Somo y El Puntal
Aquel primer paseo inolvidable de hace veinte años al otro lado de la bahía
Pablo Alaña
Escritor
Martes, 8 de julio 2025, 07:25
El personaje
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Un nombre propio de la novela de misterio Con La sospecha eterna (Ediciones Versátil) irrumpió con fuerza en el mundo literario, en la novela de misterio. Ahora, con El hijo del asesino (Grijalbo), su segundo libro, Pablo Alaña da un paso adelante en una más que prometedora carrera literaria que le está llevando por ferias, librerías y clubes de lectura de toda España. Abogado de profesión y cántabro de adopción (lleva aquí desde los ocho años), este escritor engancha. Sus dos historias están ambientadas en Cantabria. La primera, en Comillas. La segunda, en Reinosa.
Una palabra. A veces basta una sola palabra para que el sol empiece a caldearte la piel, los labios te sepan a sal y, de ... pronto, todo huela a verano. A mar, a risas, a un atardecer con música de fondo. Da igual si en ese momento llueve, si estás en mitad de la ciudad o si acabas de llegar a la oficina. Oyes el nombre y tu memoria se desata: la arena en los pies, la espuma de las olas, el ambiente en el pueblo y el aroma a rabas que viaja con la brisa.
Para mí, esa palabra es Somo. Sinónimo de ocio, alegría, experiencias únicas y, cómo no, de recuerdos. Sobre todo, de mis primeros veranos en Cantabria, porque, como decía Serrat, nací en el Mediterráneo, pero crecí nadando en el Cantábrico. Tenía diez años cuando, ya en Santander, un amigo me invitó a su apartamento en aquel pueblo que se adivinaba al otro lado de la bahía. Me gustó tanto que desde entonces no he dejado de volver, porque en este mundo acelerado ¿acaso no tiene su encanto regresar a esos lugares donde el tiempo parece detenerse y solo importa disfrutar sin prisas? Somo ofrece esa promesa. Y la cumple con creces.

Por eso, le animo a que se sumerja en la vida de este singular enclave cántabro y, si le encaja en el itinerario, llegue desde Santander a bordo de uno de esos barcos que aquí llamamos 'pedreñeras'. La travesía, tranquila, delicada y con unas vistas espectaculares de la alargada lengua dorada que forma la playa de El Puntal, merece la pena. Una vez en el muelle, encontrará un pueblo lleno de posibilidades, con restaurantes, heladerías, zonas de juego para los más pequeños y, por encima de todo, un arenal inmenso con la península de la Magdalena y su palacio al fondo. Además, en Somo se respira surf por los cuatro costados, así que, si es amante de la tabla o quiere probar este deporte, tendrá ante usted el paraíso.
Por último, no me resisto a proponerle un agradable paseo desde la playa de Somo hasta El Puntal, por la orilla y a través de las dunas. El mediodía es un buen momento para hacerlo y detenerse en uno de los chiringuitos; también a última hora, para admirar una puesta de sol excepcional desde el embarcadero de madera y luego ir de cena. Será el cierre perfecto de una jornada que, al menos a mí, no me importaría repetir al día siguiente.
Han pasado más de dos décadas desde que bajé de la pedreñera con mi amigo por primera vez. Este verano cruzaré de nuevo la bahía.
Cuatro básicos
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Imprescindible: Dar un paseo desde la playa de Somo hasta El Puntal disfrutando de las vistas que ofrece la bahía de Santander, con la postal de la ciudad al fondo.
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Dónde comer: En el restaurante Melly, situado en la calle Peñas Blancas, en pleno centro de Somo. Un clásico de la gastronomía local con buen producto del Cantábrico.
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El selfie: Junto al embarcadero de El Puntal y, a ser posible, al atardecer. El mejor momento para inmortalizar el viaje y un recuerdo maravilloso de unas vacaciones en Cantabria.
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No olvides...: Viajar a bordo de la pedreñera desde Santander hasta el muelle de Somo. Un símbolo de la tradición popular local y, además, una travesía inolvidable.
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