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La mezzosoprano cántabra Marina Pardo (Santander, 1970) acerca hoy a Santander 'Viaje de invierno', un ciclo de 24 poemas de W. Müller con música de Schubert. Acompañada al piano por Kennedy Moretti, sobre el escenario dramatizará los textos el actor Miguel Meca acompañado por los lienzos del pintor Fernando Bermejo. Emocionada por cantar en su tierra, reconoce que los cantantes de ópera «somos gente normal, no los divos caprichosos de hace años».
-'Viaje de invierno', ¿que presenta esta noche en el Palacio de Festivales?
-Es un ciclo de 24 canciones de Schubert con textos de su amigo W. Müller. Lo compuso durante su último año de vida. El protagonista es un personaje joven que comienza un viaje sin destino, hacia la nada, porque ha sufrido un desengaño amoroso. Ha sido rechazado por su amada y viaja hacia el interior de sí mismo. En la última canción se encuentra con un organillero y se plantea si debe quedarse con él y dedicarse a cantar sus canciones. El final es muy triste, muy dramático. Es un monumento al Romanticismo.
-Poesía, voz, piano... un recital diferente a otros.
-Ha sido una idea de Regino Mateo, director artístico del Palacio de Festivales. Aparece la música, acompañada por un texto y dibujos. Se utiliza un texto elegido por el compositor para dibujar cada frase y cada sentimiento o intención. A mí, personalmente, me gusta que los teatros traduzcan los textos. Habrá gente en el concierto que conozca el ciclo, pero otros no. Para disfrutar un concierto no hace falta entender es como cuando visitas un museo y sin entender de arte sales emocionado. Creo que cuanta más información tenga el público más enriquecedora será la experiencia. Habrá un actor, Miguel Meca, que leerá textos y dramatizará la obra y unos árboles en el escenario del pintor Fernando Bermejo que inspiran el paisaje de la época y del momento. Es un viaje de invierno en Alemania, con ríos congelados, mucha nieve y árboles muy secos.
-¿Es emocionante volver a cantar en su tierra?
-Siempre, porque entre el público habrá amigos y familia. También me emociona que me reconozcan en mi tierra. Están preparando todo con mucho cariño y con mucha riqueza de datos. Me han dado carta blanca en el Palacio y eso es un lujo.
-¿Cuándo comprobó que no podía vivir sin la música?
-Ufff, tengo que remontarme unos cuantos años. Yo vengo de una familia que siempre amó la música. Estuvo siempre con nosotros, en fiestas... desde muy jóvenes mis padres ya cantaban en coros y los cuatro hermanos nos dedicamos todos a la música, en mayor o menor medida.
-¿Es una profesión dura y muy sacrificada, no cree?
-Es una profesión muy dura, sobre todo a nivel solista. Si es tu medio de vida, hay que pelear mucho para encontrar trabajo y estar en el circuito. Es un mundo muy competitivo y hay muchas cosas que le dan un cariz de comercio. Al fin y al cabo compramos y vendemos arte. Hay que trabajar mucho y conseguir trabajo a pesar de que hay gente más joven, más guapa... En el mundo de la ópera el físico cuenta muchísimo. Antes daba igual que interpretases con 45 años el papel de una joven, pero hoy es distinto y sí importa. Hay que pelear con todo esto y es muy duro. También es duro porque siempre estamos estudiando y aprendiendo, lo cual es muy interesante. A mí me gusta observar, aprender y que cada día sea diferente.
-¿El cantante nace o se hace?
-Ambas cosas. Una pasión no se aprende, no se aprende a amar algo, pero tienes que aprender una técnica. Hay gente con muy buena voz, pero luego hay que educar la voz, el espíritu y tener cultura. Hay que conocer el texto y la época histórica en la que está escrito. Técnicamente, el canto es una profesión dura.
-¿Qué le responde a quienes dicen que la ópera es para una élite?
-No me gusta nada que la gente piense así. Yo intento desde mi pequeña platea luchar contra ese elitismo. Yo creo que no doy una imagen de cantante de ópera como se veía antes. Estamos en el siglo XXI y los cantantes de ópera somos gente normal, no somos divos ni vestimos con pieles y sombreros.
-¿El mundo de las divas caprichosas quedó atrás?
-De esas quedan pocas y si quedan es porque se lo consienten los teatros o sus agentes. Somos trabajadores. La única forma de llegar al público con una ópera es abaratar los precios y eso no permite caprichos. La ópera es la que tiene los precios más disparados, pero está justificado no por grandes divos, sino porque hay mucha gente detrás de un macroespectáculo de ópera.
-La crisis ha dejado rastro en el panorama musical y se programan menos óperas. ¿Cree que todo volverá a ser como antes?
-Lo he hablado con Kennedy Moretti, el pianista, y siempre dice que esos tiempos no van a volver. Es un poco negativo, pero tiene mucha razón. Parece que estamos saliendo de la crisis, porque hay más trabajo, un poco más, pero no está bien pagado. Los cachés no han subido, pese a que sufrieron una gran bajada con la crisis hace tres o cuatro años. Como verás, es una profesión dura en muchos sentidos. Hemos pasado épocas malas. A mi siempre me gustó la música de cámara, pero no me ha sido posible hacer solo eso, porque hemos atravesado unos años muy duros y había que comer. Afortunadamente este es el cuarto recital que hago este año y aunque no parece mucho, después de años sin nada, estoy encantada. Han sido los cuatro con Kennedy que es mi pianista de cabecera. Si pudiera elegir pianista me quedaba con él, porque es fantástico y sabe mucho. He aprendido mucho con él y de él y hacemos un dúo estupendo.
-En plena madurez, ¿que le ha aportado la música?
-Tantas cosas.... El placer de aprender cada día, de crecer como persona y como músico. Va unido porque el músico es la persona y la persona es el músico. Y el placer de disfrutar haciendo disfrutar a los demás, que más que un placer es un lujo. Son cosas positivas.
-Si no se hubiera dedicado a la música, ¿hacia dónde habría dirigido sus pasos?
-No tengo ni la menor idea porque la música lleva mucho tiempo conmigo, en mi vida. Pero estoy segura de que sería algo artístico. Igual actriz. Algo que me atrae mucho es el mundo del doblaje o la traducción. Me gusta mucho el lenguaje.
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