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LOLA GALLARDO
SANTANDER.
Domingo, 11 de febrero 2018, 09:43
Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) da una vuelta de tuerca al mito de 'La Bella y la Bestia' en su última novela, 'La ofrenda' (Galaxia Gutenberg). El monstruo es aquí una criatura acuática, un hombre-pez que quedará fascinado por la muchacha a la que ... ve nadar, Pilar Ayala, la enfermera protagonista, que ha cruzado el mundo huyendo de sí misma para trabajar en el cuidado de una anciana en una remota isla al sur de Madagascar. «Es la historia de dos soledades», reconoce el autor que el martes presenta el libro en el Aula de Cultura de El Diario Montañés, en su sede del Ateneo (19.30 horas).
-¿Cómo surgió 'La ofrenda'?
-Es un proyecto que me ha acompañado durante muchos años. Hunde sus raíces en mi infancia porque se inspira en una película que vi siendo niño: 'La mujer y el monstruo', de Jack Arnold. Es una película que se inspira en 'La Bella y la Bestia', en 'King Kong'... En ese caso, la criatura era acuática, un hombre pez que vive en una laguna. Allí llega una expedición, con una mujer que acude a nadar. La criatura al verla se enamora de ella. Las escenas célebres del lago son tan hermosas que me quedé prendado y quedaron en mi memoria, no sé por qué. Nadie sabe el motivo de por qué unas imágenes se graban en tu memoria y con el paso de los años siguen intactas. Hay anticipos de esa película en algunas otras novelas mías, pero ahora es cuando encontré la manera de hacer verosímil esta historia. En el mundo del cine es más sencillo crear una criatura fantástica porque todo es más ficticio, pero en una novela es más difícil hacer que el lector se lo crea.
-¿De qué trata su novela?
-Es una novela realista, una historia que se sitúa en los años setenta en San Sebastián. La protagonista vive un amor perturbador con el que quiere terminar y lee un anuncio en el periódico en el que una anciana busca a una enfermera que le atienda. Se lía la manta a la cabeza y se va a Madagascar. Allí se encuentra un caserón típico de las novelas góticas tipo Jane Eyre o Rebeca. Es una mansión que esconde un secreto y poco a poco lo va desvelando.
-¿Es un homenaje al cine?
-Sí, es un homenaje a las películas de mi infancia y a las películas góticas que nos acompañan desde que empezamos a leer. Es una novela que habla del secreto. Para mí, la literatura trata de desvelar lo que está oculto, lo que está más allá de lo que vemos. Es una metáfora del mundo oculto que hay en cada uno de nosotros. Es el mundo de los deseos y de los sueños, esa vida escondida que tenemos cada uno. La misión de la literatura no es tanto decirnos lo que ya sabemos como mostrarnos esa parte oculta, ahondar en lo que callamos o no llegamos a decir, incluso lo que no comprendemos. Es ir al lugar de los secretos.
-¿Qué le fascina tanto del mundo de los monstruos?
-El monstruo representa el mundo de lo oscuro, de lo no conocido. Y estos monstruos que me gustan, como King Kong o Frankenstein, son especiales porque en el fondo son monstruos afligidos, que están desubicados. King Kong cuando se encuentra con la chica deja de ser el dominador de la isla para convertirse en un ser perdido que no entiende lo que le pasa. Ella trastorna todo su universo. Es alguien que no tiene un lugar en el mundo. Todas esas criaturas son una metáfora de nuestro propio corazón, que está lleno de deseos incumplidos. En cada uno de nosotros hay una vida dormida, oculta. Esta es la razón por la que los monstruos gustan tanto a los niños, porque hay muchas cosas que los niños no entienden y el monstruo representa todo lo que no entienden.
-¿Qué nuevos proyectos tiene entre manos?
-Tengo varias historias en la cabeza, pero de momento con la presentación del libro tengo bastante.
-¿Cuánto tiempo ha tardado es elaborar este libro?
-Me he documentado algo porque hablo de un lugar inventado en Madagascar, un lugar en el que nunca he estado. También sale isla Mauricio y el Océano Índico. Me he tenido que documentar para poder escribir sobre ello. El resto tiene que ver con la invención. Entras en un mundo y poco a poco vas creando una historia. Esta novela lo que cuenta es un encuentro entre dos soledades. Es muy importante el personaje de ella, la enfermera. Es un personaje herido y por eso se siente tentada por lo que encuentra en el caserón de Madagascar. En el fondo, descubre que ese ser al que se encuentra en la isla está tan desamparado y es tan solitario como ella. Por eso, es el encuentro de dos soledades. Y ella, en la medida que está herida, encuentra en ese extraño mundo su lugar. He estado dos años con este libro.
-¿Dónde está el escritor en esta novela, en qué personaje o en qué momento de la obra aparece?
-Recuerdo ahora la frase de Gustave Flaubert de 'Madame Bovary soy yo'. También puedo decir que Patricia Ayala soy yo. Soy una mezcla de Patricia y del monstruo. El escritor tiene que amar la historia que va a contar, porque si no es imposible que salga bien. Todas las grandes novelas surgen de la pasión que una historia provoca en un autor. No se puede escribir bien sin ese sentimiento apasionado. Este proyecto nace de ese niño que fui, ese niño perdido que ya no sé dónde está, pero quedan restos de él y son los que me han impulsado a escribir esta historia.
-¿Qué más le impulsa a escribir?
-Escribo para tratar de acercarme a esos lugares que, por una extraña razón, tienen poder sobre mi. Las ideas surgen de una llamada. A veces es una imagen, un sueño, una historia... La novela tiene que ver con la fascinación. El amor, por ejemplo, surge de una fascinación, ¿Por qué una persona en un momento dado adquiere ese poder sobre nosotros? Quieres mirarla, oírla... Un niño que nace crea un espacio de fascinación. Y la primera fascinación de la vida siempre es el rostro de la madre y sobre él se construyen todas las fascinaciones futuras.
-¿Qué representa la literatura en su vida?
-Es una parte importante. No solo me dedico a escribir, tengo familia, hijos, nietos, historias personales... Esa vinculación con el mundo también está presente en la literatura. Lo poético es lo intenso, lo misterioso, lo que te atrae y cuando sale a tu paso no puedes dejar de atender. En la vida hay muchos instantes así y si no los hubiera sería terrible vivir. La literatura recoge esos instantes de la vida.
-¿Dejará de escribir algún día o morirá con la pluma en la mano?
-Hay escritores que dejan de escribir porque supone un esfuerzo muy grande. Son muchas horas de soledad, de esfuerzo diario que nunca sabes a dónde te lleva porque no sabes si lo que haces merece la pena. Escribir un libro es una tarea ardua y lenta. Cuando terminas te quedas por un lado vacío porque te separas de ese universo en el que llevas muchos meses. Inmediatamente tienes el deseo de empezar otro pero, a la vez, sientes pereza, porque piensas ¡madre mía! empezar otra vez ahora... Las primeras páginas son terribles. Pasas días y días sin salir nada. En el fondo no es extraño que un escritor diga se acabó. Pero también, una vez que has probado y tienes esa adicción, es difícil sobreponerte a ella.
-¿Cuál de los dos es su caso?
-Yo hasta ahora siempre que he terminado un libro inmediatamente me he puesto a escribir otro. Una vez que pase la promoción empezaré a pensar en ese proyecto porque ahora no puedo. Para escribir necesitas separarte del mundo, estar solo, recluirte. La escritura es casi una actividad monacal.
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