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Sergio Herrero
Domingo, 25 de septiembre 2016, 17:37
En la plaza del Ayuntamiento de Villaviciosa, con la bandera del Racing y dos bufandas del Lealtad en la balconada, un letrero:«Prohibido jugar al balón». Una orden que ayer resultaba, cuando menos, curiosa en una localidad en la que todo orbitaba alrededor de una ... pelota. Una villa marcada por un partido con una fiesta como envoltorio. Sin mucho brillo y con cierta dosis de suerte, el Racing sumó una nueva victoria. Esa es una de las grandes virtudes de este equipo. La confianza en sí mismo y un oficio desmedido. Una semana más en el liderato. Un paso más cerca del regreso a la élite.
Las amistades en Les Caleyes duraron lo que aguantó la música en la megafonía del modesto estadio maliayo. Sonó La Fuente de Cacho y también Tus 100 Primaveras. Cosas de un excelente anfitrión que, tras el pitido inicial dio el pistoletazo de salida a las hostilidades. Porque el Racing estuvo incómodo en gran parte de la primera mitad. Dijo Paco Fernández que tras la derrota de ayer frente al Palencia tiene muy complicado seguir en el banquillo la pasada semana tras la visita del Burgos a los Campos de Sport que el Racing es un equipo que «te va comiendo poco a poco». Y eso es lo que hicieron ayer los cántabros.
El Lealtad percutió desde el arranque, buscando con diagonales la espalda de los dos falsos laterales verdiblancos. Porque Ángel Viadero colocó a dos centrales como Camus debutante esta temporada y Miguel Gándara izquierda y derecha, respectivamente para suplir las bajas de los lesionados David Córcoles y Julen Castañeda. Esa circunstancia no era desconocida para el técnico local, Roberto Aguirre, quien trató de sacar provecho del previsible punto flaco verdiblanco. Yel Lealtad creó problemas en los primeros minutos con esa idea. Cuando alguno aún se estaba ubicando en la grada supletoria, David Grande le ganó la posición a Gándara y su disparo se estrelló en el lateral de la vez.
Poco a poco, con la incomodidad que fue dejando un rival pegajoso, irreverente y rebosante de confianza, el Racing fue ganando metros. Paso a paso. Pico y pala. Con Caye Quintana, Héber y César Díaz abriendo pasillos y Dani Aquino retrasándose a la mediapunta para dar una mayor claridad al juego ofensivo verdiblanco.
El martilleo racinguista dio sus frutos. Un centro chut de César Díaz atrapado por Javi Porrón; un remate de Caye Quintana enviado a córner por un defensa;un disparo de Álvaro Peña al que la rosca fue desviando de la portería... Sin alardes, sin impulsos, sin dinamita. Sólo el monótono golpear de la maza contra la piedra. Asturias es tierra minera.
La insistencia permitió al Racing ver el otro lado de la roca. El equipo cántabro había minado el ímpetu inicial del Lealtad. En un córner botado por Álvaro Peña al segundo palo, Borja Granero fue derribado por su marcador. ¿Absurdo? Sí. ¿Penalti? También. El Racing se había pasado media hora esperando su oportunidad. Este equipo tiene paciencia para regalar. Para todo lo demás, Dani Aquino. El murciano no dudó ni un ápice para marcar la pena máxima y derribar esa fortaleza defensiva tan imbatible hasta entonces como la verdiblanca. En el único tiro entre los tres palos del cuadro montañés en todo el encuentro. Eficacia probada.
Con el mordisco asestado y por delante en el marcador, el Racing tiró de ese ingrediente tan decisivo que le fue favorable en Ferrol y también ante el Burgos: la suerte. Quién sabe si la del futuro campeón. Ojalá. El caso es que el equipo cántabro, en el rápido intercambio de golpes, quedó grogui sobre el terreno de juego. Caye Quintana tuvo una buena ocasión en una buena jugada en la que lo peor fue el remate. Desviado. Agua.
La fortuna llegó para los de Viadero en el área propia. Porque el Lealtad, en un ratín que dicen por Villaviciosa, se hizo merecedor del empate. Yosu Camporro ganó la posición a la defensa racinguista y su remate superó a Iván Crespo. El presidente del conjunto asturiano, Pedrín, tiene una debilidad dentro de la plantilla verdiblanca. Él era un guerrillero sobre el césped y así le gustan os futbolistas. Concentrados los noventa minutos. Por eso Miguel Gándara apareció bajo el travesaño para sacar casi de dentro el balón enviado por Yosu Camporro. El mandatario maliayo se llevó las manos a la cabeza y, a la vez, vio refrendados sus gustos futbolísticos.
La suerte se vio elevada al cuadrado unos minutos después. Ayer, en Les Caleyes, hasta los palos iban con el equipo visitante. Cuando peor lo estaba pasando el Racing, un disparo cruzado de Robert se estrelló en el poste. El estadio al completo cantaba gol. Lamentos y deseos. Pero la pelota se encaminó hacia la otra estaca metálica y fue escupido hacia afuera. La otra cara de la fortuna desmoralizó a los locales, que se fueron apagando poco a poco. El depredador racinguista mordió a su presa en la primera mitad y ésta se revolvió para intentar zafarse pero, al final, se resignó a su fatídica suerte. Este Racing no hace prisioneros.
Superados los peores minutos, el Racing sólo tuvo que mantener sus credenciales sobre el césped frente a un Lealtad que ya había visto merendada su moral. El equipo de Viadero se está sacando esta temporada el título de anestesista. Nada de epidural. La entrada de Coulibaly dio nuevos bríos al equipo cántabro en las posiciones de ataque. O al menos, presencia, porque los que ayer vestían de color turquesa llevaban un buen rato sin acercarse a la Ría de Villaviciosa, junto a la que se encontraba la portería de Javi Porrón. El senegalés reavivó el juego con un disparo cruzado que se marchó fuera por poco.
El Racing sólo tuvo que esperar a que su víctima dejara de moverse. A los últimos estertores del equipo maliayo, que culminaron con el pitido final. Fiesta completa en Villaviciosa. Como hace cinco meses. 0-1 y sin brillar, aunque con otras sensaciones bien distintas. Vale lo mismo. De tres en tres.
Con este triunfo, el equipo cántabro perpetúa su liderato una semana más y deja atrás a uno de los rivales que estaba ocupando las plazas de honor en este principio de temporada. Un hermano al que se le acabó la imbatibilidad en el duelo fratricida. «Ojalá volváis por aquí la temporada que viene, cuando vengáis a jugar contra el Oviedo», le comentó el propietario de un establecimiento hostelero a un grupo de aficionados verdiblancos que acababa de levantarse de la mesa. Un deseo repetido en innumerables ocasiones a lo largo de la jornada. «De turismo, todas las veces que haga falta», contestó una mujer. Villaviciosa queda en el recuerdo de los racinguistas. Para siempre. El anfitrión ha hecho de su casa un segundo hogar para los seguidores santanderinos. Pero, nunca más con la excusa de un partido de Liga. Amistosos y en Copa, las veces que sean. Que el ascenso quite Villaviciosa de entre los destinos obligados del Racing. Será una buena noticia.
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