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La imprudencia del turista palentino que el pasado domingo decidió hacer caso omiso al cartel de 'peligro' en la zona del Rompeolas de San Vicente de la Barquera puso en riesgo -inconscientemente- a los dos surfistas que le acabaron rescatando. No es la primera vez que los Servicios de Emergencias piden extremar la precaución en la costa y que alguien sufre los embates del agua o incluso pierde la vida engullido por el mar por acercarse a ver las olas.
Según los datos que maneja Salvamento Marítimo, seis personas fallecieron o desaparecieron en el mar en Cantabria a lo largo de 2017, todas ellas en actividades no relacionadas con embarcaciones. Durante el mismo año, el Centro de Coordinación de Salvamento (CCS) en Santander, dependiente del Ministerio de Fomento, coordinó el rescate, asistencia o búsqueda de 108 personas.
Entre las actividades en las que fallecieron o desaparecieron seis personas están, según el CCS, las caídas al agua desde la costa, el surf, el windsurf o el submarinismo.
Dos de los seis fallecidos en el mar el año pasado son los turistas norteamericanos que paseaban también por la zona del espigón de San Vicente de la Barquera y un golpe de mar los precipitó al agua. Uno de ellos pudo ser rescatado con vida, aunque falleció un día después en el hospital, y el otro apareció 15 días después en la playa de Merón. La zona por la que cayeron está perfectamente señalizada del peligro existente. Ni ellos ni el turista palentino hicieron caso de las señales de peligro.
En esa misma zona, en 'El farolillo' como lo conocen los amantes de la tabla, en febrero de 2014, un surfista en apuros movilizó al helicóptero del 112, a la Guardia Civil, a Protección Civil y a la Policia Local de San Vicente de la Barquera. El inexperto joven -y con escaso respeto a la mar- se adentró en la playa de Merón en un día de muchas corrientes. Casi no lo cuenta...
«Hay que ser muy buen surfista y mejor conocedor de la mar para entrar en esa zona en días de temporal», explicó en su momento Ivan Aja, director de la escuela de surf Costa Norte.
Cada vez que un ciudadano comete una imprudencia y los servicios de emergencia tienen que rescatarlo se reabre el debate: ¿se debe cobrar el desplazamiento de los efectivos o la utilización del helicóptero?
No seguir las recomendaciones sale caro ya en algunos punto de España. En Asturias, por ejemplo, hay que hacer frente a los costes del rescate y las tasas revisadas recientemente oscilan entre los 11,60 euros que cuesta la hora de trabajo de un auxiliar de bombero especialista hasta los 2.027, 30 que suponen los sesenta minutos de uso de un helicóptero medicalizado.
En agosto del año pasado, el Gobierno de Cantabria amenazó con cobrar los rescates en montaña por imprudencias o negligencias. Hasta 1.800 euros por hora se llegó a hablar. Barato teniendo en cuenta que cada hora de vuelo del helicóptero de rescate supone un coste de 5.000 euros.
Saltarse a la torera las advertencias no es una moda. Lleva haciéndose años. Lo que ocurre es que a veces esas imprudencias quedan en una divertida anécdota para escarnio de los espectadores y otras se acaba pagando muy caro.
Sin duda, la imprudencia más viral -que por suerte quedó en un susto y en una retribución económica para quien grabó la escena- fue la de la joven que burló, o pretendió burlar, las olas de la Segunda playa de El Sardinero el 6 de enero de 2014. La Agencia Estatal de Meteorología había avisado del fuerte temporal que azotaría la costa cántabra. «Extremar la precaución», pidió Protección Civil, como acostumbra a hacer cada vez que se activa la alerta en Cantabria. De nada sirvió. Tres adolescentes decidieron hacer caso omiso a las advertencias de los servicios de emergencias y bañarse en el arenal. Y no solo eso, una de ellas se choteó delante de la ola que se acercaba con fuerza y terminó vilipendiada por el mar (y por las redes sociales).
Otro de los casos que protagonizó titulares e incluso informativos nacionales fue el del joven que saltó desde el puente romano durante las fiesta de la marmita de Castro Urdiales. Corría el año 2013. El chaval, vecino de la zona, se tiró de espaldas, con los brazos en cruz, jaleado por testigos que grabaron su valentía. El golpe con el agua fue tan fuerte que quedó inconsciente y boca abajo. Un salto que a punto estuvo de convertirse en mortal.
El 20 de agosto de 2016, también en Castro Urdiales, una adolescente de 15 años resultó herida después de lanzarse al agua desde un balcón de la ermita de Santa Ana, situada en un extremo de la rampa de San Guillén. Desde que existe puerto los jóvenes se lanzan al agua en esa zona, aunque el baño está prohibido por Puertos de Cantabria.
La joven tuvo un fuerte golpe en la cadera y tuvo que ser trasladada al Hospital de Laredo.
También está prohibido el baño desde el dique Gamazo hasta el Barrio Pesquero. Aquí los bañistas no pueden decir que nadie les advirtió porque los carteles -hasta siete- son bien grandes. Lo que ocurre es que es casi una tradición, como los jóvenes que saltaban desde raqueros y que terminaron convertidos en escultura.
Aunque la prohibición de 'darse un cole' existe desde 1977, allí nadie hace caso. «Desde luego aquí seguirá bañándose todo el mundo, desde chavales a los adultos. Las aguas están muy limpias y no hay peligro alguno», decía un vecino de la zona en julio de 2016.
Los carteles anuncian con claridad la prohibición del baño, el riesgo de caída al mar desde el cantil del muelle y el riesgo de caída en el muelle porque el suelo puede estar resbaladizo, ya que está sometido a la acción del agua salada.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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