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El 'sonido del bosque', así se conoce entre los ecologistas al canto del urogallo, va camino de apagarse y dejar muda la Cordillera Cantábrica. El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama) dio semanas atrás la voz de alarma al declarar que ... la variante septentrional se encuentra en situación crítica, un estado de deterioro mayor que el admitido en las últimas décadas y que viene a reconocer la falta de resultados de las estrategias de conservación diseñadas desde 2004, cuando los censos no oficiales arrojaban un número de ejemplares no superior a 500 frente a los 1.000 contabilizados en 1982. Más grave aún, en ese periodo el ave había visto cómo desaparecía el 60% de su hábitat. Actualmente está en la UVI.
Unos territorios históricos que hoy en día tienen solo eso, el pasado. Así de contundente se muestra Felipe Gutiérrez, de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife), que afirma con rotundidad que el urogallo «se puede dar prácticamente por extinguido» de Cantabria y, en general, de los Picos de Europa y la zona oriental de la Cordillera. «Puede haber alguna presencia residual de ejemplares erráticos, pero nada más», lamenta. De hecho, Gutiérrez pone cifras a sus afirmaciones, pues estima que en 2017 no habrá más de «100 o 150 ejemplares» concentrados especialmente en varios bosques a caballo entre Asturias y León.
SEO/Birdlife tomó parte de la Conferencia Sectorial de Medio Ambiente, junto al Ministerio y las autonomías implicadas, entre ellas Cantabria, en que se declaró la situación crítica del 'Tetrao urogallus cantabricus', acercándolo a la desaparición. Por ello, a juicio de Gutiérrez, es necesario tomar medidas eficientes y priorizar actuaciones, con especial atención a las zonas donde todavía perviven polladas y parejas adultas para, a partir de ahí, pensar en potenciales repoblaciones, ya sea vía cría en cautividad -una opción que de momento está presentando mayores dificultades de las previstas en el centro asturiano de Sobrecosbio- o bien mediante la «transpoblación» de ejemplares procedentes de la subespecie pirenaica, que goza de una mejor salud que sus parientes del norte español.
«Se da la paradoja de que mientras el resto de especies cantábricas está aumentado, el urogallo sigue en declive», admite Gutiérrez. La Universidad Católica de Ávila ya vino a poner negro sobre blanco esta tendencia al asegurar en una investigación publicada a comienzos de año que el ave perdió en las últimas tres décadas el 50% de su área de distribución, de forma que actualmente ocupa solo unos 1.700 kilómetros entre Asturias y León.
En esta coyuntura ya han aflorado las primeras críticas políticas, especialmente virulentas desde Foro Asturias. La portavoz de Recursos Naturales de la formación, Carmen Fernández, ha afeado el «fracaso anunciado del proyecto 'Life+' de conservación entre 2010 y 2016, que despilfarró 5,9 millones, de los cuales 697.000 euros salieron del Principado y 1.141.000 euros del Gobierno de Cantabria, que solo consiguieron acelerar la extinción». No solo eso, sino que Foro preguntó días atrás en el Congreso de los Diputados acerca de las reflexiones que ha hecho el Mapama viendo que el urogallo acaba de entrar en coma, además de exigir en detalle información sobre las iniciativas efectuadas en el marco del programa 'Life+'.
Sobre las causas que entroncan con esta progresiva extinción, desde SEO/Birdlife aluden a múltiples factores. «No es un motivo único, sino una combinación de varios», arranca su portavoz. En primer término, y en absoluto baladí, es que la subespecie cantábrica no logra «producir descendientes suficientes para suplir las bajas». A partir de ahí, diversas razones, como el aumento de depredadores naturales al prohibir su caza o el crecimiento de competidores por el terreno como ciervo y jabalí.
Pero hay más. «El desarrollo de infraestructuras de montaña y algunas afecciones, como las relativas a la explotación de minas al aire libre, también tienen su impacto», admiten desde la Sociedad Española de Ornitología. ¿Y el recurrente cambio climático? «Es evidente que también juega su papel. Ahora se registran veranos más húmedos y fríos en zonas de montaña, que echan al traste las polladas», detallan.
Sin la dureza de Foro Asturias, desde SEO tienen claro que las medidas puestas en marcha desde mediados de la década pasada «no han tenido resultados sobre la población».
Por ello, de cara al futuro, que se proyectará en una reunión que la Conferencia Sectorial celebrará tras el verano, Gutiérrez aboga por acciones concretas y de mayor calado. «Necesitamos un censo exhaustivo, saber cuántos ejemplares quedan y en qué lugares exactos están las poblaciones para introducir medidas preventivas. Esto se consigue con dinero, al menos en los niveles que hemos tenido en los últimos años». En cifras, más de un millón por ejercicio.
El jefe del Servicio de Conservación de la Naturaleza de la Consejería de Medio Rural, Ángel Serdio, explica que Cantabria tiene un «cantadero activo» en la zona de Tresviso, situación que se mantiene incluso en 2017. «Es el único activo en Picos de Europa, motivo que nos empuja más si cabe a impulsar el Plan de Recuperación del Urogallo». Con todo, Serdio admite que «hay que decidir qué hacer, pero se debería invertir más y tomar decisiones más serias».
El Gobierno de Cantabria tampoco quiere quedarse de brazos cruzados mientras el urogallo languidece. Por ello, desde la Consejería de Medio Rural, Pesca y Alimentación ya se tiene listo el borrador del decreto para aprobar un plan de recuperación del ave en la Comunidad. El documento admite que los censos llevados a cabo durante el siglo XXI «únicamente han constatado la presencia de no más de media docena de ejemplares repartidos en tres sectores separados entre sí por varias decenas de kilómetros: Camaleño-Vega de Liébana, Polaciones y Tresviso».
En cuanto al ámbito de aplicación, el plan prevé ejecutarse en el extremo suroccidental de Cantabria, sobre una extensión total de 251,2 kilómetros cuadrados. Dentro de esta superficie se establecen tres áreas críticas: La primera, 945 hectáreas en Valdediezma (Tresviso); otras 825 hectáreas en la zona de La Gobia, a caballo entre las juntas vecinales de Espinama y Mogrovejo, ambas en Camaleño; y Mesafría, 632 hectáreas en montes de utilidad pública de las pedanías de Barrio, Ledantes y Villaverde, en el municipio de Vega de Liébana.
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