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Sergio Herrero
Martes, 3 de marzo 2015, 17:57
El 30 de enero de 2014 Paco Fernández se ganó una dosis de credibilidad de la que quizá ningún técnico del Racing, más allá del Mago Nando Yosu, haya dispuesto nunca. El histórico plante del equipo ante la Real Sociedad fue su salvoconducto hacia los altares verdiblancos como líder de la liberación. Su figura se vio aún más reforzada si cabe con el ascenso a Segunda División. Un logro que aumentó su crédito y la paciencia de una grada más preocupada en recuperar al moribundo club y en perseguir a los culpables de la precaria situación. Pero el fútbol vive de estados de ánimo y los resultados del equipo, el conservadurismo y algunas discutidas decisiones le han pasado factura. Cuando en este deporte hace falta un cambio, el eslabón más débil siempre es el entrenador.
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Las críticas y las dudas hacia su labor se han intensificado en las últimas semanas, especialmente desde la dolorosísima derrota del domingo ante el Recreativo. En El Colombino, el equipo no tuvo ambición ante un rival hundido y mediada la segunda parte se conformó con un empate que al final también se escapó. Sus decisiones tampoco ayudaron.
Ha sido la lágrima que ha colmado el vaso de las desgracias racinguistas en una temporada demasiado irregular, a pesar de que, en el ecuador de la competición, el equipo estaba fuera del descenso. Ahora es penúltimo y el tiempo se agota poco a poco. Además, la ausencia crónica de Koné ha dejado huérfano a una plantilla totalmente dependiente del costamarfileño.
El actual Consejo de Administración le dio plenos poderes deportivos. «Queremos que sea el Álex Ferguson del Racing», dijo David González Pescador el día que anunciaron el pasado mes de agosto su renovación hasta 2016, aún a riesgo de que sucediese lo que finalmente ha sucedido. Una ruptura prematura del contrato.
Aterrizó en el Racing en julio de 2013 procedente del Caudal. Fue señalado por todos como un nuevo discípulo de Harry y acabó liderando la revuelta contra el expresidente. Ahora, la vorágine del fútbol y la precaria situación del club han terminado por devorarle. Se va, aunque, seguramente, una gran parte del racinguismo le estará eternamente agradecido. Mereció salir del Racing con al menos la mitad de la dignidad que dejó en el club.
Un estudioso del fútbol modesto
Paco recaló en Santander por su conocimiento exhaustivo del fútbol modesto. Eso es lo que hizo en el Caudal las cuatro últimas temporadas que dirigió a los asturianos. Él negociaba, fichaba y tomaba todas las decisiones. También lo hizo en el Langreo, en donde hizo una temporada discreta y repitió labores en el Real Avilés. En la ciudad industrial de Asturias pudo vivir algo similar a lo que ha vivido en Santander, pero a mucha menor escala. Llegó a mitad de temporada a un club con una gran crispación social, desahuciado y al borde del descenso. Salvó al equipo y logró la paz. Era Tercera División y aquella entidad ni era centenaria ni había estado en Primera 44 años. Aún así le sirve como experiencia. «Manejó bien al jugador. Fue reservado y se dedicó a lo suyo. Supo adaptarse a la situación», indica Nacho Gutiérrez, jefe de Deportes de la Voz de Avilés.
En su hoja de servicios también figura una fase de ascenso a Segunda B con el Lealtad, equipo en el que se estrenó en los banquillos igual que un paisano suyo con "nombre" en Santander, Marcelino García Toral.
Pragmático, efectivo, estudioso y muy eficaz. Ese ha sido su manual futbolístico. Sus equipos siempre se han caracterizado por ser muy serios y ordenados. Una característica que ahora es incapaz de aplicar en el Racing. Obliga a jugar a las líneas muy juntas, le gusta tratar bien el balón, pero no es una prioridad, prefiere no asumir riesgos y apuesta por la verticalidad, pero sin que su defensa pierda la posición. Fiel amante del sistema 4-4-2 su juego no presenta sorpresas. Los carrileros y los dos extremos buscan las permutas en banda continuamente, los dos pivotes defienden y se convierten en el nexo de unión entre la defensa y la delantera. El contragolpe es una arma que siempre aprovecha. En su corta y modesta experiencia en los banquillos supo amoldarse a las exigencias del guión. «Siempre hizo el equipo acorde al presupuesto. Y su juego siempre se amolda a los jugadores de que dispone», admite Roberto Ardura, presidente del Caudal
Paco Fernández pertenece a la escuela de los jóvenes entrenadores que analizan hasta el más mínimo detalle. Siempre con una pizarra en la mano y acompañado de un ordenador. Estudia al rival y le gusta conocer la categoría. En Asturias era frecuente verlo en diferentes campos de la región. «Maneja muy bien al vestuario», añade Gutiérrez.
Su pasado de jugador
Paco Fernández fue futbolista profesional y parte de lo que aprendió con las botas le ha servido para utilizarlo como entrenador. Militó en el Oviedo siete temporadas, dos en Segunda y cinco en Primera. Jugó en el Carlos Tartiere bajo las órdenes de dos entrenadores muy conocidos en Santander: Vicente Miera y Javier Irureta. Llegó a debutar con aquel Oviedo europeo que disputó la UEFA. «Era un hombre de banda rápido y veloz. De los primeros carrileros de entonces», recuerda Ramón Julio, corresponsal de El Comercio en Oviedo. «Siempre estuvo alejado del estereotipo de jugador. Fue serio, educado y reservado», añade.
Después pasó por el Logroñés, el Badajoz y la Gimnástica de Torrelavega, donde llegó a mitad de la temporada 97/98 a petición del entonces entrenador blanquiazul Vicente González Villamil, que le conocía por haberse formado en la cantera del Oviedo. Terminó su carrera como futbolista en el Caudal en la temporada 1999/00.
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