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Sergio Herrero
Domingo, 10 de abril 2016, 11:40
Cinco victorias consecutivas, trece partidos sin perder, diez goles encajados en 19 jornadas. Todo eso se quedó ayer en nada. En Cáceres las cifras fueron otras:tres goles encajados, dos errores defensivos graves y solo dos disparos a puerta en noventa minutos. Un horror. Un ... Cacereño que se juega la vida para salvar la categoría caricaturizó al Racing. Le pintó la cara. Los cántabros fueron un equipo irreconocible que ha perdido una oportunidad irrecuperable para quedar campeón. No solo no recortaron puntos al Racing de Ferrol, sino que se dejaron uno más y se quedan a cinco.
No se puede negar que el penoso estado del césped del estadio Príncipe Felipe perjudicaba al Racing más que a nadie. Tampoco que el fuerte viento le vino en contra a los cántabros durante la primera mitad. Pero ninguna de estas dos circunstancias sirven como excusa para justificar los dos graves errores defensivos cometidos por los de Pedro Munitis, que les costó una auténtica losa ya antes del descanso. El Racing no cayó en la trampa que vaticinaba el técnico en la previa. Se metió él mismo en el agujero a sabiendas de que estaba ahí.
La primera mitad se jugó prácticamente en su totalidad en terreno cántabro. Apenas salieron de su campo los visitantes, aunque también es cierto que durante la primera media hora tampoco pasaron excesivos apuros más allá de imprecisiones. Hasta entonces, un libre directo a favor de los locales que se estrelló en la barrera y una contra montañesa que Dioni, forzado y sin ángulo, mandó al lateral de la red, fueron las únicas acciones reseñables.
Los problemas llegaron cuando se cumplió el minuto 31. Francis cometió una falta involuntaria en el lateral zurdo del ataque extremeño. Valverde colgó el balón al área. Muy cerrado. Borja Granero no llegó y a Óscar Santiago se le coló la pelota por su palo. Primer error. No pasaron ni cinco minutos hasta el siguiente. Un balón enviado al área desde más de sesenta metros se lo tragó la defensa racinguista. Aarón le ganó la espalda a Borja Granero y el delantero asistió de cabeza al segundo palo, donde remató sin oposición Gallego. Dos pecados en un ratín.
La losa era de dimensiones considerables. El Racing estaba con la torta y no precisamente la del Casar. Los minutos que restaban para el descanso pasaron sin que el equipo cántabro fuese capaz de reanimarse. Había metido la pierna de lleno en el cepo y no supo como deshacerse de él. Y eso que los visitantes eran ya tan conscientes de la paparda que las continuas protestas al colegiado de los primeros compases cesaron de forma súbita. Ni siquiera en un posible penalti sobre César Caneda a la salida de un córner se escuchó una voz más alta que otra sobre el césped. Lo mejor para el Racing en este primer tiempo fue, sin duda, el pitido final.
Óscar Santiago cometió su primer error desde que entró en el once;Francis, que no fue de los peores, se vio desbordado; los centrales, con más dudas que el incrédulo Santo Tomás;un Migue García que no apareció en campo contrario;Borja Granero, con graves problemas defensivos;Óscar Fernández, otra vez ignorado por sus compañeros;Dioni y Dani Rodríguez, perdidos;y Pumpido, la gran esperanza en el peor campo de la categoría, que no se llevó ni un solo balón de cabeza en toda la primera mitad. Solo Fede San Emeterio, que actuó como doble pivote, se salvó de la quema.
Lo peor de todo es que los racinguistas aún mantenían las ilusiones de cara a la segunda parte. Con el viento a favor, quizá podía darse la remontada. Nada más lejos de la realidad. La volea de Pumpido que atrapó Montiel en una de las primeras acciones tras la reanudación no fue más que un espejismo. Los cambios tampoco ayudaron. Munitis retiró a un ausente Dani Rodríguez para dar entrada al fino Artiles. El canario le puso ganas, pero el campo no estaba para él. Y sacó del césped a su hombre más rápido, Óscar Fernández, en sustitución de Coulibaly. Discutible, no por la entrada del senegalés, sino por la salida de un futbolista que, con más huecos, podía hacer algo de daño. De todas formas, visto lo visto, iba a dar lo mismo.
El Cacereño empezó a gustarse. Se atrevió, incluso, a bajar la pelota al irregular piso. Y así, con el atrevimiento del que se sabe superior porque lo era anotó un tercer y definitivo tanto de bellísima factura. Un centro a la frontal lo empalmó Gallego para incrustar el balón en la escuadra derecha de la meta de Óscar Santiago. Esta vez el portero no pudo hacer nada. Era el minuto 62. Restaban aún media hora de agonía para los de Pedro Munitis, en los que la única acción redentoria fue un tiro a la media vuelta de Dioni que repelió el meta Montiel. Casi estuvo a punto de devolver el equipo extremeño la goleada del partido de ida en una ocasión del holandés Mulder que Óscar Santiago salvó esta vez con acierto.
El público congregado en el estadio Príncipe Felipe, que ayer tuvo la mejor entrada de la temporada, disfrutó de lo lindo. Especialmente con algún que otro rondo que montaron sus futbolistas en la banda, con los jugadores racinguistas en el medio. «¿Y estos van segundos?», clamó un aficionado local a su compañero de grada. Lo más grave es que el Racing le dio razones para pensar así. El viaje de vuelta hasta Santander, uno de los más largos de la temporada, fue también uno de los más tristes. Decepción. Y la semana que viene llega a los Campos de Sport el poderoso Tudelano... Así, será imposible. En cuanto a la lucha por el título, los cántabros desperdiciaron la oportunidad de depender de sí mismos y ahora tendrán que esperar un cada vez menos probable pinchazo del Racing de Ferrol. Lo tuvieron en la mano.
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