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«La fotografía tiene todos los derechos y todos los méritos necesarios para que nos volvamos hacia ella como el arte de nuestro tiempo», dijo Alexander Rodchenko. Iconografía, simbolismo, propaganda, expresión, plasticidad. El centenario de la revolución rusa de 1917 es un referente histórico que para algunos exégetas sirve para establecer paralelismos entre acontecimientos, y para otros es un cauce para tender puentes entre lenguajes y tendencias desde las vanguardias hasta nuestros días. En Santander el ingente y cada vez más sorprendente Archivo Lafuente incorporó hace meses a sus fondos una colección y diversos contenidos ligados a la Revolución de Octubre y las imágenes, representaciones y retratos del universo soviético, plasmado en cientos de materiales documentales y gráficos.
El Archivo del editor y empresario José María Lafuente, mientras se afronta un periodo clave para consolidar definitivamente el proyecto de sede asociada del Reina Sofía en Santander, prosigue su activa labor.
Entre las nuevas joyas incorporadas en los últimos tiempos al Archivo destaca este fondo de más de un millar de publicaciones y fotografías que configura la colección ‘Vanguardia rusa y realismo soviético’. En 2018 diversas instituciones y entidades culturales nacionales organizarán exposiciones temáticas, documentales y gráficas, con préstamos y materiales del Archivo Lafuente.
Cabe recordar que tanto la imagen fotográfica como el libro fueron dos medios de expresión fundamentales para entender el arte visual en la Rusia de la primera mitad del siglo XX. En este caso son cerca de cuatrocientas publicaciones las que integran esta colección, en su mayoría libros y revistas datados entre 1912 y 1940, que abarcan la representación de tres importantes etapas en la producción editorial del país: el arte previo a la Revolución (1912-1917), los primeros años del constructivismo ruso (1918-1924) y el arte al servicio del régimen de Stalin (1925-1940).
El estudio cronológico de los libros de vanguardia rusa testimonia «el entusiasmo motivado por la experimentación durante la década de 1910, el idealismo utópico de los años posrevolucionarios y, finalmente, el poder militar y la opresión del régimen de Stalin».
Durante la primera etapa (1912-1917) destaca el trabajo de colaboración entre poetas y literatos con artistas visuales.
De este modo, parte de las publicaciones resultantes –entre ellas, los que se conocen como libros futuristas rusos: las obras más raras, valiosas, y difíciles de encontrar hoy– eran libros hechos a mano, con papeles baratos, pero de ricas texturas y tonalidades, de pocas páginas, encuadernados con grapas o cola y en tiradas muy reducidas; por lo general, eran libros originales y únicos, dispuestos con collages e ilustraciones diferentes en cada ejemplar.
Algunos autores de este momento fueron los hermanos David y Vladimir Burliuk, Natalia Goncharova, Vasily Kamensky, Velimir Khlebnikov, Aleksei Kruchenykh, Nikolai Kulbin, Mikhail Larionov, Kazimir Malevich, Olga Rozanova, los hermanos Kirill e Ilia Zdanevich…
Las sinergias continuaron a lo largo de la segunda etapa (1918-1924), pero en este caso la mayor parte de los libros dejaron de ser elaborados de forma artesanal, lo que a su vez permitió tiradas mayores. Las obras ya no se hacían enfocadas una pequeña élite intelectual, sino que la producción debía abarcar a un público mayor. Las publicaciones se caracterizan por un cuidado diseño gráfico, resultado de un nuevo uso de la tipografía y del empleo del fotomontaje. Y, entre los nombres, continúa destacando la presencia de Natalia Goncharova, Aleksei Kruchenykh y Kazimir Malevich, así como Naum Granovsky, Gustav Klutsis, El Lissitzky, Vladimir Mayakovski, Aleksandr Rodchenko, Igor Terentev, entre otros.
Durante la última etapa (1925-1940), la anterior experimentación e innovación comenzó a chocar con el progresivo aumento de los controles de la producción artística por parte del gobierno. En 1934, Stalin decretó el realismo soviético como el arte estatal, persiguiendo cualquier otra forma de creación. A partir de ese momento, las ediciones se ciñeron a los nuevos planteamientos propagandísticos y políticos, quedando a su servicio.
Los libros de este periodo presentan gran alarde fotográfico, son ediciones lujosas y, aparentemente, se publicaron en grandes tiradas (aunque el número de ejemplares que ha llegado a nuestros días es muy reducido). Algunos de los autores que se adaptaron a las nuevas exigencias fueron El Lissitzky, Varvara Stepanova y Solomon Telingater, entre otros.
Además de los libros y revistas, esta colección ‘Vanguardia rusa y realismo soviético’ del Archivo santanderino está formada por más de ochocientas fotografías, junto con materiales relacionados como negativos, postales, etc... Las imágenes están datadas entre los años 1917 y 1960, y se consideran un testimonio fundamental para entender la historia rusa de la primera mitad del siglo XX.
