El crimen del policía que asesinó al marido de su amante
El agente José Manuel Martínez Falero, condenado a 18 años de cárcel, se desplazó a Valladolid desde Zaragoza -donde trabajaba- para matar a Rufino Arnanz
Pasaban pocos minutos de las ocho de la mañana del 21 de noviembre de 2011 cuando el policía José Manuel Martínez Falero asaltó por la espalda a un hombre que se disponía a subir a su coche -aparcado en la calle Nicasio Pérez- para ir a trabajar y le asestó dos puñaladas a la altura del corazón, la segunda mortal de necesidad, que le causaron la muerte en pocos minutos.
La víctima era Rufino Arnanz, el marido de su amante. El asesino había recorrido los 360 kilómetros que separan Zaragoza -donde estaba destinado- de Valladolid para acabar con su vida.
El jurado popular declaró al policía culpable de un delito de asesinato y el juez le impuso una condena de 18 años de prisión, pese a que él siempre sostuvo que era inocente. Cada hijo de la víctima fue indemnizado con 75.000 euros, pero el magistrado denegó resarcir a la viuda por infiel.
Según algunos testigos, el verdugo fue visto media hora antes del crimen semioculto cerca del coche de la víctima, en la esquina de la plaza San Juan con la calle Nicasio Pérez -donde residía el asesinado- con su rostro oculto por un braga oscura y la cabeza tapada con un gorro. Martínez Falero, con sus conocimientos policiales, intentó fingir que el móvil había sido un robo y dio unos cortes a la correa del bolso de la víctima tras apuñalarla.
Esta fue la primera hipótesis que barajó la Policía Nacional de Valladolid. Sin embargo, cuando investigaron la vida personal de Rufino y de su esposa pronto apareció el nombre de José Luis para completar el triángulo amoroso que llevó a arrestar al agente a finales de julio de 2012 en Zaragoza.
La rodilla y el radar
Además, durante la agresión el Martínez Falero se fracturó la rótula de su rodilla izquierda, rotura de la que se operó al día siguiente del asesinato en una clínica privada de Zaragoza, motivo por el que varios testigos relataron a la Policía que vieron correr cojeando a una persona por la calle Nicasio Pérez para dirigirse a la calle Santa Lucía -donde se le cayó al suelo el arma con el que perpetró el crimen- y continuó su huida por la calle Artesanía, lugar en el que se le perdió la pista.
Durante el juicio, José Manuel aseguró que el problema en la rodilla era previo al crimen, que fue un accidente doméstico al salir de la ducha y que no se lo notó en el camino a Valladolid porque su coche era automático.
El día de autos, a las 8:25 horas fue fotografiado por un radar de la Guardia Civil circulando en dirección Soria a 138 kilómetros por hora -velocidad no permitida- a la altura de Tudela de Duero por la A-11. Es decir, a 16 kilómetros del lugar del crimen. Aunque había apagado su teléfono móvil la noche anterior al viaje para evitar que los posicionamientos de las antenas le localizaran en Valladolid, el mismo día del asesinato lo encendió sobre las 9:15 horas a la altura de Aranda de Duero cuando regresaba a Zaragoza.
Novios adolescentes
José Manuel contactó en verano de 2009 por redes sociales con la mujer de Rufino, con quien había mantenido un noviazgo en la adolescencia. A raíz de este contacto ambos iniciaron una nueva relación sentimental que la víctima intentó impedir en repetidas ocasiones, la última días antes del fatal desenlace. De hecho, lo que había empezado a espaldas de sus respectivas parejas acabó en numerosos enfrentamientos entre Arnanz y Martínez Falero, que se había divorciado en julio de 2011.

En diciembre de 2010 Rufino le envió un correo electrónico en el que le pedía que no rompiera su matrimonio y le advertía de que presentaría una denuncia contra él por acoso. Además, un mes después volvió a llamar al domicilio del agente y aprovechó que el teléfono lo cogió su mujer para contarle la infidelidad de su esposo.
Los hijos de la víctima sospecharon desde el principio que detrás del crimen de su padre estaba Martínez Falero. Uno de ellos se lo dijo a la madre y le pidió que fuera a la Policía para confesar su relación extramatrimonial. Ante el tribunal popular, un hijo hizo referencia a la bronca que mantuvieron sus padres la noche del 15 de noviembre, cuando su padre descubrió que su madre utilizaba a escondidas un teléfono para comunicarse con José Manuel.

La mujer de la víctima reconoció que al día siguiente su amante se desplazó a Valladolid para pedirle que dejara a su marido e iniciar una nueva vida con él, pretensión a la que la mujer se negó. «Le dije que había desaprovechado su oportunidad y le insistí en que quería recuperar mi matrimonio».
En el juicio, el asesino explicó que fue a Valladolid para intentar hablar con su amante y cortar la relación, porque se había dado cuenta de que era «tóxica y destructiva», a pesar de que declaró que «esa relación de amistad fue a más y pensamos en divorciarnos de nuestras parejas». Dijo que él no estaba obsesionado, que era ella la que le enviaba fotos eróticas. Tras el crimen, la relación entre ambos se mantuvo hasta marzo de 2012.
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