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Uno de los conciertos vespertinos de Sonorama 2014.
La música como fiesta

La música como fiesta

Los festivales de distintos géneros congregan cada año a miles de personas en torno a bandas, ambiente y actividades paralelas. Son un buen negocio, con ejemplos en Cantabria, que crece, se diversifica y se consolida

Pilar González Ruiz

Viernes, 31 de octubre 2014, 12:44

Escena día. Media tarde. Luz natural. La acción se desarrolla dentro de varias bodegas del siglo XV. Entre toneles de vino y olor a uva antigua se suceden pequeños stands y escenarios diversos. Con banderines de colores y figuras de toros. Al lado, Maika Makovsky aparece de pronto en el escenario. Ninguno de los presentes sabía que ella sería la encargada de abrir la veda en esta sesión sorpresa. Entre el público, Charlie Bautista, guitarra de Jero Romero o Nani Castañeda, batería de Niños Mutantes. El concierto, sin cartel y con invitación, es una de las novedades que presenta la sexta edición del Monkey Week (MW).

Músicos frente a músicos

  • Nani Castañeda conoce bien los festivales de verano. Con su banda "

  • Niños Mutantes

  • ", el granadino ha pasado "prácticamente por todos". Considera que la labor que hacen "es importantísima para la música" y los grupos se nutren tanto de su presencia en ellos como de las giras por salas. Hace 20 años empezaban ellos y empezaban también algunas de las citas hoy consolidadas.

  • Por razones históricas o por feeling, tienen especial simpatía a Sonorama o Contempopránea, aunque su primera aparición de este tipo fue en el FIB de 1999, donde tocaron ante 3000 personas, y quedaron "impresionados, acostumbrados a tocar ante 50". Por eso reconoce la labor de promoción que representan, a pesar de ser un arma de doble filo que hay que saber elegir. "Cuánto más te expones en festivales de verano, más difícil es llenar las salas en invierno". Aún así, "los festivales son importantes para los grupos noveles y también para los consolidados".

  • Niños Mutantes acaba de presentar trabajo 'El futuro' y el suyo más inmediato incluye una gira de conciertos en invierno y primavera (Córdoba, Murcia, Zaragoza, Valladolid, Santiago...) para convertirse, llegado el estío, de nuevo, en carne de festival.

Se trata de otra muestra de esa marea imparable que se ha consolidado como evento musical. Los festivales. Propuestas de dos a cuatro días, en un único espacio, con uno o varios escenarios y una amplia opción de bandas de las que disfrutar. En los meses de verano, principalmente, pero no solo.

El perfil que dibuja el festival gaditano es, sobre todo, profesional. Promotores y músicos se mezclan en las calles de El Puerto de Santa María, una parte fundamental del propio evento. Como dice Juan Rozoff en su concierto: "En el Puerto hay nueve músicos por cada persona de aquí, y puede que esa persona también haga música". En el Monkey los artistas actúan pero también asisten como público al concierto de otros "colegas". Ambos públicos coinciden, según el organizador Tali Carreto, en que la media de edad "es más elevada" que lo normal y con mayor poder adquisitivo. Buscan un festival diferente "con carácter urbano" y un cartel "bastante distinto de la tónica habitual". El lema de Monkey Week es "Descubre hoy las bandas del mañana" y para seleccionar a los participantes, el "núcleo duro" del MW dedica todo el año al trabajo de planificación. En esa planificación El Puerto de Santa María es protagonista por sí mismo. La ciudad se vuelca. Calles, plazas, bares, teatro y hasta casas particulares. Durante tres días, todos son "monos".

En la otra punta de España el ambiente es menos relajado. La banda sonora de la escena es el metal más extremo. Es el Resurrection Fest que ya tiene a la venta sus abonos para 2015. En el pueblo de Viveiro (Lugo) se dieron cita 40.000 amantes del hardcore-punk para la última edición. Un festival por el que no pasas, sino que vas sabiendo lo que buscas. "Rock muy especializado hecho por y para fans".

Así lo describe su director, Iván Méndez Rodríguez. Unos fans con perfiles variados; público joven que sigue el metal moderno, fieles al hardcore y el punk o veteranos seguidores de lo más pesado. "Y a ellos se añaden los ResuKids", dice. ¿Supone una ruptura de la rutina de este pequeño pueblo? Así es. Pero también añade 4,5 millones de euros de impacto económico para la comarca. Un evento cuyo inicio se remonta a 2006, cuando dos jóvenes del municipio quisieron traer a Sick of it all, una de sus bandas favoritas de hardcore, a tocar a las fiestas del pueblo. En el último momento no pudo ser. El festival se canceló y tuvo que celebrarse meses después, entre numerosas críticas. "Con duro trabajo y esfuerzo -indica Méndez- el festival creció hasta como lo conocemos a día de hoy". Su objetivo es claro: convertirse en un referente a nivel europeo para los amantes de la buena música, "pero todo paso a paso".

Festivales en Cantabria

Cantabria se sumó en 2009 a la lista de ciudades que cuentan con un festival de música con cartel potente y cifras de público notables. Desde aquella primera edición, el Santander Music Festival (SMF) ha ido puliendo su imagen, ampliando las bandas y su proyección y definiendo su perfil mediático. El SMF está dentro de la ciudad, pero también al lado de la playa. Nació, según detalla Alberto Zubizarreta, de Mouro Producciones, como "un escaparate de la música alternativa dentro de la oferta musical de las fiestas patronales de Santander" hasta que su crecimiento le llevó a tener entidad propia a partir del año 2012. El criterio básico que siguen a la hora de programar el cartel es "ofrecer un producto de calidad y heterogéneo" con un "claro compromiso por la innovación".

