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Javier Bragado
Sábado, 25 de junio 2016, 01:33
El hiperactivo Joel González (Figueras, 30-9-1989) es el único que queda en el tatami. En Río no podrá apoyarse en Nicolás García Hemme ni en Brigitte Yagüe, los otros medallistas en Londres que pusieron cara al taekwondo español, porque el ... primero rebajó sus opciones en la élite después de un grave accidente de motocicleta y la segunda abandonó la competición para ser madre y desarrollar otros proyectos en su gimnasio. «No me siento solo porque sé que tenemos un equipo muy, muy bueno», responde el catalán con su sonrisa eterna mezclada con su firmeza. Pero en Brasil deberá ejercer como mentor, referencia y ayudante de Jesús Tortosa y Marta Calvo, dos prometedores luchadores del deporte coreano. «Yo puedo darles encima cuatro pinceladas sobre los Juegos. Explicarles los errores que cometí yo para que no los cometan ellos. Eso es lo más importante, poder nutrir a compañeros míos para que puedan optar a una medalla», insiste con la ilusión que le transmitió su padre y que no abandona nunca.
Como sus antiguos compañeros de alegrías, Joel González no lo ha tenido fácil para repetir y explotar sus propias oportunidades en Brasil. Una rotura del ligamento posterior de la rodilla izquierda durante un combate le apartó durante mucho tiempo de las patadas. Después de aguardar con una recuperación de más de cinco meses eligió forzar para no perder el tren olímpico porque el ranking se cerraba medio año antes incluso para los torneos de repesca. No fue fácil para un chico acostumbrado a no descansar en ningún momento, un caníbal del tatami con tres medallas mundiales y tres europeas a los 26 años.
Además, el catalán decidió subir una categoría con más peso que le trajo otra satisfacción. «Para (hasta) 58 kilogramos era muy complicado. Fui en (la categoría de hasta) 63 en Europa y queríamos que fuera así. Es un poco más complicado para el peso, pero bien», explica quien en la anterior fase se veía obligado a pasar un par de días sin comer ni beber para que la aguja de la báscula no le enviase a casa antes de pelear. «Ahora estoy más tranquilo. Estoy cogiendo bastante bien sacar la velocidad y la fuerza que quería con estos diez kilos subidos. Lo importante era no perder esa velocidad de reacción tan buena que siempre he tenido para poder optar a todo», analiza el atleta de Figueras. Su receta es sencilla. El el 'dojo', el lugar del despertar, ejecuta estilo racional perfilado por el ajedrez: «Si algo te va bien, mejor no cambiar. Pero hay que modificar muchas cosas y si estratégicamente somos previsibles no puedes sorprender al rival y no puedes 'puntuarles'. Pero sí que es verdad que son formas de cambiar pequeñas cositas que son las que estamos haciendo».
A pesar de los cambios y de la premura de su planificación logró una difícil plaza para Río y en mayo se subió al podio en el Campeonato de Europa de Mountreaux. «Aún es temprano. Lo importante son las sensaciones que tenga cada uno. Yo estuve muy contento con los combates celebrados. Tuve una mala preparación para estos campeonatos y quedar tercero me hace poder optar a todo para los Juegos. Eso es lo más importante», recuerda el taekwondista. Acaba de regresar a España después de unos días de entrenamientos con el equipo español en Tailandia para adaptarse a los nuevos petos, transmisores y espinilleras que condicionarán la competición en Brasil porque se estrenará equipamiento para todos. Además, la concentración ha servido para que las nuevas generaciones conozcan a Joel González, el tipo que se colgó un oro olímpico y que puede mostrarles el camino. Es el único que puede hacerlo. Es el último superviviente del tatami.
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