El exhaustivo conjunto de fotografías que ha pasado a formar parte del Archivo Lafuente se organiza en diferentes grupos en función de la temática representada. En la colección, por ejemplo, se hallan retratos –tanto de intelectuales y dirigentes políticos relevantes como de campesinos, soldados y gente de a pie– y contenidos centrados en reuniones y manifestaciones, la industria, la vida agraria, la cultura física, las ciudades, los desfiles y las conmemoraciones oficiales, la guerra, determinados eventos políticos de posguerra y nuevas perspectivas. Son numerosos los territorios, temas y mundos, centrales para entender la construcción del régimen soviético y su evolución, que quedan reflejados en la colección: la Revolución de 1917, la experimentación artística de vanguardia, las políticas estalinistas de mejora económica del país a través de la industrialización y colectivización agraria, el progreso y la mejora de la salud y la calidad de vida, la II Guerra Mundial y sus consecuencias, etc.
No obstante, la importancia de las fotografías –tal como subraya el propio Lafuente- no solo reside en su contenido visual, sino también en sus reversos: «Gran parte de las instantáneas que componen esta colección están firmadas, fueron tituladas por los propios autores y aportan información muy precisa de los lugares en los que se tomaron, las personas retratadas o las circunstancias que documentan».
Varias de ellas, además, tiene sellos de las colecciones de las que han formado parte o cuentan con recortes y anotaciones que ayudan a entender la historia singular de cada fotografía desde su impresión hasta formar parte del archivo santanderino. La diversidad de sus tamaños, desde imágenes poco más grandes que un negativo hasta fotografía de gran formato, invita a pensar, recalca Lafuente, que cumplieron distintas funciones: exposiciones, publicaciones, o pruebas de impresión del artista, entre otros destinos. El Archivo Lafuente adquirió este fondo fotográfico en Nueva York durante el verano del año pasado. Su hasta entonces propietario, Howard Schickler, es un coleccionista americano especializado en arte ruso de vanguardia, que había dedicado más de veinte años al estudio y compilación de fotografías soviéticas. Sus numerosos viajes a Rusia le habían aportado los contactos y los conocimientos necesarios para generar el conjunto ahora integrado en el Archivo Lafuente.
Tanto es así que se relacionó con muchos de los artistas o sus familiares y trabajó codo con codo con algunos de ellos: en 1992, Schickler editó, con la ayuda del hijo de Aleksander Rodchenko, dos lujosos porfolios compuestos por más de cincuenta fotografías del artista, impresas para tal fin en su antiguo estudio de Moscú; esa misma década, el coleccionista americano trabó amistad con el fotógrafo ruso de vanguardia Yevgeny Khaldei, a quien ayudó a dar a conocer su trabajo en Occidente y acompañó en la inauguración de una exposición monográfica del artista en el Jewish Museum de Nueva York, en 1997, poco antes de su muerte.
Colección Vanguardia rusa y realismo soviético’. Son más de un millar de fotografías y publicaciones, incorporadas a las más de 100.000 piezas del Archivo.
Contenidos Retratos, manifestaciones, industria, vida agraria, cultura física, ciudades, desfiles, eventos políticos de posguerra y perspectivas.
Fotógrafos Max Alpert, Dimitri Baltermants, Lev Borodulin, Dimitri Debabov, Emmanuil Evzerikhin, Simon Fridland, Mikhail Grachev, Naum Granovski, Boris Ignatovich, Yakov Khalip, I. S. Kobozev, El Lissitzky, Sergei Loskutov, Mark Markov-Grinberg, Pyotr Otsup, Georgi Zelma…
El pasado verano exponentes y representantes nacionales de la cultura y el arte expresaron su elogio al proyecto del Archivo que en su geografía sobre las vanguardias y el arte internacional profundiza en su mirada hacia Latinoamérica. Una estructura conformada por cerca de 120.000 documentos, al que se suman alrededor de 2.000 obras de arte. El corpus del Archivo estructurado en cinco grandes bloques, cada uno de los cuales lo integran fondos y conjuntos documentales que lo dan sentido, empezó a forjarse en 2002.
Lafuente prosigue con las colaboraciones, préstamos y proyectos. Una actividad reflejada en muestras como la actual del Museo Thyssen de Málaga y, en perspectiva, en numerosas citas nacionales internacionales. El próximo año el Archivo Lafuente, además, regresará al Palacete del Embarcadero.
El pasado mes de julio, en paralelo, tuvo lugar la primera reunión técnica en Madrid en torno a la creación de la sede asociada del Reina Sofía en Santander. Ayuntamiento y Ministerio de Cultura tomaron las riendas y emprendieron los primeros pasos prácticos. Un proyecto destinado al antiguo inmueble del Banco de España. Lo más reciente de este largo y complicado proceso se conoció el pasado jueves cuando la alcaldesa reclamó que se tramite «de forma inmediata» la reversión del Banco de España al Gobierno central para poder agilizar el proyecto de sede asociada del Reina Sofía/Archivo Lafuente en Santander, un proyecto del que el Gobierno regional se descolgó. El consejero Francisco Fernández Mañanes, por su parte, mostró su voluntad de «facilitar y agilizar» estos trámites con la máxima celeridad».
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