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Ana del Castillo
Sábado, 28 de mayo 2016, 08:00
Hay casualidades tan grandes como un océano. Y casos en los que decir un rotundo nunca mejor dicho. «Nunca imaginé que mi botella pudiera llegar tan lejos».
La voz de María Carolina Ladao Paredes, una joven de 16 años de origen colombiano y residente en ... Miami, completa una historia digna de un plano secuencia. En 2014 lanzó al mar una botella de cristal dentro de un proyecto artístico y educacional para entender la comunicación global, promovido por su colegio, The Sagemont, en Florida. Y acabó, aquí al lado, en manos de Ricardo. En la playa de Noja. Ella está ahora al otro lado del teléfono. Ha aparecido cómo si no por casualidad y está fascinada con el desenlace. Salió en el periódico y... Un guión cinematográfico real con una única localización: un mundo minúsculo en el que cada día ocurren pequeñas grandes cosas.
El mensaje de María Carolina, con el deseo de convertirse en artista, cruzó el Atlántico hasta llegar a manos de Ricardo Gonzaléz, un jubilado vasco habituado a pasear por la playa de Noja. El 23 de marzo encontró la historia que le ha devuelto algunos años de juventud. Es una especie de vínculo entre ambos.
«A Ricardo le doy las gracias por encontrar mi botella. Lanzamos más de cien y solo tenemos constancia de que haya llegado a tierra firme la mía. Muchas veces se pierden por el camino. Gracias Ricardo», explica la adolescente desde el otro lado del mundo. Dos años después de escribir las primeras letras de esta historia persigue el mismo objetivo que entonces con empeño. «¿Que qué hago en mis ratos libres? Pinto, canto, recibo clases de guitarra y salgo con las amigas», cuenta. Una forma de responder, además, al propio Ricardo, que se puso en contacto con la escuela de la chica para saber si la joven había cumplido sus objetivos.
Pero la historia de la botella tiene ahora más protagonistas. Los maestros de las casualidades. Él ha sido imprescindible para conectar todos los cabos. Víctor Hugo Quintero, primo de María Carolina, vive en Barcelona: «Leí la información publicada en El Diario Montañés y supe que hablaban de mi familia. Así que mandé la noticia que se publicó por correo electrónico». Gracias a él, María ya sabe ubicar Cantabria en el mapa. «Me metí en Google Earth y vi vuestras preciosas playas. El color del agua es muy bonito». Más lazos.
Un posible encuentro
Puestos a seguir jugando con las casualidades hay un encuentro a la vista. María y su familia tienen previsto viajar a España el próximo 9 de julio. «Espero poder verle porque además es una suerte que hablemos el mismo idioma. Además, mis papás quieren que vaya a Cantabria». Quién sabe si Ricardo y ella pueden encontrarse y hablar cara a cara de lo pequeño que es el mundo. Quién sabe si la botella podrá completar otro curioso viaje de vuelta.
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