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¿Qué explica el hecho de que los cántabros tengan un salario medio anual de 25.259 euros y las cántabras de 17.955, un 29% inferior? ¿Qué razones fundamentan esta sonrojante brecha salarial entre la que subyace el mantenimiento de roles del pasado? Esta ... desigualdad está motivada por muchas causas, entre ellas porque las mujeres acaparan la contratación a tiempo parcial (en un 78%) y son las que se acogen mayoritariamente a medidas como la reducción de jornada (en un 96%). Pero también hay diferencias en los sueldos por hora: los hombres cobran 15,44 euros y las mujeres, 12,26. Aquí entran factores como la mayor presencia femenina en los sectores más precarios y las ocupaciones peor remuneradas. Detrás de estos datos sobresale el gran motivo de la desigualdad: ellas siguen ocupándose mayoritariamente del cuidado de hijos y mayores, buscando trabajos que las permitan asumir toda esa carga familiar y echarse sobre las espaldas la responsabilidad de la conciliación.
La brecha salarial es una de las principales manifestaciones de la desigualdad laboral entre mujeres y hombres, aunque no la única. Las estadísticas muestran de un modo claro los distintos elementos que explican la desigualdad retributiva, aunque hay un dato que resulta especialmente elocuente. Según la última Encuesta de Población Activa que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondiente al último trimestre de 2017, las mujeres de Cantabria se encargan del 64% de las ocupaciones peor remuneradas de todo el mercado laboral. En concreto, las englobadas en la categoría 5 (incluye dependientas de comercios, camareras, cocineras, cuidado de mayores y pequeños, auxiliares de enfermería...), donde trabajan 35.200 mujeres; y la categoría 9, la denominada 'ocupaciones elementales' (servicio doméstico, limpieza...), donde lo hacen 17.400.
Los salarios medios que se corresponden a este tipo de trabajos están a la cola de la escala que ofrece otra encuesta del INE (Decil de salarios del empleo principal), que sólo aporta datos nacionales aunque se pueden extrapolar a Cantabria, al menos como referencia. Así, el sueldo medio bruto para la categoría 5 sería de 1.345 euros y el correspondiente a la categoría 9 estaría en 1.089 euros.
Sumando ambos tipos de empleos tan mal pagados, hay 52.600 ocupadas cántabras, lo que significa un 47% del total de trabajadoras (que son 111.300). La presencia de hombres es mucho más reducida aquí. Apenas se contabilizan 29.800 (20.500 en hostelería-restauración, servicios personales y comercio, y otros 9.300 en ocupaciones elementales), lo que supone sólo un 23% de la fuerza laboral masculina (que asciende a 126.200 trabajadores).
Por contra, los hombres son aplastante mayoría en las categorías 7 y 8, relacionadas con la industria y la construcción, bien como trabajadores cualificados, bien como operadores de maquinaria y montadores. En estos sectores, donde los salarios medios superan los 1.700 euros, apenas hay rastro femenino: ellas apenas ocupan el 5% de los puestos. Además, es habitual que existan pluses por relevos y por otros conceptos como nocturnidad o peligrosidad, que engordan las nóminas mensuales. Aquí reside otra de las claves de la desigualdad salarial por género. Las mujeres cántabras apenas están presentes en la industria mientras que predominan en los servicios, donde el sueldo medio es un 26% inferior.
Si la mirada se dirige hacia lo alto de la pirámide laboral, sólo el 30% de los puestos directivos están ocupados por mujeres. O lo que es lo mismo, ellos ostentan 5.600 de los 8.200 cargos cuyos sueldos están por encima de los 4.000 euros. «Pero ascender tampoco es garantía de nada, porque a medida que se crece en la pirámide de poder, más se agranda la brecha salarial: estar más arriba no garantiza, por desgracia, el que la brecha se cierre», explica Asunción Villalba, secretaria para la Igualdad y Protección Social de UGT.
La estadística de la EPA sobre ocupaciones aporta otros elementos interesantes. Por ejemplo, llama la atención que haya tantas mujeres en esas categorías mal remuneradas cuando más de la mitad del total de ocupadas ostentan estudios superiores, un porcentaje que aumenta cada año ya que completan carreras en mayor medida que los hombres. A lo largo de esta década, en cada curso de la Universidad de Cantabria, teniendo en cuenta estudios de grado y másteres, se licencian siempre más mujeres: en el 2016/17, 1.041 frente a 857 varones; en el anterior, 1.102 frente a 834; en el 2014/15, 957 frente a 709; en el 2013/14, 841 egresadas frente a 546... En resumen, el 57% de los licenciados en la UC durante los últimos años son mujeres.
Una explicación puede ser que estos puestos más precarios los ocupen, sobre todo, señoras de mayor edad, cuyo número en el mercado laboral ha aumentado durante la crisis ante el crecimiento del paro y las dificultades para llegar a fin de mes en los hogares.
