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JOSÉ MARÍA PÉREZ 'PERIDIS'
Lunes, 16 de enero 2006, 01:00
La presente Tribuna Libre y su continuación mañana argumenta y razona pormenorizadamente hasta qué punto la demolición de la Lonja contraviene el 'Espíritu de la Anchoa de Cantabria'.
Cada vez que vengo a Santander para procurarme un descanso vacacional tengo que convertir mis vacaciones en galeradas de imprenta por mor de la especulación o de la piqueta. El día de Reyes sin ir más lejos me desayuné con una primera de EL DIARIO MONTAÑÉS que titulaba a tres columnas: «El Gobierno y la Autoridad Portuaria deciden el derribo de la vieja lonja santanderina» y en la página 13 añadía «Un paseo marítimo y un aparcamiento subterráneo ocuparán ese espacio y el de la fábrica de hielo». «El PRC muestra su satisfacción por el anuncio de la demolición».
Pero la Lonja si tiene quien la escriba. Siguiendo la estela de don Alberto Pico, cura párroco del Barrio Pesquero, con su memorable tribuna «Mi vieja y querida lonja » en el que desgrana de modo admirable sus recuerdos con retazos de vidas y de tragedias y amparándome en el derecho como ciudadano y como pregonero de Cantabria en Cabezón de la Sal en agosto de 2004, después de pregonar las bellezas de nuestra tierra cántabra y la grandeza de sus gentes, me arrogo el derecho a pregonar las excelencias de la Lonja y la memoria que atesora. Y lo hago recordando a Cayo, el alguacil y pregonero que, en los viejos tiempos mesetarios de mi segunda infancia (la primera transcurrió en Cabezón de Liébana), transitaba los soportales calles de Aguilar de Campoo pregonando pescado: «Aviso al público, la persona que desee compraar: sardiinas, lenguados, pescadillaa, merluza frescaa, congrio o chicharro, puede pasarse por el puesto de La Martina». Aquel temprano recuerdo me dicta que todo pregonero que se precie tiene que pregonar el pescado.
Son tres las razones que aducen los partidarios de su demolición: «El escaso valor arquitectónico". "Que tiene problemas de salubridad". "Que el derribo del edificio era uno de los puntos de su programa electoral municipal del PRC.»
El valor arquitectónico de la Lonja a juicio de personas y entidades que son competentes para emitirlo como el Colegio Oficial de Arquitectos, la Universidad de Cantabria o el arquitecto o académico Don José Luis Fernández del Amo es tan alto que merece la declaración de B. I. C. Las razones son las siguientes: la Lonja es, junto con la escuela de vela de la Isla de la Torre, el Real Club Marítimo, el edificio de viviendas Siboney en Castelar y lo que queda del Cine Coliseum, uno de los pocos edificios racionalistas que permanecen en pie en la capital de Cantabria. Por ello, con la desaparición de la vieja lonja, la ciudad de Santander perderá el mayor edificio de una importantísima corriente arquitectónica cuyo pionero en España fue Fernando García Mercadal. Al igual que otros arquitectos de fama internacional, con la llamada arquitectura racionalista, buscaba la simplicidad constructiva huyendo del clasicismo de las academias y del ornato en los edificios. El que ahora se pretende demoler fue proyectado en 1943, alejándose del estilo herreriano y del casticismo tan en boga en la posguerra, por el ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto Aníbal González Riancho. Por todo lo que antecede, y sintiendo contrariar a los que opinan que el edificio carece de interés, se puede afirmar que la vieja Lonja es un edificio de gran valor arquitectónico para la ciudad de Santander, y que merecería sin demora la declaración de Bien de Interés Cultural.
En cuanto a la falta de salubridad, puedo afirmar con conocimiento de causa, puesto que he realizado un anteproyecto para la rehabilitación de dicho edificio, que a pesar del deterioro producido por el vandalismo y por la falta de uso, el inmueble presenta un buen estado de conservación y dada la disposición de sus espacios, tiene inmejorables condiciones por convertirse sin grandes transformaciones en un extraordinario Centro Cívico y Cultural del Barrio Pesquero y de Castilla-Hermida con más de 5.500 metros de superficie construída. Dicho centro contaría con generosos espacios dedicados a teatro y sala de conciertos con más de 400 butacas, biblioteca infantil y juvenil y de adultos, salas de estudio, fonoteca y videoteca, salas de conferencias y de reuniones, salas de exposiciones, talleres ocupacionales y de artes plásticas. Gimnasio, salas de danza, de yoga y aerobic. salas de ensayo para instrumentos musicales y grupos de rock, cafetería y cibercafé con terraza al mar, ámbitos para Ferias de Artesanía etc. etc. Además, y esto es muy importante de ser tenido en consideración, una gran terraza delantera, con solado de madera que daría continuidad al Paseo Marítimo, servida por la cafetería del Centro Cívico y Cultural. Este modernísimo espacio cultural urbano formaría junto con la Biblioteca y Archivo de Cantabria que se construye en la antigua Tabacalera, el embarcadero, la Escuela de Náutica, el Palacio de Festivales, el Museo Marítimo, la escuela de vela de la Isla de la Torre y el Palacio de La Magdalena un eje cultural-marítimo sin parangón en ninguna de las ciudades costeras de España.
Por lo que se refiere a que su derribo figura en el programa electoral solo quiero señalar que rectificar es de sabios. Además, no soy partidario de la pena de muerte para los edificios, a petición de parte -representantes de los vecinos de Castilla-Hermida-, entre otras cosas porque cuando se construyeron sus bloques de viviendas la Lonja ya estaba allí. Quizás por ello hay dos perspectivas o dos miradas distintas; la de igual a igual que mira desde el Barrio Pesquero, simbolizada en el cura párroco para quien la mar no separa sino que une a la Lonja con el cordón umbilical de la vida y la de algunos de los habitantes de los bloques de la calle Marqués de la Hermida que miran por encima del hombro a la lonja desde la otra orilla del océano de automóviles.
Para estos vecinos que miran la lonja desde la acera de enfrente, el edificio es un cachivache, un trasto viejo que no sirve para nada y cuyos restos hay que llevar al vertedero sin más demora.
Sinceramente pienso que no se puede proceder a demoler edificios públicos, es decir, ¿¿¿de todos los españoles!!!, sin sopesar y ponderar debidamente todos los factores y mucho menos cuando son tan emblemáticos para la memoria colectiva y con tantas posibilidades de recuperación para el disfrute y educación de las gentes.
Por ello afirmo que la vieja Lonja se merece algo más que dejar su sitio a un aparcamiento o a un trozo de paseo marítimo. Con razón dice la canción:
Vale más un marinero
Con su remito en la mano
Que cincuenta señoritos
Por el muelle paseando.
Que llévame en tu barca
marinero
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