Borrar
Javier Campo carga con un saco de maíz. Al fondo, Cipriano traslada otro saco hasta su casa.
"Delta Romeo, Rescatador Uno"

"Delta Romeo, Rescatador Uno"

El pan y el periódico llegan a Tresviso en helicóptero, cargado también con seis fardos de veza y unos cuantos sacos de cebada y maíz para llenar la despensa de los animales

PPLL

Martes, 17 de febrero 2015, 07:37

Disculpen si el que esto escribe se pone un tanto peliculero, pero es que, hasta la fecha, a uno nunca le habían traído el pan y El Diario en helicóptero. Al parecer, los animales de Tresviso tenían la despensa menos llena que los dueños y hubo que mandar a por comida. El menú: seis fardos enormes de veza (para los de ciudad, hierba), y unos cuantos sacos de cebada y maíz. En esta ocasión los vecinos no hicieron muchos encargos: con la fruta y los yogures que les llevó el aparato la otra semana iban servidos. Lo único que hacía falta era pan, algo muy apreciado aquí: desde que llegamos el sábado, nos han estado recordando en cada comida que no les trajimos ni una triste barra y que ya andaban aburridos del congelado.

El rumor lejano del helicóptero se convierte enseguida en estruendo, y en un momento aparece entre las montañas. Ya han quedado en que va a dejar la carga en una finca de la parte de arriba del pueblo, al lado de una cuadra, y hay media docena de personas esperando y grabándolo con el móvil. Anda también por ahí la Chula, una perra que se vuelve loca ladrando al bicho que se le viene encima. Primero se descuelga el rescatador, que es quien se encargará de recibir la mercancía. En cuanto llega al suelo, el helicóptero se eleva y vuelve a por los paquetes.

El que ha bajado es Miguel Gómez. En Tresviso ya le conocen de otras visitas. Él es uno de los cinco componentes de la tripulación (el resto: piloto, copiloto, operador de grúa y médico) del helicóptero de Protección Civil del Gobierno de Cantabria (el nombre completo es para no confundirlo con otros cacharros). Las conversaciones por radio con sus compañeros empiezan con "Delta Romeo, Rescatador Uno", y en el interior de este periodista se remueven los recuerdos de infancia de sus madelman valientes e inevitablemente mutilados. Miguel explica que la nave está en el hangar siempre dispuesta a salir pitando. Dependiendo de la misión, se carga con unas cosas u otras: lo normal es estar lista para un rescate de hombre al agua, el que requiere más reflejos. Para esto, han dejado el material imprescindible para así poder transportar más y dar menos vueltas.

Él avisa: cuando llegue el pájaro es mejor estar de rodillas, porque el aire te tira de culo, como tendremos ocasión de comprobar. En total, serán cuatro viajes con los bultos bamboleándose colgados del cable y, entre uno y otro, una charlita rápida con la gente. Hablan de cuáles son las mejores chaquetas, de prendas térmicas, de gafas de cuarenta euros más útiles que las que cuestan el triple, de alguna otra salida que han hecho y de cómo el más mínimo percance puede convertirse en un gran peligro. En esta ocasión, todo marcha como la seda. Cuando acaba, el helicóptero desciende un poco más y entrega en mano las dos últimas bolsas con el pan y los periódicos. Miguel se despide levantando los dos pulgares, porque es inútil gritar con este ruido, sube y se va.

Voluntario

Cipriano Capitas ayuda a cargar en un remolque el forraje. Este fin de semana le ha tocado emplearse a fondo. Es vecino del pueblo, aunque la mayor parte de la semana la pasa en Guarnizo. Trabaja en Equipos Nucleares y aprovechó el cambio de turno para subir el viernes por la tarde y hacer lumbre en su casa. Él, como casi todos los hombres de Tresviso, es voluntario de Protección Civil (son quince), así que el sábado cogió caminito y se fue a desenterrar la quitanieves. Volvió a la noche, cenó y se echó a dormir, y el domingo volvió a repetir el mismo plan. Esta mañana (la de ayer para ustedes) se quedó esperando al helicóptero y confiando en que los asturianos, con una máquina más grande, limpiasen la carretera, pero resulta que ahora dicen que se les ha fastidiado un manguito y no han avanzado gran cosa. Habían reclamado que fuese alguien del pueblo a indicarles el camino, porque la carretera está completamente sepultada por los aludes, que se han llevado para abajo las balizas, y no hay forma de saber por dónde va. Lo único que se ve es la ladera lisa de la montaña: si la máquina se mete demasiado contra la pared, puede dar contra la roca y fastidiarse; si se sale afuera, se cae y adiós.

A Cipriano le espera en casa la mujer. Ella es de Sotres, unos riscos más allá de Tresviso, así que no puede decir que la engañó cada vez que la deja sola y decide venirse. Además, tiene un nombre muy apropiado: Nieves. "Me gusta la montaña de toda la vida y conozco todos estos picos. De pequeño, me traían todos los fines de semana", cuenta. El miércoles le toca volver a la fábrica, lo que quiere decir que en breve tendrá que calzarse las raquetas, bajar después ese camino vertiginoso en zigzag y coger el coche que dejó en el desfiladero de la Hermida para ir a fichar.

El pan ya está en el bar, y empiezan a llegar las mujeres para llevarse lo suyo. Aquí van todas vestidas de montañeras -lo que son-, con anoraks, botonas y polainas. Feliciana es viuda y vive sola en Tresviso. Protesta entre risas porque ha salido mirando al suelo en la foto del periódico: ya lo sabía, porque a todos les han llamado los parientes en cuanto les han visto en El Diario. Mercedes también está sola aquí. "Pregúntales a otras que son más señoritas, que yo no sé qué contar". A Santa López no le da tanto apuro. Nació aquí, se fue de niña a Santander y hace cinco años ha vuelto para abrir un negocio de turismo rural. Cuatro apartamentos que llevan vacíos toda esta nevada.

Tiene un hijo mayor, de 26 años, y otro bien pequeño, de dos, que está con Nacho, su marido, en Solares. El niño estuvo en el pueblo hasta hace dos meses, cuando el tiempo empezó a ponerse duro, y decidieron que se quedase con el padre por si se ponía malo o pasaba cualquier cosa. Es la primera vez que se separa de él, así que no piensa en más. ¿Que por qué no se va? Pues porque tiene que atender a sus animales -entre ellos, un perrazo enorme y simpático que monta guardia en su puerta- y a los pollos de un vecino que ha marchado, un tipo de favor que está a la orden del día en Tresviso. Tiene la suerte de que puede trabajar desde casa. Lo de los turistas lo tiene olvidado: tuvo que cancelar todas las reservas y, como el resto, sentarse a esperar a la quitanieves. Aparte, lleva una correduría de seguros que puede atender a distancia a fuerza de teléfono e internet. Santa no le pide al pueblo más comodidades que las que hay: eso sí, sería perfecto con un médico y una escuela donde pudiese estudiar su chiquillo. Sabe que en cuanto empiece el cole ella ya no podrá pasar aquí los inviernos, de modo que está aprovechando. El que lo acaba pagando es su marido, obligado a demostrarle cuánto la quiere a fuerza de caminatas. La última semana subió cuatro veces el pobre hombre.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes "Delta Romeo, Rescatador Uno"