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CÉSAR COCA
Domingo, 22 de enero 2006, 01:00
El escritor que mejor refleja la Cuba de hoy fue trabajador de la construcción, cortador de caña, soldado zapador, profesor de dibujo técnico, dirigente sindical, locutor de radio, actor y periodista. Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950) es un novelista tardío, porque tenía 45 años cuando publicó su primer libro, 'Trilogía sucia de La Habana', uno de los textos más desgarrados de los últimos tiempos, pese a sus grandes dosis de humor negro y sexo desenfrenado. Desde ese volumen, Gutiérrez, que sigue viviendo en la capital cubana -donde apenas ha sido editado pese a su éxito internacional-, ha ido construyendo una obra de personalidad muy acusada. Definido por algunos como el Bukowski cubano, o como el 'vigía del Malecón', él gusta calificarse también de 'llanero solitario', porque en materia política no se siente 'indio' ni 'cow-boy'. Reacio a las preguntas sobre la política cubana de hoy, Gutiérrez, que también es poeta y pintor, no tiene problema en cambio en hablar de cómo se vive en la calle. El próximo jueves presenta en Barcelona 'El nido de la serpiente. Memorias del hijo del heladero', un viaje a la infancia y juventud de Pedro Juan, personaje central de casi todas sus novelas y 'alter ego' más que evidente del autor.
-La suya es una literatura al límite, tan dolorosa que ni se atreve a releerse. ¿Tanto desgarro le produce escribir?
-Sí. A veces uno ni sabe por qué escribe de esa manera. Uno planifica una novela y luego cuando se da cuenta está escribiendo otra cosa. Se trabaja de una forma irracional, extraña.
-Sin embargo, la imagen que muchos lectores tienen de usted -un tipo descarado, violento, provocador...- no encaja con ese desgarro.
-Lo que pasa es que Pedro Juan el personaje es uno, y Pedro Juan Gutiérrez, el escritor, es otro. Nos parecemos bastante, pero no somos el mismo.
-Pero en sus primeros libros, lo ha dicho usted, hay más de un 90% de autobiografía.
-Es cierto, pero Pedro Juan es un poco prototipo de mi generación. Los que ahora tenemos entre 45 y 60 años somos una generación muy defraudada, un poco triste, un poco melancólica. Nos entregamos muchísimo a un proyecto y en este momento todo se ha convertido en sal y agua.
Acumular experiencia
-Es usted un escritor tardío. ¿Ha condicionado eso su estilo?
-Empecé a escribir la 'Trilogía', mi primer libro publicado, en 1994. Cuesta mucho ir consolidando el estilo, saber adónde va. La literatura es reflexión, pensamiento, análisis. Y uno va descubriendo así su camino. La escritura es un oficio como el de carpintero... Hay que ir acumulando experiencia y materia prima de calidad. Y eso te lleva años. Yo no concibo un escritor con 22, con 25 años...
-En sus primeros libros el protagonista persigue el sexo de forma compulsiva, sin importarle edad ni condición de su pareja. ¿Ese sexo desaforado refleja la realidad cubana?
-De algún modo, sí. Pero la explicación del porqué es larga, es algo antropológico y sociológico. Desde 1959 hay un proceso muy claro en Cuba que fortalece la individualidad de cada persona en contra del sentido familiar. Hay cambios en la moral, en la ética, y un mestizaje de africano y europeo que también nos ha llevado a ello. Yo concentro mis historias en un barrio, el de Centro Habana, y ahí se encuentra eso todos los días. No son historias inventadas. Sucede constantemente allí y en otros lugares, como el Oriente del país...Esto es sintomático de toda una generación y un modo de vivir, y sería preciso hacer un ensayo para explicarlo. Se ha llegado a una situación un poco extravagante y un poco loca.
-Otro elemento llamativo es la lucha por la supervivencia. Muchos personajes se preocupan sólo por conseguir hoy algo para comer y beber, y mañana ya se verá...
-Escribí mis primeros libros en una etapa muy dura del país. Hablo de mediados de los noventa, cuando era muy difícil conseguir un dólar diario. Eso ha mejorado algo desde ciertos puntos de vista para algunos sectores, pero yo estuve escribiendo esos años en un momento terrible. Era así y más brutal aún. Sucedían cosas que yo ni me atrevía a escribir. La literatura es síntesis, y yo he ido sintetizando la esencia del ser humano en detrimento de detalles que convertirían mis libros en un panfleto. No me gusta cuando me dicen que mis libros tienen una lectura política.
-La riqueza como elemento de contraste no aparece. ¿Por qué?
-Es difícil encontrar un rico en Cuba, o los que puedan serlo no están a mi alcance. Y un escritor debe estudiar a sus personajes.
-Pese a que insiste en que no desea lecturas políticas de sus libros, esa ausencia de ricos también dice mucho.
