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Lucía Alcolea
Jueves, 18 de mayo 2017, 20:05
Isidro Terán dirige la Orquesta de la Agrupación de Pulso y Púa Fresneda y con el movimiento de sus manos, decide lo que llega a los oídos del público. Es el maestro, con todo lo bueno y lo menos bueno, pero analiza su trabajo desde un punto de vista humilde. Su forma de respirar y de vivir es la música y él camina recto, pero al compás, como una clave de Sol.
¿Por qué toca el acordeón?
A los 13 años empecé con este instrumento, pero en aquel entonces el acordeón que tocaba era muy diferente al actual. Una vez empiezas con un instrumento, te enamora. A mí me enamoró. El acordeón tiene muchas particularidades expresivas. Puede dar una gran cantidad de sonidos y puedes hacer unos reguladores entre piano y fuerte, que resulten muy atractivos a quien esté escuchando, permite mucho virtuosismo, porque es un instrumento de tecla, y mucho efectismo, porque es muy moderno. La mayoría de las obras compuestas para él son del siglo XX y siglo XXI.
La Orquesta de Cuerda Pulsada de la Agrupación Fresneda, que dirige, surge porque un grupo de amigos decide juntarse para tocar este tipo de instrumentos.
Hace unos cuarenta años llega un párroco al colegio de La Salle y comienza a impartir clases para tocar instrumentos de cuerda pulsada, como la bandurria y el laud. Allí se crea un caldo de cultivo de instrumentistas de este tipo. Al cabo de muchos años, estos músicos quieren seguir tocando y es cuando se forma la Asociación Fresneda. Dentro de la asociación se forma la orquesta y hace unos siete años, se crea la escuela para formar a nuevos componentes que se puedan integrar en la orquesta. Ahora mismo somos unas 20 o 22 personas. La orquesta es la reproducción de una orquesta de cuerda. Hay bandurrias, mandolinas y laudes, y después estarían las guitarras. Nos reforzamos con un contrabajista para profundizar.
¿Sobre usted recae la responsabilidad de que todos estos instrumentos se acoplen y creen un buen sonido?
Hay una doble responsabilidad, una musical y otra en lo social y lo afectivo. No es una orquesta profesional, por lo que no puedes pedir esa exigencia. No puedes ser un tirano, sino que tienes que convencer, no que vencer. Soy quien conduce a la orquesta. Entre todos elegimos el repertorio y como no hay obras escritas para esta agrupación, tengo una partitura original y elijo los momentos musicales, las líneas melódicas, las armonías, las bases rítmicas... y las voy encajando para cada uno de los instrumentos. Hago un arreglo para esta agrupación. Utilizo mucho el parar y corregir mientras estamos ensayando. Estoy encantado con los componentes, porque ponen mucha disposición y esfuerzo. Además, me permiten parar y repetir y decirles: ahora vamos a hacer esto. Una de las cosas que más se trabaja es seguir el gesto de mis manos.
¿Qué se siente al escuchar música al son de sus movimientos?
El efecto es muy empático entre todos, porque la respuesta es común. Cuando estás haciendo una música muy expresiva y logras que toda la orquesta responda a la vez es algo maravilloso. Lo que se siente cuando algo funciona es muy especial y es el resultado de meses de trabajo. Es una pena que los músicos no podamos escucharnos a nosotros mismos, porque estamos tan concentrados en nuestro microespacio de nuestra partitura y en pensar en el siguiente compás, que el resultado global se disfruta más si lo ves desde fuera, como parte del público, porque además es espectacular. Es una gozada estar dentro ¿eh?
¿A dónde le traslada la música?
La música es el ochenta por ciento de mi vida.
¿Qué es lo más complicado a la hora de dirigir?
Ser el malo de la película. El tener que parar y corregir y decirle a alguien que se está esforzando, que tiene que cambiar la técnica. En una orquesta puedes ser un director que trate de dejar su impronta, o puedes llegar a una orquesta ya muy profesional y ayudar a que esa música empiece y termine. Pero aquí tienes que formar y mejorar situaciones, por lo que a veces hay que ponerse duro y exigir. Eso es lo que menos me gusta de este trabajo. Pero es muy gratificante también.
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