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Sergio Herrero
Domingo, 21 de mayo 2017, 11:34
El Racing y su afición tenían un temor principal antes del partido de ayer. Como los galos de la irreductible aldea de Armoric, donde Astérix y Obélix protagonizaban los relatos de Goscinny y Uderzo. "Que el cielo no caiga sobre nuestras cabezas", repetían una y ... otra vez los animados bigotudos, que nunca tuvieron miedo a la legión más grande del imperio romano. El equipo de Ángel Viadero, en este primer envite del largo play off que inicia, corría el peligro de que le partiese un Rayo. El de Majadahonda, concretamente. Sin embargo, el cuadro cántabro acabó con los fantasmas de la primera parte a base de goles y pone un pie en la siguiente eliminatoria. Sin excesiva brillantez, pero con notable pegada. A los defensores del fino estilismo no les gusta demasiado, pero las victorias, así, tienen el mismo valor. Habrá que rematar la faena el próximo domingo en casa.
El Racing no se salió del presumible guión para un partido de ida de una eliminatoria de este equipo y ante un rival que opta por el juego combinativo. A esperar. En la cueva. Lo que quizá no estaba previsto era pasar tantos apuros durante la primera mitad. "Muchos nervios", reconoció el técnico de Canalejas tras el choque. El equipo cántabro no se encontró cómodo ante un Rayo Majadahonda que supo explotar con tino ambas bandas. Los montañeses sufrieron por los costados. Julen Castañeda tuvo muchos problemas para frenar al peligroso Álvaro Portilla; y Córcoles ya se cargó al lomo una cartulina amarilla en el minuto 18. Aunque también es cierto que las ocasiones madrileñas en los primeros minutos se quedaron en algún centro al área y un disparo desde la frontal de Ñoño que despejó Iván Crespo.
El Racing, entre resbalón y resbalón sobre el húmedo césped, apenas logró hilvanar un par de acciones reseñables. La mejor, tras una buena jugada colectiva, terminó con un centro de Héber desde la izquierda que golpeó en la mano de Villalón. El colegiado no señaló nada entre las protestas de jugadores y afición. Era involuntaria, pero cortó la jugada. La libre interpretación de siempre.
Los visitantes, con su paciencia habitual incluso hasta desesperar al personal, fue llevando el partido a su terreno. Más trabado. Y los extremos majariegos perdieron paulatinamente el fuelle del inicio. Los de Viadero dieron un paso al frente en los últimos compases de la primera mitad. El Rayo Majadahonda empezó al fin a sufrir. Una gran combinación entre Santi Jara y Córcoles fue culminada con un duro disparo del alicantino que Miguel Ángel despejó con muchos aprietos. El conjunto cántabro había superado el primer momento crítico, con el empate al descanso, y las sensaciones ligeramente mejores antes del pitido final.
Viadero, el druida verdiblanco, preparó la pócima en el vestuario. Juntó líneas, adelantó la defensa, matizó el planteamiento y el Racing se hizo dueño del partido, mientras al Rayo Majadahonda le empezaba a pasar factura el hervor inicial y a superar la situación. Al fin y al cabo, éste no es más que un regalo a la más que meritoria temporada de un equipo que no esperaba a estas alturas estar entre los 16 mejores equipos de la categoría. De todas formas, pese a la momentánea superioridad racinguista, la igualdad seguía campando en el marcador.
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Hasta que apareció un viejo conocido por el Cerro del Espino. El que se cayó en la marmita del gol cuando era pequeño. Conoce los recovecos del estadio como si fuese su propia casa. Ya se hinchó a ver puerta durante su paso por el Atlético B, cuando aspiraba a pasar de promesa a realidad. Ahora, en el Racing trata de recuperar el tiempo perdido y, aunque sea en Segunda B, está creciendo a pasos agigantados. De Torito a morlaco. Dani Aquino embistió. Una buena acción verdiblanca por la banda izquierda dejó a Julen Castañeda con la pelota cerca del córner. El vasco sacó un preciso centro que el máximo goleador racinguista se encargó de cabecear en boca de gol. La pelota golpeó en el cuerpo de Miguel Ángel y acabó entrando en la portería local. El maravilloso gol a domicilio de este tipo de eliminatorias ya estaba en la mochila, preparado para subir al autobús y viajar a Santander. Ahora quedaba mantener la puerta propia a cero y por qué no, ampliar la renta de cara al partido de vuelta en los Campos de Sport.
