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Rafael González camina sobre el suelo agrietado y reseco con el puente de Horna al fondo. Javier Cotera

Un pantano que desaparece

La sequía, que ha transformado el paisaje, le pasa factura al turismo y a la ganadería

Álvaro Machín

Santander

Domingo, 29 de octubre 2017, 10:34

Lidia y Antonio abren el álbum. Recuerdan una foto de su hermana metida «en los sarcófagos» de un viejo cementerio que quedaron a la vista aquella vez. Cosas de crías. «Mira, esta es», señalan entre las imágenes. Ella empieza diciendo que habrán pasado treinta ... años. Él, que algo menos. Su padre sale del despacho de pan de la familia cantando «a la orilluca del Ebro» -tiene guasa el tío- y se mete en la conversación. «Hará quince», comenta con la certeza de quien pone en orden lo mucho que ha vivido. Arriba, su mujer, se ha puesto a mirar todas esas fotos antiguas. «¿Sabes? Con todo esto, nos ha entrado la melancolía». Uno sale de la casa de los Ruiz, los panaderos de Orzales, con un puñado de cosas claras. Que hace mucho que el pantano no estaba tan bajo y que esa masa de agua cala tanto, que se cuela de lleno en todos los recuerdos de la gente de estos pueblos. En las entrañas de la tierra -ahora seca- y en las de los hombres. «¿Que cómo vemos el pantano? Pues muy lejos».

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