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Pilar González Ruiz
Jueves, 19 de mayo 2016, 13:26
La vida es una cadena y cada animal tiene su sitio, pero esto va a ir a peor. Quien así habla es Teresa Callejo, ganadera de San Vicente del Monte que el pasado lunes se encontró con un desagradable espectáculo: los buitres se habían comido ... una vaca y a su ternera recién nacida. "Se las comieron vivas", afirma su propietaria. Sí, vivas, a pesar de tratarse de una especie carroñera, pero cuando el hambre aprieta, no hay distinciones.
otros casos
A Teresa le avisaron varios deportistas que entrenaban para la subida a El Soplao e incluso se ofrecieron a testificar si fuera necesario, sabedores de los problemas que generan este tipo de situaciones a los ganaderos. Se queja, esta empresaria del ganado que posee 100 vacas de carne, 60 cabras, 20 ovejas y 10 yeguas, de que los guardas tardaron casi una hora en llegar tras ser avisados, a pesar de que su finca se encuentra a tan sólo 15 minutos del puesto de control de Cabezón de la Sal.
Su impotencia aumentó al verse acusada por los efectivos forestales de dejar allí al animal para cobrar los daños. Eso fue lo que más me dolió; yo no soy una raquera que va buscando dinero; sólo quiero poder trabajar, que bastantes cosas raras nos pasan de por sí. Por suerte, ante esta situación, había grabado con su telefóno móvil varias imágenes de la vaca aún viva.
A pesar de que tanto ella como otros compañeros llegaron cuando los animales aún estaban vivos, no pudieron hacer nada por ellos. Tardaron unos 30 minutos en morir desangrados porque los buitres les arrancaron las tripas después de oler la sangre del parto. Y buitres hay muchos. Hasta 60. Más de los que Teresa Callejo recuerda haber visto nunca. Tantos que los propios ganaderos tienen miedo de acercarse porque se nos vienen encima y no bastaría con dejarles comida, porque son demasiados.
Lo mismo ocurre con los lobos, cuyos ataques al ganado comienzan a ser rutinarios. Dicen que el censo ha subido pero no pasa nada y hay dos manadas, una de seis y otra de nueve lobos comiéndose los animales. Ya no llevan las cabezas de ganado a los prados comunales por miedo. Vuelven a alimentarlos con pastos como si fuera invierno lo cual, añade, genera otro gasto. Dice Teresa que desde el lunes, le duele el pecho de impotencia, por ver morir a un animal criado en casa durante 15 años y no poder hacer nada.
Lorenzo González, alcalde de Valdáliga, coincide en su valoración: Los buitres van a hacer eso y más cosas porque están desesperados, afirma. El problema, para el regidor, es la recogida de los animales muertos, que antes se dejaban en el monte y otras especies, como estas aves, utilizaban para alimentarse. Hay que volver a hacerlo o nos van a comer; se está plagando de buitres, dice González. Animales que, además son muy provocadores y se quedan mirando cuando los ahuyentas, por lo que, a su juicio, está más que justificada la alarma de los vecinos, que están asustados ante esta situación.
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