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Sergio Herrero
Domingo, 18 de septiembre 2016, 17:55
Ángel Viadero y Paco Fernández tienen muchas cosas en común, más allá de los dos equipos que se enfrentaron ayer en los Campos de Sport de El Sardinero. Muchas canas en los banquillos del fútbol modesto. Ambos coparon la actualidad previa al partido. Aunque cuando ... empezó a rodar la pelota, los nombres quedaron en un segundo plano. El caso es que tanto el cántabro como el asturiano tienen una palabra fetiche en sus discursos. Repetido como un mantra. Un término clave en ese coaching que de un tiempo a esta parte se ha puesto tan de moda en el fútbol. «Extraordinario». Un calificativo que define a la perfección lo que Paco hizo con el Racing y lo que tendrá que hacer en Burgos para salir del atolladero. Extraordinario será también si Viadero consigue ascender al equipo de sus amores por el que dejó en la estacada al Burgos a Segunda División. El Racing, aún no siendo especialmente vistoso, logró otra importante victoria. Ganar y jugar feo también vale.
La familia, en el fútbol, está mejor en la grada que en el equipo rival. Este deporte, en ocasiones, pone a sus protagonistas frente a situaciones dolorosas. Duelos fratricidas. Porque aunque La Gradona le dio la bienvenida a Paco Fernández a su «casa», las amistades y los lazos sanguíneos no cuentan sobre el césped. Caín y Abel. El Racing de Viadero, superior a su rival en la primera mitad, deja a uno de sus personajes más queridos en una tesitura muy delicada. Con un solo punto de quince posibles, el ovetense queda a merced de la paciencia de los directivos en este impaciente negocio del fútbol.
El Racing de Viadero sigue creciendo, aunque el partido de ayer no quede para la memoria. Camino de ser ese «equipo extraordinario de futbolistas extraordinarios» que promete el técnico casi en cada comparecencia. Una especie de superhéroes vestidos de verdiblanco. Por el momento, no falla, pese a que en la segunda mitad fue un equipo mucho más terrenal que pasó sus apuros para mantener la ventaja. Seguramente los cántabros se cruzarán con alguna vaca famélica por el largo penar de la temporada en Segunda B. Pero, mientras llega la flaca res, toca disfrutar.
Con el Racing intentando volver a ser grande, Dani Aquino decidió vestirse de mito. El murciano se coló en el área y recordó una jugada de Raúl González. Los de enfrente iban de negro y blanco pero no eran el Vasco de Gama de aquella final de la Copa Intercontinental de 1998, pero el Torito emuló el aguanís. Se marchó de todos, mas entre el portero Toni y la defensa desbarataron una doble ocasión con visos de golazo.
El dominio fue constante, pese a que los verdiblancos no dispusieron de demasiadas ocasiones. Y eso que arriba mostraron su dinamita, con Héber haciendo diabluras por la izquierda, Borja Granero sumándose al ataque con asiduidad y César Díaz pisando el acelerador en las inmediaciones del área. Precisamente, el galgo de Villamalea vio puerta al fin. Era el único delantero racinguista que aún no había mojado y lo hizo tras aprovechar un gran pase de Samuel Llorca entre los centrales. En carrera, que es lo suyo, el albaceteño no desperdició el mano a mano y puso a su equipo por delante.
Percutiendo con contundencia en la parcela ofensiva, el Racing mantuvo al Burgos donde le quería:lejos de Iván Crespo. Así, los únicos acercamientos de los de Paco Fernández llegaron en disparos lejanos sin fortuna y un remate de cabeza de Jorge García que, esa vez sí, se marchó rozando la escuadra y llevó verdadero peligro. El técnico asturiano intentó que su equipo diese un paso adelante tras el descanso. Y lo consiguió, aunque sin frutos en el marcador. El Burgos, después del susto por una falta de Aquino que se marchó susurrando al travesaño, empezó a pisar campo rival con convicción real. Dio la sensación de ser mucho mejor equipo de lo que dice la clasificación.
El Racing de Viadero maneja varios registros con bastante acierto. Como Francisco Paesa. El equipo de las mil caras. Y, habitualmente, se siente cómodo dando la pelota al rival y esperando una contra matadora. Pero, con un exiguo margen en el marcador, la línea entre la calma y el empate es ínfima. Carlos Ramos tuvo una ocasión clarísima para haber estropeado la tarde al personal. Controló en el área, se dio la vuelta y en su intento de buscar el palo largo envió la pelota fuera. El técnico racinguista, antes de que la situación se le fuese de las manos a su equipo, decidió mover ficha para recuperar la posesión perdida. No tuvo el efecto deseado, aunque el Racing sí que consiguió aplacar parte del ímpetu burgalés tras la reanudación.
Llorca, decisivo
Sin embargo, como la diosa fortuna se ha sacado el abono racinguista para ver este comienzo liguero, el equipo verdiblanco, pese a los aprietos de un Burgos que fue perdiendo fuelle con el paso de los minutos, Samuel Llorca aprovechó una acción aislada para sentenciar la contienda. El alicantino, a la salida de un córner, remató un balón suelto en el segundo palo y puso a Paco Fernández en el alambre. El central fue decisivo en ataque.
Aún jugando peor que otros días, el Racing durmió anoche como líder en solitario del campeonato. Con dos puntos de ventaja sobre el grupo perseguidor. La afición ya se prepara para ir a Villaviciosa a celebrarlo con sidra y cachopos. El Lealtad forma parte de ese pelotón que busca echar mano a los cántabros en la cabeza.
Y la grada de El Sardinero despidió a Paco Fernández deseándole toda la suerte del mundo de aquí en adelante. Que remonte el vuelo. Para que mantenga su puesto y, en la segunda vuelta, en El Plantío, puedan volver a saludarse con afecto. Porque el asturiano «es uno de los nuestros».
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