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El primer papel del proyecto para el Muelle 9 de Raos se movió en las oficinas de la Autoridad Portuaria en 2003. Hace catorce años. A finales de abril -de este último abril-, después de ese proceso eterno, descubrieron una placa simbólica en un ... bloque de piedra sobre el que colocaron un noray. Fue un gesto para representar el inicio de las obras y la puesta en marcha de un cronómetro con la fecha límite de 18 meses. El plazo de ejecución para poner en marcha un proyecto «trascendental».
El «esquinazo sureste» de Raos «tendrá actividad desde el primer día», dijo el presidente de la Autoridad Portuaria en esa fecha. Pero a primeros de julio, en la explanada que hay cerca del borde del mar dejó de haber movimiento. «Ha sido la normal y procedente discusión entre direcciones de obra», explica Jaime González, que anuncia que las máquinas volverán al muelle «en la semana del lunes 16» y que los plazos para finalizar los trabajos «no sufren ninguna alteración».
«La mota -el relleno- ya está hecho. Ya está compactada y asentada», explica el reponsable del Puerto sobre el estado de los trabajos. Para que la maquinaria pudiera volver, además de resolver las discrepancias técnicas con Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) (la adjudicataria de la obra), era necesario obtener el permiso de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Son grúas con una altura considerable y esa licencia es obligatoria al trabajar en la zona de servidumbre del aeropuerto (como ya pasó, por ejemplo, con las obras para instalar la pasarela ciclista y peatonal de Nueva Montaña). Ahora empezarán a trabajar en las columnas de grava, «por lo que entramos de lleno en el siguiente episodio de la obra dentro de ese plazo de ejecución de 18 meses, que no tiene alteraciones». En ese sentido, si el calendario se cumple, el muelle debería estar operativo para el mes de agosto de 2018.
Con la vuelta de las máquinas a Raos 9, los trabajos en este sector de los muelles se unirán a los que comenzarán próximamente (aún no hay fecha) en otro tramo del Puerto de Santander. Como adelantó este periódico hace unos días, tras el derrumbe en Maliaño 4, la Autoridad Portuaria reparará la franja comprendida –los espacios sirven para hacer se una idea de la situación geográfica– entre el Depósito Franco y, aproximadamente, la Biblioteca Central. O sea, entre Maliaño 1 y 4, una zona que ahora está acordonada. «Esa parte ya pedía una actuación y estaba prevista, pero ahora se ha convertido en un asunto urgente. Importante», explicó a este respecto Jaime González.
Precisamente, la fórmula para ejecutar esta segunda fase de la obra ha estado en el origen del parón de tres meses en cuanto a la actividad sobre el terreno. La constructora FCC logró la adjudicación el pasado 20 de diciembre con una baja del 32% sobre el precio inicial de licitación, de 25 millones de euros. La retirada de las máquinas generó dudas respecto a la continuidad de su presencia. «Hemos recibido una solicitud de suspensión temporal parcial de la obra por parte de FCC, lo que no significa que haya sido aceptada por parte de la APS (Autoridad Portuaria de Santander) ni que oficialmente los trabajos estén parados», comunicó el Puerto tras la publicación en este periódico de las informaciones en torno a la ausencia de trabajos. A renglón seguido, la APS concretó la evidencia: «En estos momentos, no hay maquinaria trabajando sobre el terreno», pero aseguró que «continúan el resto de trámites administrativos así como las reuniones semanales de obra». Prosiguieron los trámites y la discusión que estuvo en el origen de todo: la fórmula idónea para acometer los rellenos de grava que se tienen que abordar para mejorar el terreno y asentar posteriormente los cajones prefabricados de cemento que conformarán el muelle.
Jaime González
Tras resolver el escollo -se llevará a cabo «por el método seco»-, González insiste en que esa discusión «es normal y procedente entre direcciones de obra». Algo habitual, según explica, en todas las obras de envergadura. «Todo va bien», recalca. Algo que ha transmitido en todo momento a la compañía que operará en Raos 9 cuando esté ya disponible y que sigue atentamente los trabajos. Su mensaje, en este sentido, es de absoluta tranquilidad y de eliminar cualquier duda.
Hay mucho en juego. Cuando esté listo, el Puerto duplicará su oferta actual de dos atraques, dará cabida a los grandes buques de las líneas transoceánicas y evitará las pérdidas de tiempo por fondeos de buques de línea regular. Más capacidad para traer y llevar automóviles y contenedores con un muelle de 291 metros y una explanada de 18.000 metros cuadrados (de los que 10.000 corresponden a superficie ganada al mar). Es una obra «más que justificada», dijo el propio González el día en que se dio por iniciada la tarea.
Raos 9 es, de hecho, clave para el futuro del Puerto. En dos sentidos. La nueva infraestructura incrementará el tráfico 'Ro-Ro' (embarcaciones que transportan automóviles y camiones) e intentará posicionar a Santander en el mercado europeo de contenedores, una histórica asignatura pendiente de la comunidad (y una estrategia que va en paralelo a todos los proyectos ferroviarios que están en marcha). Como ya explicó este periódico, la ampliación permitirá que dos buques transoceánicos atraquen al mismo tiempo (ahora sólo puede hacerlo uno) y también añadirá espacio para almacenamiento y para la llegada de nuevas líneas de coches, un negocio en el que Santander quiere acrecentar su liderazgo tras batir el año pasado sus mejores cifras. Sin ir más lejos, hace pocos días se hizo público que el de la capital cántabra lidera, junto a Tarragona, la clasificación nacional de mejores puertos para las empresas automovilísticas, según la décima edición del informe sectorial sobre 'Valoración de la logística marítimo-portuaria', elaborado por la patronal Anfac, que recoge la evaluación que hacen las empresas asociadas de los servicios logísticos en los puertos para el tráfico de vehículos nuevos. Santander pasó a ser durante el año pasado el segundo puerto español en número de vehículos manipulados, con una cifra de 490.063 unidades y un aumento de un 6,8% con respecto a 2015.
Pero la exportación de automóviles en líneas 'Ro-Ro' transoceánicas (destino Sudáfrica, Australia o América) exige cada vez más longitud de atraque para prestar servicios a buques de gran eslora (superior a 200 metros). Y por eso la obra de Raos 9 es un proyecto determinante para el futuro.
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