luena y San Miguel de Aguayo–, se hormigonan las bases y después se colocan las torres. Por eso, por esta posibilidad de simultanear acciones distintas, en este momento la obra ha llegado al pico de personal, con 100 profesionales trabajando al mismo tiempo. Una parte de obra civil, otra de montaje y premontaje y otra de supervisión y vigilancia de seguridad y salud, además de los externos que realizan labores de arqueología y de control del impacto ambiental.
Por ejemplo, de los 15 kilómetros de caminos –entre la pista principal y sus ramales–, se han dibujado sobre el terreno ya doce y faltan los tres últimos. De las 24 posiciones de molinos, están cimentadas ya 17. Las primeras ya tienen encima las torres, las intermedias están preparadas para recibirlas y en otras todavía está secando la base, formada por 69 toneladas de acero y 500 metros cúbicos de hormigón.
En un parque eólico normal, todas estas posiciones serían iguales y tendrían las mismas cantidades y proporciones de material. O habría dos diseños diferentes, como mucho. En El Escudo, hay 12 diferentes para un total de 24 aerogeneradores. «Va a ser una instalación pionera, aunque por ahora está siendo un quebradero de cabeza y un desafío ingenieril», explica uno de los ingenieros jefe. Y es así por la gran cantidad de exigencias para minimizar los efectos negativos que contenía la declaración de impacto ambiental y también por las características del terreno, que es muy heterogéneo y obliga a crear soluciones diversas. «Se está haciendo un traje a medida para el monte. Llevo haciendo parques desde 2011 y este es con diferencia el más exigente», añade. También por las condiciones de trabajo. Por la niebla que en ocasiones obliga a parar y por las elevadas precipitaciones. Con barro, la maquinaria pesada no entra para no dañar el suelo más allá de lo necesario.
En este momento de pico de actividad, uno de los desafíos más relevantes es coordinar a los diversos equipos que trabajan en las distintas fases para que no se molesten y para perder el menor tiempo posible. Por ahora, parece que está funcionando, porque la previsión sigue siendo que todo el parque eólico esté acabado en medio año. A partir de ahí, continuarán algunas labores de reparación del terreno como la restauración de taludes con tierra vegetal, que ya ha empezado en los puntos más avanzados. Cuando se entregue la obra, la inversión total habrá superado los 110 millones de euros.
Un camino de obstáculos
No serán finalmente los 105 megavatios para generar energía limpia suficiente para abastecer a una población equivalente a 95.350 hogares de los que hablaba Iberdrola cuando arrancó la obra, porque se instalarán 24 molinos y no 25, como estaba previsto. Se ha caído el único ubicado en el término municipal de San Miguel de Aguayo, que desde el principio se opuso a los eólicos. A cambio de firmar la paz judicial, el Ayuntamiento aceptó permitir el paso de la línea de evacuación de la energía a cambio de la supresión de esa torre.
Uno de los muchos contenciosos que ha tenido que superar El Escudo. El último, el referente a la declaración ambiental, se falló en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. La Sala concluye que no se acredita que exista ninguna infracción de la Directiva Hábitats ni de la Ley del Patrimonio Natural y Biodiversidad, una vez analizada la pretendida afección a la Red Natura que alegaba el denunciante. Recoge que la tramitación fue completa y constata que la declaración ambiental recogía «medidas correctoras suficientes». Además, niega los impactos elevados sobre el terreno, también los relativos al ruido o a las aves.
Sin rastro de vestigios romanos en Mediajo Frío:«No ha aparecido ni una tachuela»
Aunque inicialmente el promotor ya había contemplado esta posibilidad, el Gobierno de Cantabria exigió a Iberdrola que un equipo de arqueólogos acompañara a las máquinas cada vez que se realizaran nuevos movimientos de tierra en El Escudo. De esta forma, respondía –al menos parcialmente– a la demanda de los colectivos que alertaban del daño que estas obras podrían causar en la zona de Mediajo Frío, un lugar atravesado por el parque eólico y en el que diversas fuentes sitúan un castro romano de la última campaña de las guerras cántabras. «No ha aparecido ni una tachuela. Y eso que aquí los sondeos se hacen con más frecuencia, cada cinco metros», explica uno de los responsables. Apunta que, al contrario que en otros parques, primero se desmata el suelo para preparar el terreno para los arqueólogos, luego se desbroza y al final ya se meten las palas. El trabajo de este equipo de arqueólogos no ha sido en balde, porque sí ha servido para localizar trincheras de la Guerra Civil –esta fue una de las zonas de entrada a Cantabria de las tropas sublevadas–, que se han protegido por si, más adelante, las autoridades quieren ponerlas en valor. También han aparecido cinco granadas que han sido detonadas 'in situ' por la Guardia Civil.
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