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Cantabria, año 2045

La antigua tierra de peces, funcionarios, pastos y jubilados, convertida en la mina más próspera y ecológica de Europa

David Remartínez

Martes, 7 de febrero 2017, 07:10

Cantabria, año 2045. La mitad de la población masculina tiene el pelo negro y ensortijado, y una llamativa voz aflautada con la que entonan cada mañana una antiquísima tonada española mientras se dirigen a trabajar. Tres descomunales estatuas de zinc, de 75 metros de altura ... y un tonelaje fabuloso, saludan a los empresarios y turistas que a diario llegan en tren bala desde Castilla, Euskadi y Asturias. Esos tres morrocotudos monumentos cardinales son conocidos por la ciudadanía como "Los mostachos", pues los tres erigen, hasta donde se pierden las nieves, la misma y estremecedora figura de Miguel Ángel Revilla en recordatorio y homenaje inmortal al hombre que transformó una antigua tierra de peces, funcionarios, pastos y jubilados en la mina más próspera y ecológica de Europa. "Gracias por el nuevo modelo productivo, Miguel Ángel. Gracias por la modernidaZ", se lee al pie de los tres colosos en otros tantos rótulos de mineral bruñido. El Zinc (o el "Subsuelo Infinito", como lo ha rebautizado el Gobierno) es el pan y la vida en Cantabria, que desde el año 2025 está hermanada con Canadá. Apenas quedan cántabros que no sepan aún hablar canadiense. Hasta el escudo del Razinc, el equipo surgido del antiguo club de la capital, se compone únicamente de una hoja de arce abrazada por un agradecido bigote. Fue el último deseo de Revilla antes de jubilarse, y la población enfervorizada se lo concedió. Incluso aquéllos que se habían reído de aquel proyecto que parecía sacado de la chistera de GFB o Alí Syed, con una previsión de 1.500 empleos, tuvieron que acabar aplaudiendo. Porque todo el mundo encontró empleo, todos se agarraron a un pico y empezaron a escarbar. Hasta Ignacio Diego, después de ser amablemente invitado por sus compañeros a dejar la presidencia del PP en 2017, se jubiló en "El Agujero". Como prometía Revilla, fue muy fácil: solo hubo que desescombrar Cantabria. De ese modo, la antigua región de las cuevas se convirtió en una gigantesca gruta en cuya superficie solo quedaron las pinturas rupestres y media docena de estalactitas. Y abajo, felices y tiznados, miles de ciudadanos cantando a Antonio Molina.

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