-Puede ser. No lo había pensado hasta ahora, pero ahora me doy cuenta de que es así. No conozco ricos. Conozco gente como yo, y mucho más pobre que yo.
-La lucha de pícaros, el sálvese quien pueda bastante alejado de la utopía del 'hombre nuevo', ¿no es algo políticamente demoledor?
-Definitivamente yo no tengo intención de hacer política en mis libros. Si quisiera hacer política, escribiría reportajes periodísticos. Lo que me interesa es contar historias; utilizar la materia prima que conozco para descubrir el lado humano de los personajes, sobre todo el lado oculto, esa faceta que todos escondemos, que suele ser el lado más interesante.
-Y a la vista de lo que cuenta, lo que escondemos es un notable egoísmo, una gran insolidaridad.
-Sí, la miseria sólo trae más miseria moral y de todo tipo.
-En sociedades como la suya, ¿la lucha por la supervivencia es la forma más común de heroísmo?
-No lo sé, no lo analizo de esa manera. Hay una necesidad de sobrevivir día a día, llegar a mañana, a la semana próxima. No creo que eso sea precisamente heroico, sino antiheroico. Pero yo me baso en lo que conozco, lo que vivo.
El menos cubano
-En ese contexto de supervivencia en lo más básico, ¿se plantea usted para qué escribe?
-La literatura no tiene explicación. Escribes y no sabes por qué lo haces. Creo que tengo una necesidad de indagar. La literatura es un ejercicio de reflexión: si estoy metido en todo esto me interesa analizar, comprender a través de la literatura.
-Su literatura sería entonces muy diferente si viviera fuera de Cuba, pero ¿tiene alguna intención de irse a otro lugar?
-Tengo muy claro desde siempre que no puedo vivir fuera de Cuba. Es fundamental mi casa, mi gente, lo mío... Ya tengo 55 años, pero estoy viajando fuera de Cuba desde hace muchos años. La enorme mayor parte del pueblo cubano no puede viajar por razones que no voy a explicar aquí. Unos pocos somos privilegiados y sí podemos hacerlo: escritores, músicos, deportistas, etc. Y cuando viajas desde tan joven, eso te da una visión del mundo; por eso es maravilloso, te permite comparar, encontrar tu propio sitio, al margen de la cuestión política, que ya sabemos todos lo que pasa.
-Pero es usted, en cuanto a su estilo, el menos cubano de todos los escritores cubanos.
-Creo que tengo poco o nada que ver con la literatura hispana en general, que conozco muy bien. Tuve que estudiarla en la Universidad y fue muy bueno para saber que no me interesa. Sí me gustan algunos autores concretos, como Cortázar, Rulfo, algo de Borges y Paz, pero lo demás, no. García Márquez lo estudié pero no me interesa ese carnaval del idioma. Yo, si algo lo puedo decir en tres páginas, lo hago en ésas y no en quince. Mi vocación es la de ser minimalista, lo hago también en la pintura, trato de utilizar la menor cantidad de elementos posible y facilitar la lectura.
-¿Quedan hoy más reductos de libertad, además de la literatura?
-En este mundo tan controlado, superdirigido, son mínimos los campos que quedan. Y ésa es una función de la literatura, que el pensamiento siga vivo. Por eso es importante que haya escritores que se mantengan en la verdadera vocación analítica de la literatura, que se arriesguen a escribir y mantener su espacio, da igual que sea en Cuba o en EE UU. Yo siempre cuento que hay una historia de la literatura que nunca se publica y es la de la represión sobre los escritores a lo largo de todas las épocas. Cualquier escritor que se arriesgue un poquito pasa por situaciones muy difíciles, y eso es importante que los lectores lo sepan.
-De entre los muchos oficios que ha desempeñado, ¿es la literatura el más satisfactorio, pese a ese sufrimiento que le supone escribir?
-Mi vida siempre ha sido azarosa, fui saltando de un oficio a otro, y muchos de ellos fueron terribles. Yo pensaba estudiar Arquitectura, pero me ofrecieron un trabajo en una emisora de radio porque nadie lo quería. Luego fui locutor, actor de radio, estudié Periodismo en un curso para trabajadores, y me di cuenta de que el periodismo me ayudaba a controlar el idioma, a no tener excesos.
-Las feministas le odian, por los personajes femeninos de sus libros. ¿Qué opina?
-Sí, pero en cambio los gays me adoran, para que tú veas. No entiendo nada. Yo recibo todos los días unas cuantas cartas muy cariñosas, incluso de cubanos que viven fuera y me dicen que mis libros les ayudan a sobrevivir. Así que esa parte positiva es más importante. A las críticas no les hago caso.
-¿Pero se ve machista o es el estilo de vida de Cuba?
-La sociedad cubana es machista, racista... Es imperfecta, como todas. A mí no me da la gana escribir como determinadas personas quieren. Mis libros son realistas y si los personajes son machistas así los reflejo.
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