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El político que ni olvida ni se rinde

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Alberto Aja

El político que ni olvida ni se rinde

Ignacio Diego, devoto de El Astillero, el remo y el fútbol, dejará la política tras más de 30 años en activo

M. San Miguel / J. Serrera

Santander

Martes, 23 de enero 2018

Acostumbra a decir que no se tiene por un político brillante, pero se sabe capaz de formar y liderar equipos con talento. Tampoco se las da de conciso, acaso por su profesión docente –es funcionario en excedencia de la Consejería de Educación–, y hasta bromea al respecto al iniciar sus largas intervenciones en público. Quienes conocen bien a Ignacio Diego (Castro Urdiales, 1960) le atribuyen una larga memoria, que nunca olvida la lealtad ni tampoco a quienes la traicionan. Como gestor, maneja la rienda corta, delega lo justo o menos, está encima de todos los temas. El estilo habitual de quien ha sido alcalde y, después, desde que el 13 de noviembre de 2004 tomó el testigo de José Joaquín Martínez Sieso. Hasta el 25 de marzo de 2017 cuando la que fue su mano derecha durante más de una década le arrebató los mandos del PP.

Su bagaje, construido desde las bases del partido, le colocó el brazalete de capitán hace 13 años. El mismo tipo que jugó en las categorías juveniles del Racing con Nando Yosu como entrenador, corriendo por la banda con la misma pasión con la que remaba en el banco móvil del Club de Remo Astillero, se convirtió en el rostro de un partido que había dominado el terreno de juego político cántabro valiéndose de Revilla y sus escaños para gobernar, hasta que éste cambió de equipo.

Cuando era alcalde de El Astillero, tenía la costumbre de tomar un café con los periodistas después de las ruedas de prensa. En el bar de turno, casi todos le saludaban por el nombre de pila. Él a su vez se sabía el nombre de muchos de los vecinos, y también el de los periodistas que sacudían sobres de azúcar. Nacho Diego pedía un mediano, y en esos ratos de cercanía, hablaba de retos, del Racing en el que jugó con Quique Setién y Marcos Alonso, de las Marismas Blancas por donde le gusta pasear.

Porque Ignacio Diego es muy de El Astillero, donde su padre, ya fallecido, trabajó durante 43 años en la oficina del Banco de Santander y llevaba también la contabilidad del negocio familiar de distribución de calzado. Allí aprendió las primeras letras, dio las primeras patadas al balón y luego tuvo el orgullo de ser el alcalde. El presidente fue un buen estudiante sin alardes, mejor en materias como Educación Física, Ciencias Naturales, Latín o Historia, y terminó la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola año por año, salvo alguna complicación en el curso que siguió a distancia para compaginar los estudios con el fútbol.

Estrategia y equipo, diálogo y paciencia. Esas eran las doctrinas éticas y estéticas durante los cuatro años de oposición que vivió en el Parlamento (2003-2007) con un equipo formado por sus amigos, compañeros y afines, que tenían por delante la tarea de tumbar al meteórico e impredecible líder regionalista, que les acababa de cambiar por el PSOE de Dolores Gorostiaga a cambio de ocupar el sillón de presidente. Diego vio pasar nuevamente unas segundas elecciones en las que el tándem PRC-PSOE reeditaba su título (2007-2001) hasta que a la tercera llegó la vencida.

El profesor de Heras logró una aplastante victoria en mayo de 2011 con una mayoría absoluta histórica que volvió prescindible al PRC y sus pactos. Ignacio Diego fue investido presidente de Cantabria en junio de 2011. Nunca hasta la fecha el PP había obtenido tanto poder en el Parlamento y en los ayuntamientos de la región.

Pero el éxito no se repitió en los siguientes comicios. Diego y sus compañeros volvieron a la oposición y llegó un congreso regional, el XII en Cantabria, que acabó con la imagen pública de unidad y fortaleza de la formación. Llegaron las divisiones y las disputas, en las que Diego ha mantenido, hasta hoy, un medido silencio

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