El problema es que el Racing volvió a confundir, como en otras ocasiones a lo largo de la temporada, el guardar el botín con meterse atrás. Le dejó al Rayo Majadahonda manejar la pelota. Volver a disfrutar. Craso error. Si el equipo madrileño presume de su fútbol vistoso, no iba de farol. El conjunto dirigido por Antonio Iriondo se gustó en las inmediaciones del área. Tiqui. Taca. La triangulación desembocó en el tanto del empate. Carlitos, con un duro disparo, batió a un Iván Crepo que quizá se venció demasiado pronto.
Fue un duro golpe cuando parecía que todo estaba muy de cara para el Racing y un chute de vitaminas para los locales, que en lugar de venirse abajo, tiraron del ánimo de quien no tiene nada que perder. El moribundo recobró la vida y el favorito en las apuestas desperdició la oportunidad de sentenciar a su enemigo.
La contienda volvió a igualarse, con un intercambio de goles del que el Racing intentó sacar rédito. Dani Aquino hizo la diagonal por la frontal del área. Se perfiló y buscó el hueco para encañonar. Su tiro, raso, se marchó cerca del poste izquierdo de la meta rayista. Viadero dio entrada minutos antes a Abdón Prats. El balear tuvo una buena opción. Un centro de Héber lo remató el ariete de forma acrobática. El balón botó y salió por encima del larguero.
La situación se iba a poner muy de frente para el Racing. No sólo en el partido de ayer, sino de cara al desenlace final de la eliminatoria. Vicente vio la segunda cartulina tras una falta muy clara sobre Dani Aquino. El equipo de Ángel Viadero sacó de premio una superioridad numérica para los diez minutos restantes y una falta lateral muy peligrosa. Con Santi Jara de por medio, cada acción de este tipo es un yacimiento de petróleo. El centro del manchego no lo acertó a despejar Cidoncha dentro del área. La pelota quedó muerta en el área y Borja Granero dio sentido a todo el sufrimiento pasado. El capitán estiró su larga pierna para rebañar el balón e introducirlo en el fondo de las mallas. La celebración posterior, llena de rabia y de pasión, fue la muestra de lo que significó el tanto para el valenciano. Ha vuelto.
Sentencia
Con todo a su favor, ahora sí, el Racing aprovechó una ocasión pintiparada para darle el estoque prácticamente definitivo a su rival, pese a los noventa minutos que quedan por disputarse en Santander. A la contra, el Racing aplastó al Rayo Majadahonda. Primero pudo hacerlo Héber. El gallego encontró una autopista por la banda izquierda. Ganó el vértice del área pero, una vez más, los neumáticos le jugaron una mala pasada. Se resbaló y desperdició la ocasión. No lo hizo Abdón Prats instantes después. El ariete racinguista no se puso ni nervioso cuando recibió el balón de Dani Aquino. Solo ante Miguel Ángel, el balear se encargó de anotar el tercero y de ayudar a su equipo a dar un paso más que firme hacia la siguiente eliminatoria.
Como en las historias de Astérix y Obélix, la jornada terminó en fiesta. Sin bardo que tocase el arpa ni jabalíes que llevar a la boca, pero con los irreductibles cántabros celebrando que la Segunda División se encuentra un poquito más cerca. Quedan cinco pasos más. Con el 1-3 de ayer, quizá cuatro y medio. Que nadie se acomode en su asiento. El camino hacia la gloria es larguísimo. Casi eterno. Y el cielo, pendiendo siembre sobre las cabezas, puede caer en cualquier momento. Porque la posibilidad de no ascender, esa que nadie quiere ni pensar, no dejaría de ser un fracaso. Además, reincidente, tras la catástrofe de la pasada campaña. De momento, el Racing mira con optimismo al futuro. El resultado logrado en el Cerro del Espino le permite hacerlo.
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