La misma empresa organiza, de forma paralela en el tiempo, el Amstel Música en Grande . Pensado "para todos los públicos" y partiendo de un lugar "maravilloso" (la campa de La Magdalena) para hacer "algo más que conciertos sueltos", dice uno de sus promotores, Guillermo Vega. Pop-rock nacional y latinoamericano. Lo que está o puede estar de moda. En eso se fijan para programar un cartel que siempre se va adaptando a los gustos del público, porque "el propio festival es un ente vivo", señala Vega.

Para las dos citas comparten un objetivo común: "Conformar un proyecto de calidad y éxito, pero a la vez amable y cómodo que colme las expectativas de cualquier turista cultural".

Anécdotario

  • Al Resurrection Fest se suele llegar con retraso. A pesar de que el asistente tenga claro su destino, si se guía con un GPS para encontrar el municipio de Viveiro, será enviado a Viveiró. Ese pequeño signo ortográfico multiplica los extravíos y según los organizadores "no hay año que no ocurra a pesar de los avisos".

  • Nadie sabe bien cómo apareció una carroza tirada por caballos en el backstage del Santander Music Festival, pero por motivos logísticos tuvo que quedarse allí durante toda una tarde.

  • Las calles de El Puerto de Santa María se convirtieron en una pista de carreras en busca de una farmacia. ¿El motivo? Los Wire probaban sonido bajo el abrasador sol gaditano de pleno agosto y su blanca piel británica no estaba preparada para resistirlo. Tampoco estaba preparado Andrew Bird para encontrar su camerino arrasado; los Faust habían pasado antes por allí y la comida no sobrevivió a la visita.

  • Hace seis años, una banda emergente se subía a la Plaza del Trigo. Era mediodía. El horario y la novedad de formato para ellos, les hicieron dudar del resultado de esa actuación. Cuatro meses después, Vetusta Morla agradecía, con una Riviera llena, la oportunidad que Sonorama les había brindado al incluirles en los grupos del "Trigo".

Veteranía

Calor, mucho calor. Y a falta de playa, riego directo a los participantes desde los balcones. Aranda de Duero alcanza en el mes agosto los 40 grados y los 45.000 asistentes. Acuden a la llamada del Sonorama Ribera . Lejos de aquellas 300 personas que se acercaron a ver de qué iba aquello del festival en el año 98. Congregar en un mismo espacio a más de 130 bandas internacionales requiere planificación de meses y arduo trabajo. La semana del festival, dormir es un privilegio reservado a pocas personas se la organización. Una organización que comenzó como un grupo de amigos, pasó a asociación juvenil y ahora es una asociación cultural que funciona como una empresa. Art de Troya tiene su estructura, departamentos y jefes de área.

En total, más de 300 personas que trabajan "oficialmente" de forma continua y cientos de voluntarios que se suman a la vorágine festivalera. Dedican, incluso, sus vacaciones a este evento musical. "Es que un festival es un evento muy serio y todos tenemos que estar implicados" dice Xandra González, miembro de la directiva. Están orgullosos se haber extrapolado su formato de "bajar el festival al pueblo, a la calle" y "hacer cosas de día". Aunque tienen un público joven, de entre 25 y 35 años, consideran que lo que define al festival de Aranda es "la gente a la que le gusta el buen rollo". No se ponen etiquetas. "Para independiente él, dijo Raphael, y coincido: todos tenemos una parte independiente" afima González.

Ya están recopilando ideas y sugerencias para la próxima edición, conscientes de que un cartel depende de factores como el momento del disco de un grupo, su gira, el presupuesto, otros carteles... Se siguen emocionando al ver el pueblo lleno, al comprobar la respuesta de público y los logros conseguidos a base de trabajo. Y si tienen que poner un objetivo, Javier Ajenjo, director del festival le pone voz: "Que al pasar por la carretera junto a Aranda dentro de muchos años, la gente aún piense en los buenos momentos vividos en el Sonorama. Que nos recuerden".

La elección

Ante la oferta creciente de una tendencia que parece imparable, los promotores hacen su propia planificación para seleccionar dónde quieren, deben o pueden tocar los grupos a los que gestionan. Carlos Rodríguez, de Esmerarte , señala como fundamentales los motivos geográficos, el tipo de propuesta artística de cada festival y el número de asistentes. "Aunque -indica- no hay una tabla que te sirva de guía y te ayude a decidir". En última instancia "la experiencia y el buen ojo son un grado" dice. Y de experiencia saben un rato en esta empresa que desarrolla eventos de forma integral y mueve a grupos como Vetusta Morla, Xoel López, Eladio y los Seres Queridos, Novedades Carminha o Pasajero, entre otros.

No duda en destacar la importancia de la corriente "festivalera" porque "suele ser la oportunidad para atraer y convencer a un público que no tiene por qué conocerte con anterioridad". La dualidad sala pequeña-festival masivo no debe contemplarse como tal, sino servir como complemento a juicio de este experimentado promotor gallego que conoce el sector también desde el otro perfil: es uno de los organizadores del PortAmérica que en su última edición reunió a 19.000 asistentes y generó 538 puestos de trabajo directos.

No se trata de escoger sino de mezclar, indica. "Los festivales te sirven para crecer y ganar nuevos adeptos, pero es en las salas donde esos adeptos pueden disfrutar de tu propuesta de una manera más íntima". Y aunque todo depende del tipo de música que haga el grupo, Rodríguez tiene claro que "cuanto más grande y más gente haya, mejor" y añade: "y si además pagan bien y nos dan un buen horario, ¡negocio redondo!"

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