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PILAR G. RUIZ/M. MARTÍNEZ
Miércoles, 22 de junio 2016, 13:16
Tres autores sobre una mesa. Tres maneras de enfocar el trabajo. La poesía, la novela, la crónica periodística. Un sentimiento común: se puede ser extranjero en todas partes. Y una idea: la lengua muta, palpita al ritmo de particulares y sociedades, y el español ... no se salva de estar tan vivo.
Mario Jursich, periodista cultural, poeta, escritor y traductor colombiano, director y miembro fundador de la revista El Malpensante de Bogotá; Domenico Chiappe, escritor y periodista peruano y venezolano y Guillermo Roz, escritor argentino, ganador del XVI Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones, han mantenido un diálogo entorno a 'La literatura como base de indentidad latinoamericana' moderado por el también escritor Ignacio del Valle.
Frente a la suma de identidades lingüísticas que enriquecen el resultado literario, Jursich, Roz y Chiappe, ven en la homogeneización, un enemigo común.
«¿Por qué tiene que existir un gobernante de la lengua?» se pregunta Jursich. «La idea de que hay unos señores más capacitados que los demás hablantes para imponer sus criterios sobre el habla es una pura fantasía».
Más allá va Roz, que habla de la Real Academia Española como «una cosa muy simpática, muy bien planteada por el imaginario de los hombres, como los unicornios» o «una fantasía de Borges».
También salieron a colación otras instituciones como el Instituto Cervantes, promotor junto a la academia del Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (Siele), que en algunos lugares, como Buenos Aires, generó enconadas protestas. «Me parece bien que los escritores, quienes realizan la labor de fijar el lenguaje, se opongan, como parte de su propia creatividad», ha dicho Chiappe.
Ese proteccionismo del lenguaje, sobre una «amenaza invisible que no es tal», se realiza de «puertas hacia afuera» como un tutelaje pero también «con las propias variaciones lingüísticas de España», destacan.
Guillermo Roz afirma que «no se debe tener miedo a que la palabra no sea una sola para definir un objeto, sino que sean muchas y el establecimiento de relaciones entre ellas pueda generar un arte posible y productivo».
Hablar en latinoamericano
El coloquio sirvió para conocer las experiencias de Roz, Jursich, Chiappe y Del Valle con sus lenguas madre y con las adoptadas después, de cómo estas se moldean cuando se es migrante o a causa de las circunstancias sociales. Todos presentaron la lengua como algo vivo e, incluso, como una forma de elegir.
Jursich tenía un idioma íntimo de pequeño, el peruano. Con cuatro años se mudó a Venezuela y entonces eligió hablar venezolano. «Preferí hablar como mis compañeros que como mis padres». Cuando más tarde emigró a España, su 'venezolanidad' se le antojó una forma de ser extranjero. El lenguaje de Jursich volvió a mutar.
Guillermo Roz, argentino, lleva más de diez años en España. Explicó que ha aprendido «a escribir en latinoamericano», para así aglutinar 'los españoles' que conoce, para abrirse al mundo. También confesó sentirse «un poco extranjero en todos los sitios.[...] Los que estamos sin tierra tenemos que generar la lengua como la tierra. Mi país es la lengua que yo construyo con los idiomas que me fueron dados».
Wellcome, bienvenido
Del Valle introdujo otra variable: la injerencia del inglés en el español, el hecho de que lo anglosajón haga peligrar el futuro de lo español. Los ponentes no encontraron tan grave la intromisión, sino que lo vieron más bien como un juego de vasos comunicantes. Jursich puso como ejemplo la literatura puertorriqueña, que lleva años conviviendo con el inglés de forma natural, y sin que nada corra peligro de desaparecer. Y también explicó que se produce la misma 'injerencia' pero a la inversa: «En Estados Unidos e Inglaterra se han incluido más de 500 términos de origen español y nadie se lleva las manos a la cabeza».
A Roz tampoco se le vio preocupado en exceso: «Ellos -los angloparlantes- también pierden la batalla en Estados Unidos, así que llegamos empatados».
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