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El error de la lonja
SANTANDER

El error de la lonja

MIGUEL ÁNGEL PÉREZ JORRÍN

Domingo, 15 de enero 2006, 01:00

¿Sabes? Los de mi clase se aburren tanto los fines de semana que se compran bonobuses y dan vueltas por Santander los sábados.

Es viernes por la tarde y un grupo de padres ocupa una mesa en uno de los bares de la calle Ruiz Zorrilla. Sus hijos -uno de ellos es el autor de esta espontánea confesión- aprovechan la plaza que dejaron los minicines -hace tiempo cerrados- e improvisan allí una tertulia y un pequeño partido de fútbol, entre coches que pasan y vecinos del barrio. Todos pugnan por uno de los escasos espacios de encuentro existentes para las 50.000 personas que viven en el barrio Castilla-Hermida. Las palabras del chaval, de 14 años, son todo un diagnóstico de la realidad: sus amigos carecen de diversiones y es fácil entenderlo cuando un fin de semana tras otro se les puede ver sentados en Ruiz Zorrilla.

Los chavales se aburren y los padres sólo pueden optar por tomar los bares para reunirse con los amigos. Sin embargo, algunas fuerzas vivas de Castilla-Hermida han decidido que no es necesario un centro social en la vieja lonja y que prefieren en su lugar un paseo -que ya se iba a hacer- y un aparcamiento -que también estaba proyectado y que será de pago-.

¿Es acertado este derribo?

La historia de los últimos 20 años de este barrio enseña que si algo es difícil de conseguir es habilitar un espacio para dotaciones sociales. Y la prueba son las últimas construidas: el colegio Arce Bodega, empotrado entre edificios y en el que cualquier ampliación se hace a costa de cambiar de uso su escaso espacio, y el instituto Alberto Pico, que parece un campo de concentración, erizado de vallas y con un patio claramente insuficiente para sus alumnos. Pese a esta realidad, los opositores a la conversión de la lonja en un centro social han optado por derribar el edificio y cambiarlo por un paseo más ancho ¿quizás para que la gente pueda salir con más comodidad de un barrio sin dotaciones?

Pese a lo que diga la vicepresidenta del Gobierno, que asumió la responsabilidad de la decisión y la comunicó a la ciudadanía, los vecinos no han sido consultados, a no ser que se pretenda que su opinión la representan exclusivamente algunas asociaciones contrarias al plan y, especialmente, los residentes en el edificio Castilla. Su parecer, como mínimo, es del mismo valor que el de las 1.600 personas que firmaron un documento a favor de mantener la lonja.

Nada es más fácil que diagnosticar las carencias de Castilla Hermida en dotaciones sociales. Salvo el centro municipal del Barrio Pesquero y la biblioteca Gutiérrez Solana - con su escasez de espacio- lo demás brilla por su ausencia. Los adultos sólo pueden aspirar a encontrarse en los bares y a los chavales les quedan las aceras, las pistas del Arce Bodega, donde deben convivir algunas veces con las jeringuillas usadas y las malas compañías. Sentado esto, el abanico de posibilidades de uso de la lonja, una vez rehabilitada, es inmenso y eso es lo que se ha desaprovechado. Centros de reunión, salas de juego, salas de informática, locales para clases de pintura, fotografía, dibujo...un club juvenil que aglutine a los chavales del barrio con actividades de fin de semana, un simple lugar de reunión, una sala de cine y teatro... Se puede consultar el programa de actividades de La Vidriera en Camargo para observar lo que nos perderemos. ¿Cuántos vecinos del barrio toman el tren de Feve para asistir a los cursos y actividades del centro en Maliaño o a las de otros centros cívicos de Santander?

Frente a esto ¿cuáles han sido los argumentos que han forzado al Gobierno y a la Autoridad Portuaria a derribar la lonja?. «Afea la entrada a Santander... los que llegan a la ciudad ven lo primero una ruina... impide que se haga un paseo bonito... no tiene uso y nos prometieron que la iban a tirar... nos quita vistas... es un edificio racionalista que se hizo para lonja, una vez acabada su función no sirve para nada... es feo... queremos un aparcamiento...».

Se dirá que es una caricatura, pero yo no recuerdo razón más fuerte para el derribo que la promesa del mismo en algún programa electoral.

La decisión está tomada y mucho me temo que sin vuelta atrás. Los vecinos tendrán su paseo y los que vengan desde el centro para contemplar el Barrio Pesquero se encontrarán al final con una dotación inesperada...el mayor espectáculo de tráfico de Cantabria: la rotonda de La Marga el punto por el que más coches pasan en la región. Eso y poco más, con lo que su siguiente opción pasa por dar la vuelta y seguir hasta el Paseo Pereda.

La responsabilidad de los políticos en este asunto es especialmente grave. Desde el primer momento han eludido ofrecer a los residentes en Castilla Hermida y a todos los santanderinos una explicación pormenorizada de lo que pretendían hacer en la lonja, dando pábulo con ello a una notable desinformación. Lo menos que se le puede pedir a un administrador público es que trabaje con unidad de criterios y sea claro en la explicación de sus fines. En este asunto, el Gobierno ha estado dividido y sus planteamientos han sido de lo más oscuros. Y no deja de ser un brindis al sol el que ahora recuerden la escasez de dotaciones del barrio y reclamen su solución. Cuando en sus manos ha estado resolverlo han optado por la alternativa fácil.

Sobre la pérdida que el derribo supondrá para la historia social y sentimental del Barrio Pesquero poco se puede añadir a lo dicho por el cura Alberto Pico en EL DIARIO MONTAÑÉS. Su último escrito en el periódico deja desnudos a unos cuantos reyes...

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