Tras los servicios de restauración, protección, cuidado personal y comercio, la segunda categoría con más población femenina (22.300 trabajadoras, un 20%) es la 2, donde están las médicas, enfermeras, farmacéuticas, profesoras, abogadas y economistas, entre otras. Muchas de estas profesiones están vinculadas al ámbito público, que en cierto modo proporciona una «protección» a la mujer, porque en la Administración se facilita más la conciliación y hay menos desigualdad. De hecho, las mujeres están copando el incremento de asalariados públicos durante los últimos años y ya suponen el 58% de este colectivo. Pero no conviene olvidar que también son mayoría en los puestos peor pagados del ámbito público, los más castigados por la temporalidad y la precariedad.
Es en el sector privado donde se observa con mayor claridad tanto la segregación por ocupaciones como las dificultades de las mujeres para ascender dentro del escalafón. Un estudio de la catedrática de Economía Sara de la Rica revela cómo los hombres llegan a cobrar un 7% más que las mujeres comparando igual sector, antigüedad y ocupación. «Ellas promocionan en menor medida», resume. Lo que el estudio no permite concluir es si son ellas las que se retraen para poder conciliar o son los empresarios los que favorecen el ascenso de los varones.
La conciliación sigue en manos femeninas y la mejor prueba es que ellas son las que solicitan el 96% de las reducciones de jornada. El dato lo aporta Daniel Fernández Kranz, doctor en Economía por la Universidad de Chicago y Profesor de Entorno Económico en el IE Business School, que ha realizado varios estudios sobre esta medida y su impacto. «España es uno de los países más generosos en este apartado porque permite acogerse a la reducción hasta que los niños cumplen 12 años. El despido en estas circunstancias es muy difícil, por lo que, al final, las empresas son muy cautelosas y se desincentiva la contratación indefinida de mujeres», explica. Un problema con doble arista, porque las políticas laborales tienen un «efecto negativo» en la fertilidad, contribuyendo al descenso demográfico y al envejecimiento de la población.
Las reducciones de jornadas no explican, sin embargo, el alto grado de trabajo a tiempo parcial que hay entre las mujeres. Entre las cántabras el porcentaje es del 24% frente al 6% de los cántabros, lo que indica que ellas acaparan el 78% de este tipo de empleo que, según denuncian los sindicatos, esconde un elevado fraude y precariedad. Y para terminar, las trabajadoras de la región están más afectadas por la temporalidad que los trabajadores: un 25,9% de los contratos de ellas son temporales frente al 21,3% de ellos.
Vistas las aristas del problema, no es fácil confiar en las medidas que los políticos están proponiendo, más después de la torpeza del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, de desentenderse en un primer momento del problema en una entrevista. Esta actitud quizás explique que la brecha salarial de España esté tres puntos por encima de la media de la Unión Europea. Se habla de auditorías a las empresas, de mayor transparencia en los salarios, de planes efectivos de igualdad, de animar a denunciar el fraude... Pero lo que subyace es el mantenimiento de los roles del pasado, un sistema social muy difícil de cambiar. El 22 de febrero se conmemora el 'Día por la Igualdad Salarial', un buen momento para plantearse que, si se quiere verdaderamente una sociedad justa, es preciso afrontar la complejidad real para emprender las políticas más eficaces que permitan convertir los valores morales del siglo XXI en realidades sociales.
«Los ciclos económicos pasan, pero la desigualdad de género permanece», lamenta Rosa Mantecón, secretaria de Mujeres de CC OO de Cantabria, que exige que la brecha salarial «se debe erradicar con urgencia, por imperativo legal y por justicia social y de género». Explica que hay que actuar «con políticas, recursos y estrategias» en los distintos aspectos que determinan esta discriminación, para que esta brecha salarial de género «se visibilice, denuncie, sancione y corrija, hasta su total y definitiva erradicación».
Mantecón defiende que, para CC OO, la negociación colectiva es «el ámbito adecuado para dignificar el trabajo femenino;y los convenios colectivos sectoriales y los planes de igualdad en las empresas, la mejor herramienta para garantizar los derechos laborales y combatir la brecha salarial». Critica que Cantabria cuenta con «muy pocos» planes de igualdad y que, entre los firmados, «muy pocos son efectivos ya que no se basan en diagnósticos reales», por lo que carga contra la Administración, «que debe fomentar políticas de igualdad realmente efectivas».
Por su parte, Asunción Villalba, responsable regional de Igualdad de UGT, apunta dos claves para revertir la brecha. La primera, el «cumplimiento» de la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres de 2007, porque «ni la Justicia ni la Administración la han hecho real». «Su puesta en marcha vino a coincidir con la gran crisis económica, lo que supuso un parón fundamental e incluso la inaplicación de algunas medidas contenidas en la misma, entre ellas las referidas al reparto equilibrado de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares». Apunta que la segunda clave sería la constitución de una Ley de igualdad salarial, que suponga «realmente» una «obligación» para las empresas. Tareas pendientes que Villalba extrapola también al ámbito familiar, donde «hay que cambiar convenciones sociales, empezando por la educación».
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