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El nivel de los pantanos, el caudal de los ríos o el agua acumulada en los pluviómetros de las estaciones de medición eran pruebas suficientes. Todos los indicadores ya apuntaban a lo que a simple vista también se apreciaba al dar un paseo por muchos ... puntos de Cantabria. Ahora, el balance anual de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) lo confirma: no sólo existe una situación de sequía, sino que esta es muy pronunciada y no muy distinta a la de los ejercicios más secos de las últimas décadas. El año hidrológico, que cada año comienza el 1 de octubre y concluye el 30 de septiembre, se acaba de cerrar en la región con un 25% menos de lluvia que la media histórica desde 1981. De hecho, la comunidad autónoma es junto a Asturias y Galicia la más damnificada por esta situación.
Lo que ocurre es que ese déficit hidrológico se ha repartido de manera muy desigual. «En el litoral tenemos datos algo inferiores a los habituales, entre un 5% y un 15% inferiores, pero casi normales. Eso contrasta con otros puntos en los que ha habido un 40% menos de lluvia», explica José Luis Arteche, responsable autonómico de la Aemet. Así, trata de dar respuesta a la aparente contradicción que existe entre la sensación general de muchos cántabros que apenas han podido disfrutar del verano y la cada vez más pertinaz sequía.
La situación es especialmente preocupante en dos zonas: Liébana y el sur de la comunidad autónoma. Allí, donde en algunos puntos sólo ha caído entre un 60 y un 65% de lo normal a lo largo de los últimos doce meses, los números son aún más alarmantes. La Delegación en Cantabria de la Aemet pone sobre la mesa casos concretos. Por ejemplo, el de Tama (Cillorigo de Liébana). Si lo normal es que se acumulen cerca de 690 litros anuales por metro cuadrado, este ejercicio se han tenido que conformar con 386,8 litros (-44%). Además, este fue el punto más seco de la región. Algo similar ha ocurrido en Valderredible. La estación medidora de Castrillo de Valdelomar ha sumado 389,5 litros, un dato más similar al de puntos del sur de España que al de los 600 litros habituales en esas latitudes.
En ambas comarcas, la ausencia de lluvia ha tenido consecuencias durante todo el verano. Primero, con restricciones puntuales en el abastecimiento debido a la falta de nivel en los manantiales de los que se nutren pueblos altos a los que es imposible bombear el agua de la red general. Fue la llegada de los camiones cisterna la que puso un parche para que el impacto en la vida diaria de los vecinos fuera el menor posible. Ahora, también los profesionales del campo están cuantificando las pérdidas en cosechas como la de la patata o en el forraje que alimenta al ganado. Aquí hay poco alimento para las vacas, pero el que viene de Castilla se ha encarecido por esta misma causa.
Y el pantano del Ebro vuelve a ser el mejor termómetro de la sequía en Campoo. Cada día que pasa, las vacas de las fincas que lo rodean ganan metros de pastos y la superficie inundada es más pequeña. El nivel sigue bajando y ya está al 26%. En estos momentos, tiene embalsados 141,7 hectómetros cúbicos, el nivel más raquítico de la última década. Aunque todavía está lejos del mínimo histórico de 63,3 hectómetros cúbicos que se registró en 1990, desde la Confederación Hidrográfica del Ebro afirman que puede seguir perdiendo agua durante todo octubre, ya que habitualmente las compuertas siguen abiertas hasta noviembre. A partir de entonces, si el otoño se comporta como debería, la curva volverá a ser ascendente. Si la sequía prosigue, se encenderán todas las alarmas.
Aunque todos los pluviómetros de la Aemet en Cantabria registraron durante el año hidrológico que acaba de concluir menos cantidad de lluvia de las habituales, las más cercanas a la costa fueron las que esquivaron mejor la sequía. En la horquilla de descensos inferior al 15% estuvieron Santillana del Mar (1.272 litros anuales), Santander (876), Camargo (995), Ampuero (1.338 en la localidad de Udalla) y Treto (1.067). La de Villacarriedo -punto tradicionalmente muy húmedo- fue la que más agua sumó entre el 1 de octubre de 2016 y el pasado 30 de septiembre. Sus 1.349 litros por metro cuadrado supusieron una caída del 7% respecto a los valores medios, un porcentaje muy inferior a los que se dieron en Liébana, Campoo o Valderredible.
A medida que se avanza hacia el interior de Cantabria, el déficit de precipitaciones respecto a los valores normales se va acentuando. La estación medidora de Terán (Cabuérniga) está acostumbrada a registrar las misma lluvia que las de las localidades que lindan con el Cantábrico, pero en el último ejercicio apenas superó los 900 litros por metro cuadrado. Eso supone un 29% menos que la media y se traduce en falta de pastos. «No se ha llegado a los extremos del sur de la región, pero allí también lo han pasado mal», señala Pedro Gómez, responsable autonómico de Asaja, en referencia a las consecuencias de la sequía sobre el sector primario. De hecho, fueran las lluvias que comenzaron a caer en junio las que han paliado en parte la situación.
«Es verdad que ha llovido en verano, pero el verano no es la época en la que se acumula el agua en los pantanos por mucho que caiga. Lo que no se acumula en invierno es difícil de recuperar después. Este año, además de llover poco, casi no se ha acumulado nieve», señala Arteche. De ahí la sequía. Porque después de un enero «húmedo», desde entonces en todos los informes mensuales de la Aemet para Cantabria que se han publicado hasta junio aparecía escrito en negrita «seco». Cuando no, se podía leer «muy seco».
Las continuas lluvias -aunque estuvieron más repartidas en el tiempo no dejaron más litros- que comenzaron con la llegada oficial del verano y que protagonizaron la temporada estival en el norte de Cantabria mejoraron los caudales de los ríos, pero sólo en contadas ocasiones llegaron hasta los puntos más afectados por la sequía. Ahora, toca esperar a que el otoño se comporte como debe, porque si no «esas zonas lo van a pasar muy mal».
«La situación en Liébana, Campoo y Valderredible es muy mala, pero paradógicamente ha sido un año espectacular en el resto de Cantabria», explica Gaspar Anabitarte, responsable de la organización UGAM. Las explotaciones del litoral y del centro de la región no tienen quejas del tiempo. Las lluvias débiles pero constantes del verano han propiciado que las cosechas de forraje sean «históricas».
En cambio, en las zonas más afectadas por la sequía, la situación es «penosa». Lo han sufrido, por ejemplo, los cultivos, de patata, pero sobre todo las explotaciones de vacuno. El campo no ha producido suficiente y han tenido que comprar fuera para alimentar al ganado. «El Gobierno regional ha manifestado su compromiso para habilitar ayudas, pero hay que ver si eso se concreta en algo», detalla Pedro Gómez, de Asaja. Estiman que las pérdidas ascenderán a cerca de dos millones de euros.
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