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Nada más salir de la ronda de circunvalación de Burgos, el conductor que se dirige a Cantabria y no conoce la zona tiene que tomar una difícil decisión. Un panel informativo avisa de una salida hacia Santander a través de la A-73 y ... de otra por la A-231. Por la primera se recorren 33 kilómetros menos, pero tiene truco: a los 10 kilómetros, la cómoda calzada desaparece y se convierte en una carretera nacional con un único carril en cada sentido, una densidad de circulación elevada y sembrada de pequeños pueblos en los que hay que levantar el pie del acelerador.
La explicación es que la cartelería fue más rápida que la realidad. Porque la crisis hizo que se quedara a la mitad la autovía entre la capital burgalesa y Aguilar de Campoo -una línea recta que evita tener que ir hasta la localidad palentina de Osorno si se quiere hacer todo el trayecto por vía rápida y que ahorrará a los usuarios casi 20 minutos de viaje- proyectada hace 12 años por el Ministerio de Fomento. Ni siquiera eso. De los siete tramos que la forman, sólo se han acabado dos. El pasado mes de mayo comenzaron las obras en otro más y desde hace algunas semanas su avance ya es evidente. «Parece que ahora la cosa se mueve. A ver...», comenta un vecino de Fuencaliente de Lucio, uno de los puntos que en estos momentos concentra mayor actividad.
Los trabajos que realizan medio centenar de operarios e ingenieros de Ferrovial Agromán y de algunas empresas subcontratadas han comenzado a coger ritmo. La multinacional española tiene adjudicado el tramo entre Pedrosa de Valdelucio y Báscones de Valdivia, el inmediatamente anterior al séptimo y último que conectará ya con Aguilar de Campo. Está previsto que en este las obras encargadas a la empresa Coypsa arranquen entre finales de este año y principios del siguiente. En cualquier caso, si se cumplen los plazos, es posible que en 30 meses ambos estén ya en funcionamiento. Para que toda la A-73 sea una realidad, en medio todavía quedan por construir otros tres tramos, uno de ellos sometido ya a información pública y los otros dos pendientes de licitación.
Retrasos
Los conductores que durante el último tramo del verano han viajado entre la meseta y Cantabria por la Nacional 627 han sufrido ya los primeros cortes de tráfico, con paso alternativo, para facilitar el movimiento de maquinaria y estructuras que se están llevando a cabo en la frontera entre las provincias de Burgos y Palencia. Francisco Humada es uno de los operarios encargados de regular el tráfico. Mientras él sigue con su labor, sus compañeros reconocen que hasta el pasado mes de mayo pensaban que, después de cinco años en 'vía muerta', la autovía A-73 se iba a quedar en los cajones del Ministerio de Fomento.
Una vez finalizadas las labores previas, a lo largo de la carretera ya se aprecia el trazado por el que irá la A-73 en este tramo de 11,95 kilómetros que va desde Pedrosa de Valdelucio hasta Báscones de Valdivia. De momento sólo es un camino de polvo de varios metros de ancho por el que no dejan de circular camiones. «Intentamos que todos vayan por dentro de la obra para evitar sobrecargar más la nacional, que ya tiene bastante tráfico», explica uno de los ingenieros al mando del proyecto, que asciende hasta los 38 millones de euros -el cálculo es que los siete tramos que suman 70 kilómetros cuesten al Estado más de 300-.
A cachos
Ahora se centran en movimientos de tierras, drenajes trasversales y la colocación de alguna de las grandes estructuras que incluye la autovía a su paso por esta zona para la construcción de cuatro pasos inferiores y cinco superiores.
A lo largo de las próximas semanas rematarán el de Fuencaliente, un paso para fauna salvaje a pocos metros del lugar en el que los vecinos de la zona trabajan en los regadíos de patata y fresas. Los aspersores están a sólo unos metros de la obra. «Inconveniente ninguno, estar viendo gente y maquinaria por aquí lo que da es alegría, sobre todo ahora que se acaba el verano y los vecinos se empiezan a ir de los pueblos», señala Óscar Barriuso, panadero y alcalde pedáneo de Pedrosa.
Espera que la puesta en servicio de la A-73 suponga la llegada de más visitantes al valle. Él es de los que, a pesar de la espera, siempre confió en que las obras se iban a reanudar más pronto que tarde: «Sí que es verdad que cuando dijeron que volvían ya me costó creerlo. Imaginaba que harían dos 'minganadas' por aquí para justificar el dinero y volverían cuando se acordaran. Pero no, parece que esta vez sí».
Doce años después de que se comenzaran a dar los primeros pasos administrativos, sólo han entrado los dos primeros tramos, los más cercanos a la capital castellana: el Burgos-Quintanilla/Vivar y el Quintanilla/Vivar-Quintanaortuño. Los tres siguientes son los se encuentran más retrasados: el Quintanaortuño-Montorio ya salió a licitación (tanto el proyecto como el impacto ambiental) en el pasado mes de enero con un presupuesto de 67,7 millones de euros para sus 11,9 kilómetros de recorrido, mientras que los tramos Montorio-Santa Cruz del Tozo y Santa Cruz del Tozo-Pedrosa todavía están pendientes de licitación.
El sexto es el que une Pedrosa y Báscones, en el que ya está trabajando Ferrovial, y el último, que conecta ya con la autovía Cantabria-Meseta en Aguilar de Campoo, comenzará en los próximos meses. Ambos han tenido que sortear muchas piedras en el camino hasta hoy.
¿Para cuándo?
Además de la crisis económica y los recortes en obra pública, ambos vieron también la entrada en suspensión de pagos de alguna de las empresas adjudicatarias en 2012. El que arranca en Pedrosa iba a ejecutarse de forma conjunta entre Ferrovial y Arranz Acinas, pero esta segunda empresa quebró y la multinacional se quedó con todo. Lo mismo le ocurrió a su compañero. La UTE entre Cyopsa y Teconsa se quebró y ahora será la primera la que asuma todo el trabajo.
La prueba de la importancia estratégica de esta autovía A-73 para Cantabria es que a finales de 2016, el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, explicó personalmente y de forma simultánea a los presidentes autonómicos Miguel Ángel Revilla y Juan Vicente Herrera (Castilla y León) la intención del departamento que dirige de devolver a la vida el proyecto durante el primer semestre de este año, como así ha sido. El proyecto se alumbró hace más de una década con el fin de mejorar las comunicaciones entre Burgos y Santander, para convertir ese vial en el camino elegido para viajar a Madrid desde la capital cántabra.
La intervención suponía en su momento actuar sobre una longitud de 70 kilómetros y con una inversión cercana a los 300 millones de euros. Un vial que siempre ha sido considerado como «vital para las buenas comunicaciones con el centro peninsular», tal y como han reiterado durante décadas los políticos de las dos comunidades autónomas afectadas. Su puesta en funcionamiento al completo todavía está lejos, pero un poco menos.
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