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Obra titulada ‘Shutters/Contraventanas’ de la serie ‘Blind Windows’ pintada por Silvestre Santiago, Pejac, en la zona asiática de Estambul.
Las ventanas de Oriente tienen truco

Las ventanas de Oriente tienen truco

El artista cántabro Pejac firma una serie de murales en Estambul, una ciudad «entre dos continentes» que quedan unidos a través de sus ya imprescindibles trampantojos llenos de ilusiones ópticas

Marta San Miguel

Viernes, 14 de noviembre 2014, 08:38

Las contraventanas están abiertas como esos brazos que se abren con la certeza de que te van a envolver con cariño, aferrándose a ti. ¿Qué protegen esos postigos labrados? ¿Hacia qué invitan a asomarse? La estética oriental del metal labrado, el brillo de un mundo apegado a las costumbres de una religión y una cultural alejada de la nuestra, el sonido de un rezo, de un idioma, de un sabor especiado. Todo sale de esa minúscula ventana que el pincel de Silvestre Santiago (Santander, 1977) ha dibujado sobre apenas unos centímetros de pared. No es que haya construido una casa, ni mucho menos, es que ha hecho de un muro algo habitable, un territorio donde lo plano se vuelve tridimensional, como la mirada de una obra plástica que hace del artista santanderino santo y seña del muralismo internacional contemporáneo.

Lo acaba de demostrar tras intervenir en Estambul. «Cuando planeo un viaje a otro país para pintar en sus calles encuentro importante hacer algo específico para cada lugar», dice Pejac que, acompañado por Julián Santiago, ha traducido ese choque cultural en su proyecto Blind Windows, una serie compuesta por tres murales y que habla «de la falta de libertad que sufre una importante parte de la sociedad». 

«El hecho de que Estambul se encuentre entre dos continentes fue el punto de partida muy estimulante para mí, a lo que hay que sumar que Üsküdar (barrio donde intervino) se encuentra en la zona asiática de la ciudad», explica. Cada uno de los murales representa una ventana «un tanto peculiar». Le interesaba ese efecto «lo más realista posible» hasta el punto de que parece que, efectivamente, la ventana siempre estuvo allí. Para ello utilizó el recurso del trampantojo, «del francés Trompe-loeil (trampa para el ojo)», una técnica a la que le tiene bien cogida la medida.

El objetivo es crear la «ilusión óptica» de que nos encontramos frente a una ventana real, a pesar de que sabemos que se trata de pintura sobre muro. Ese «cortocircuito entre ilusión y realidad es una parte importante para potenciar la carga de fondo de esta obra», dice. Porque si algo tiene de impronta la huella urbana de Pejac no es tanto ese idioma cada vez más característico del sarcasmo como forma de conciencia. Lo suyo se ubica en la determinación por contarnos desde un paradigma un tanto reprobable, con actitudes que son tan cotidianas como definitorias de un sentir silente. «Con Blind Windows he intentado que las tres ventanas, en un primer momento, sean estéticamente agradables, y que sea con esa mirada más profunda y sosegada como se llegue a la sensación de encierro y opresión que se esconde en verdad detrás de cada una de ellas. En realidad, si de ser trampantojos pasaran a las 3D se convertirían en una especie de antiventanas».

La City de Londres

Una vez ha cerrado sus ventanas abiertas de Oriente, su siguiente proyecto ha pasado por Londres, donde esta pasada semana pintó un mural de 30 metros cuadrados en uno de los dos hall de entrada de la Heron Tower, la más alta de la City . «Publicaré las fotos del trabajo en los próximos días», dice en alusión a esa ventana que es su blog (pejac.es) y que renuncia a ser un sitio web para afianzarse como un lugar en el mundo donde caben las paredes de decenas de ciudades donde ya ha intervenido. «Estoy realmente contento con el resultado y con la respuesta y las reacciones de la gente que entra en el edificio», dice. Y no es para menos. Su pintura, entre la longitud y el vuelo rasante, sitúa las vistas de lo que se mira más allá de los límites físicos del hormigón. Su juego permanente con la ilusión y la realidad es una mecánica permanente en toda su obra, un guiño entre lo irónico y lo tierno que aúpa a cualquier mirada a alzarse por encima de la obviedad.

Ahora vuelve a posar su vuelo en Barcelona, su lugar habitual de residencia: «Necesito tiempo y algo de intranquilidad para preparar mi próxima exposición individual». En este proyecto, aún en ciernes, trabajará por lo menos durante un año. Aunque los muros para esa futura muestra individual sean los que establezca una galería, lo cierto es que hay algo en el término muralista que va unido al nombre de Pejac a pesar de lo efímero que puede tener estar a la intemperie: «El arte urbano es más o menos efímero en función de muchos factores. Algunas de mis intervenciones de la calle siguen después de 4 o 5 años prácticamente como el primer día, y otras, a los dos días fueron eliminados por los servicios de limpieza de algún Ayuntamiento».

Sin embargo, ese contar suyo desde el espacio colectivo que es la calle (con intervenciones como un hombre que barre el polvo que cae de su propia cabeza o espantapájaros que se desintegran y salen volando convirtiendo sus pedazos en aves) no es lo único: «El trabajo de calle es un proyecto paralelo a mis trabajos de estudio. Es importante que estos dos escenarios se refuercen mutuamente manteniendo siempre una coherencia entre ambos», admite. «Sea cual sea el soporte, procuro siempre ser honesto con lo que hago».

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